Dignidad en la Lucha contra la Pobreza

Por: Samuel Azout.

Privar a los más pobres de libertad para elegir, es atropellar su dignidad individual y colectiva“. Jaqueline Novogratz


La pobreza[1] no es un fenómeno nuevo. Nos ha acompañado desde los comienzos de la humanidad. Para no ir demasiado lejos, se estima que en el año 1800 80% de la población, unas 800 millones de personas vivían bajo condiciones de pobreza. Hoy existen unas 2400 millones de personas en esa condición, aproximadamente 32% de la población mundial. En término relativos la pobreza se ha venido reduciendo considerablemente desde la revolución industrial, pero por culpa del crecimiento demográfico solo muy recientemente se ha comenzado a reducir el número de personas viviendo en esa condición.

No hay consenso sobre las causas y las soluciones a la pobreza; es una problemática que ha generado los debates y controversias más interesantes de nuestro tiempo. La preocupación sobre la pobreza tiene una larga tradición: diversos factores, como ideología, valores, dogmas, estereotipos y técnicas de investigación, han llevado a los estudiosos a proponer diferentes soluciones al problema de la pobreza. En el siglo IV a.C. el filósofo griego Aristóteles creador de la lógica definió la democracia como el gobierno de los pobres. Se basó en la idea de que la democracia es el gobierno de los muchos, y si muchos son los pobres y pocos son los ricos, la democracia tiene el poder redistributivo de la riqueza. Según Aristóteles, en una verdadera democracia las oligarquías perderían sus privilegios en pro del bienestar de la mayoría.

Por su parte, el reconocido pensador chino. Confucio (551 a. C. – 479 a. C.), anotó que los principales deberes del hombre de gobierno son 
amar al pueblo, renovarlo moralmente y procurarle los medios necesarios para la vida cotidiana.
 Para Confucio, la caridad, la justicia, el respeto, la tolerancia y la bondad son elementos claves para que una sociedad viva en armonía. Para Confucio, “donde hay justicia no hay pobreza.”

En Occidente durante el periodo de la Ilustración, el filósofo y economista escocés Adam Smith (1723–1790) señalaba que el libre mercado y el interés personal, egoísta y codicioso, era la gran fuerza que conduciría al bien común. En general, Adam Smith fue silencioso ante la posibilidad de asistencia estatal a los pobres; pero fue incisivo sobre las consecuencias morales del desarrollo industrial urbano sobre la población más pobre.

A mediados del siglo pasado el historiador y economista húngaro Karl Polanyi afirmó que el capitalismo desmedido había dado lugar a una sociedad extravagante en la cual la prosperidad no llegaría con profundidad y alcance. En otras palabras, por la vía del capitalismo el bienestar no llega a la vida cotidiana de la mayoría de la gente. Le preocupaba que al ver pocos resultados en materia distributiva, el capitalismo proponía más de lo mismo: todavía más mercado y menos estado.

Jeffrey Sachs, uno de los economistas más reconocidos de la actualidad, ha argumentado que la pobreza extrema se puede erradicar antes de 20 años. Un elemento clave para Sachs es aumentar la asistencia oficial al desarrollo. Sachs propone mejorar semillas, riego y fertilizantes para incrementar los ingresos de los pequeños agricultores, y así reducir significativamente la pobreza. Sachs ha sido criticado por las corrientes de izquierda por plantear un enfoque exageradamente neo liberal al desarrollo.

Otro destacado economista, C.K. Prahalad, propuso que las empresas dejen de ver a los pobres como víctimas para empezar a verlos como consumidores que demandan valor acorde a sus necesidades. Prahalad exploró nuevos modelos de negocios orientados a proveer bienes y servicios a los más pobres, resaltando que los mercados de mayor crecimiento en el mundo eran aquellos de la base de la pirámide.

Por su lado, Amartya Sen, ganador del premio Nobel de economía en 1998, ha insistido que las hambrunas persisten no por falta de alimentos, sino por inequidades en los mecanismos de distribución. Según Sen, la expansión económica urbana suele aumentar los precios de los alimentos empobreciendo a los trabajadores rurales. Para Sen los derechos entran en un vacío porque no garantizan acceso. Los ciudadanos tienen la posibilidad de elección solo cuando se eliminen estas barreras.

Otro premio Nobel (2006), Mohammed Yunus, economista y banquero Bangladeshí, ha sido mundialmente reconocido por el desarrollo de las micro finanzas. Para Yunus el micro ahorro, el micro seguro y el micro crédito ayudan a potenciar las capacidades de las familias más pobres. Los contradictores de Yunus argumentan que no todos los pobres son emprendedores por lo cual el crédito corre el riesgo de ser poco efectivo.

Por su lado, el economista peruano Hernando De Soto, ha insistido en la titulación de tierras. De Soto señala que ningún país puede tener una economía de mercado sin derechos de propiedad e información económica rigurosa. Cuando la actividad económica es informal, se vuelve difícil obtener crédito, acceder a la justicia o crecer. La falta de información reduce la posibilidad de los gobiernos de cobrar impuestos y realizar su labor redistributiva.

Ester Dufló, la respetada economista e investigadora del Massachussetts Institute of Technology (MIT), insiste que personas que viven bajo situación de pobreza con frecuencia toman malas decisiones sobre sus vidas. Los pobres cometen errores básicos algunas veces por razones económicas y otras por razones sicológicas. Dufló argumenta que la lucha contra la pobreza puede ser ganada pero requiere mucha paciencia y la disposición para aprender de la evidencia a través de experimentación sistemática.

En la otra orilla del pensamiento, aparece el economista británico, David Hulme, para quien la idea más básica es la más radical y poderosa: ‘solo entréguele dinero a los pobres.’ Hulme desafía el montaje asistencialista de los gobiernos y las ONG’s, las cuales, según el, se nutren de complejidades y enredos, y propone dejar a los pobres decidir que hacer con el dinero. Hulme asegura que transferencias monetarias entregadas masivamente transforman vidas. Países como México, Brasil, Colombia, Sudáfrica e Indonesia han demostrado que, por lo general, las personas que reciben dinero lo utilizan inteligentemente, es decir, envían a sus hijos a la escuela, empiezan un pequeño negocio y alimentan a sus familias.

Otro gran economista, Joe Stiglitz, ha orientado su crítica a la receta del Fondo Monetario Internacional (FMI). Según Stiglitz, se ha dependido demasiado en el crecimiento de la economía. El Estado debe ir más allá de determinar las reglas; debe regular mucho más y tomar medidas que promueven mayor competencia y fortalezcan las pequeñas empresas. Stiglitz defiende un rol más constructivo y catalítico del Estado, al estilo Asiático.

Uno de los críticos de la forma como tradicionalmente desde Occidente se ha abordado el desarrollo es William Easterly, profesor de la Universidad de Nueva York. Easterly reprueba duramente a Sachs y otros proponentes de la asistencia oficial convencional, presentando evidencia estadística sobre países que se han desarrollado sin necesidad de la ayuda consabida. Según Easterly, la asistencia oficial al desarrollo perpetúa los gobiernos corruptos, derrocha dinero y no resuelve nada.

Para Easterly, el desarrollo no es algo que “nosotros imponemos sobre los demás.” La pobreza no se combate con grandes planes impuestos desde arriba, sino partiendo de las mismas comunidades, escuchando a los beneficiarios y escalando soluciones que ellos mismos originan. Easterly señaló: “El fin de la pobreza no llegará gracias a programas de asistencia, sino producto del dinamismo de individuos y de empresas.”

En los últimos años, filántropos como Bill Gates, han sugerido que parte de la solución a la pobreza radica en hacer que las empresas alineen la búsqueda de las ganancias con la idea de servir a los más pobres. Es decir, a las empresa les puede ir mejor haciendo el bien. Para Gates, ayudar a los menos favorecidos es un buen negocio porque motiva a clientes y empleados a la vez. Esta idea, denominada capitalismo creativo, pretende dirigir las fuerzas del mercado y la innovación a satisfacer las necesidades de los más pobres.

Las anteriores son solo algunos de los numerosos conceptos, ideas y opiniones, que se han planteado para superar pobreza. Como hemos visto, las ideas además de ser variadas, son dudosas, incompletas o, en el mejor de los casos, controvertibles.

En la actualidad, la propuesta mas atractiva y convincente a la superación de pobreza es la que ofrece Jacqueline Novogratz, Fundadora y Directora de Acumen Fund. A través de lo que se conoce como capital paciente, Acumen ofrece servicios y productos a más de cuarenta millones de personas, principalmente en África, Pakistán y Bangladesh.

Fundamentalmente, Acumen busca financiar emprendedores y empresas que puedan llevar agua potable, vivienda, educación y servicios de salud a los más pobres, evitando dependencia en la caridad asistencialista tradicional. Para lograr esto, en vez de entregar donaciones a organizaciones sociales, Acumen invierte lo que denomina capital paciente en empresas con ánimo de lucro que ofrecen productos y servicios que transforman las vidas de los más pobres.

El Fondo le da gran importancia a identificar soluciones que se originan dentro de las comunidades en vez de imponerlas desde afuera. Novogratz señala que “la gente quiere tomar sus propias decisiones y solucionar sus propios problemas.” Para Novogratz, los más pobres viven y trabajan en una economía política, no económica. Para ella, la asistencia de arriba hacia abajo (top-down) somete a la gente y atropella dignidad humana. La dignidad, definida como la posibilidad de tomar decisiones propias, suele ser atropellada por las soluciones tradicionales.

Los mercados por sí solos no pueden solucionar el problema de la pobreza, y la caridad y la asistencia oficial son insuficientes. El capital paciente de Novogratz es una tercera vía que cierra la brecha entre la soluciones de mercado y la filantropía pura. El capital paciente se caracteriza por alta tolerancia al riesgo, un horizonte de largo plazo, flexibilidad hacia las necesidades de los emprendedores. El capital paciente nunca está dispuesto a sacrificar el bienestar de los consumidores en beneficio de los accionistas.

A través del fondo Acumen, Novogratz ha financiado modelos de negocios que llevan productos y servicios asequibles a los más excluidos permitiéndoles superar su situación de pobreza. Estos negocios están transformando la vida de sus clientes y creando empleo. En el mundo del desarrollo el modelo de Acumen ha sido considerado como una de las grandes innovaciones de nuestro tiempo.

La buena noticia es que Acumen ha abierto oficina en nuestro país. Las primeras inversiones de capital paciente se están realizando. Jacqueline Novogratz estará en Colombia en los próximo días para lanzar su primer fondo en Latinoamérica. La apuesta de Acumen representa una nueva esperanza para más de 15.0 millones de personas en nuestro país que viven bajo condiciones de pobreza.

La presencia de Acumen en Colombia es sumarle dignidad a lucha contra el flagelo.


[1] Personas con ingresos menores a US$2 diarios.


 

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