Innovación social, beneficio más allá del crecimiento económico

Por: Juan Carlos Cobo-Gómez

La desigualdad social es comparable con la económica, que desemboca en un problema socioeconómico, producto de la mala distribución de la renta en la población. La noción de igualdad se refiere a la manera en que se distribuye un bien entre una población.

Para medir este tipo de desigualdades se habla de la curva Lorenz y el coeficiente de Gini. La primera es una representación gráfica utilizada para plasmar la distribución relativa de una variable en un dominio determinado: por ejemplo, el conjunto de hogares o personas de una región o país y la variable cuya distribución se estudia puede ser el ingreso de los hogares o las personas.


desigualdad innovación social Gini

Pixabay


El coeficiente de Gini es una medida que busca evaluar la desigualdad en los ingresos dentro de un país. Es un número entre 0 y 1, en donde 0 corresponde a la perfecta igualdad (todos tienen los mismos ingresos) y 1 corresponde con la perfecta desigualdad (una persona tiene todos los ingresos y los demás nada). El Índice de Gini es expresado en referencia a 100 como máximo, en vez de 1, y es igual al coeficiente de Gini multiplicado por 100.

De acuerdo con los datos del Banco Mundial, entre el grupo con desigualdad más alta y mayor acumulación de riqueza en el mundo se encuentra Colombia (índice del 50,4 en 2018 y aumentando debido a la pandemia) que, comparativamente en Latinoamérica, sería el segundo país con peor distribución de ingresos, después de Haití –incluso estaríamos peor que Venezuela con un índice de 46,9, y que se nos ha convertido en un referente por los medios de comunicación-.

A su vez, este índice también puede ser calculado al interior del país. Tomando como base Bogotá y los estudios del Departamento Nacional de Planeación (DNP), en Chocó y Vaupés los ingresos de las personas equivalen a un 30 % de los de una persona de la capital colombiana, viéndose una clara desigualdad entre regiones.

Para ser didácticos, esta acumulación de riqueza y desigualdad es comparable con el fútbol. Por ejemplo, James Rodriguez –que en su momento le costó 80 millones de dólares al Real Madrid- no tenía oportunidad de jugar habitualmente, puesto que este equipo tiene en su nómina a los mejores jugadores del planeta. Él, seguro, en otro equipo podría ser protagonista sin problemas. Esto evidencia que la acumulación de riqueza de este equipo daría un índice de Gini muy alto y genera desigualdades marcadas que le permiten ganar los campeonatos que disputa, acumular trofeos y reconocimientos, ampliando la brecha mencionada.

A partir de esta situación se podría decir que este tipo de desigualdad social, relativa a los ingresos, genera otros tipos de inequidades como las de género, racial, regional, educativa, entre otras tantas que causan la famosa frase “de los ricos más ricos y los pobres más pobres”, como sucede en el fútbol.

Por su parte, la Innovación Social (IS), que fue formulada por Wolfang Zapf y primariamente sustentada con la teoría del cambio social de William Osburng en 1923, ha tenido un crecimiento y trabajo relativo a su concepto, definición y medición. Este ha sido estudiado desde enfoques económico, psicológico, sociológico y antropológico.

La IS permite relacionar las perspectivas prácticas y conceptuales, lo que se refiere a trabajar en pro de las necesidades sociales, con el ánimo de generar beneficios a las comunidades por medio de la creación de productos, servicios, estructuras organizacionales o actividades que son “mejores” o “más efectivas” que las tradicionales. Esto se traduciría en satisfacción de necesidades, reconfiguración social de las relaciones, empoderamiento o movilización social, que no necesariamente persiguen un rédito económico.

Así, dicho concepto es una apuesta alternativa a la idea de innovación, basada en lo tecnológico y el crecimiento económico, puesto que esta ha sido dominada como una concepción volcada hacia el mercado y la comercialización para generar bienestar, pero también beneficios monetarios.

La reflexión que trae consigo la Innovación Social es que con el ánimo de cerrar brechas de desigualdad no solo se puede pensar en el crecimiento económico, sino que hoy en día debemos decantarnos por nuevas formas de definir el desarrollo, no desde una lógica de la generación de dinero, sino desde poner al ser humano en diálogo permanente con sus pares, con el ambiente que lo rodea y la búsqueda para mejorar el entorno en el que se encuentra sin destruir el medioambiente que lo sustenta. Esto nos pone en la tarea de reconocer lo específico, llevar la mirada a los territorios con la intención de anteponer los problemas locales a los nacionales, y estos a su vez a los globales.

Todo lo anterior serviría para centrar la atención en las zonas de frontera, en las que generalmente la presencia del Estado se ha dado de distintas maneras, y en las que hay que revisar cómo se han establecido nuevas formas asociativas de organización social y de mercado (como los modelos de economía campesina). Esto se complementa desde el agenciamiento de las mismas comunidades, lo que equivaldría a poner atención a propuestas que nacen desde la base, de la resistencia, la resiliencia y la asociatividad como las economías solidarias, redes de protección para la población vulnerable y marginada, en las que se incluirían sistemas de trueque, bancos de tiempo, el concepto de “buen vivir” de los quechuas y monedas locales, entre otros, todo esto como una apuesta a unas formas alternativas de relacionamiento y empoderamiento.

De esta forma, la Innovación Social se presenta como una alternativa de cerrar brechas por medio de innovaciones incrementales –mejoras paso a paso en comunidad y diálogo, no revolucionarias o disruptivas-, en las cuales se experimenta, produce y colabora; no se compite, se comparte el conocimiento (con licencias libres y repositorios abiertos), se provocan encuentros de diferentes saberes, la apertura es tal que cualquier persona más allá de su formación académica, experiencia o procedencia no solo participa sino que hace innovación.


Juan Carlos Cobo-Gómez es Profesional en Economía, con Maestría en Estadística y Econometría y Máster en Dirección Financiera, y aspirante a Doctor en Ciencias Sociales y Humanas. Profesor y asistente del Vicerrector de Investigación en la Pontificia Universidad Javeriana.



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SOURCE: Pesquisa Javeriana

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