Política de campamento

Por: Pascual Gaviria Uribe.

La escena inaceptable para muchos de los críticos y enemigos del proceso con las Farc es la de Timochenko o Santrich exhibiendo sus dogmas, mezcla de comunicados desde las montañas y grafitis viejos, en el escenario azaroso del Congreso. No se puede negar que la retórica del secretariado es impotable y que veremos más justificaciones que gestos de contrición. Pero esa participación en política es más una especie de simbolismo que un ejercicio cierto de poder e influencia sobre las decisiones públicas.

Las Farc serán marginales en el Congreso y la máquina de tedio, intrigas y desprestigio los irá moliendo poco a poco. En últimas, para los guerrilleros recién llegados será un difícil proceso de reinserción, no exento de algo de castigo por la animadversión y los señalamientos que encontrarán a cada paso.

La política de riesgos verdaderos ejercida por parte de una guerrilla recién desmovilizada y con un catálogo de condiciones bajo el brazo para el gobierno, estará en los alrededores de las Zonas Veredales Transitorias de Normalización (ZVTN). Lo primero es que las Farc pretenden convertir los campamentos de ocasión en vivienda permanente y circunscripción política. Lo segundo es que las veredas donde están hoy son puntos altamente inflamables, con cultivos de coca y minería ilegal en los alrededores, con el merodeo permanente de grupos ilegales, con una muy precaria presencia del Estado y una desconfianza histórica de los pobladores en autoridades locales y nacionales.


FARC desmovilización

Margot Silva, miembro de las FARC en un campo de desmovilización en San Jose de Oriente, Cesar, Colombia, febrero 28, 2017. AFP PHOTO / Luis Acosta


Así como los jefes de las Farc serán mosco en leche ante los grifos del capitolio, los funcionarios seguirán siendo intrusos con intensiones dobles en los territorios históricos del conflicto.

El riesgo es que las Farc se conviertan en una especie de intermediario privilegiado de muchos de los conflictos sociales en las zonas más pobres y complejas del campo colombiano. Un tramitador que servirá como escudo y punta de lanza, que organizará los paros y redactará las peticiones, que meterá presión con los bloqueos y las capuchas en las carreteras y agendará las citas con las corbatas en la Casa de Nariño. Es la política que de verdad saben hacer y podrá traer algo más que desórdenes.

Lo que ha pasado en algunas ZVTN muestra que hacia allá van las cosas. Hace unos días los mineros de Segovia y Remedios bloquearon la entrada a la zona de Carrizal en Antioquia. Más de diez mil mineros trabajan en condiciones de informalidad o ilegalidad en los dos municipios y han encontrado en las Farc un aliado estratégico para negociar sus peticiones y su proceso de formalización. Dicen los mineros que desde agosto de 2016 el gobierno se comprometió a “no torpedear la actividad económica y social de las comunidades que estaban ubicadas cerca a las Zonas Veredales Transitorias de Normalización (ZVTN)” ¿Crece el componente de los acuerdos?

Los mineros piden además que se implemente el Desarrollo Rural con Enfoque Territorial. Incluso señalan que la mención de participación del ELN en el bloqueo por parte de algunos funcionarios estaría violando las reglas del Cese al Fuego Bilateral y definitivo.  Mientras tanto el ELN se frota las manos. Algo similar pasó en el Catatumbo con la llegada a Caño Indio donde Ascamcat, asociación cercana a las Farc, al parecer quiere el monopolio de la atención y los recursos del Estado.

Las Farc hablaron toda la vida de igualdad, pero no dudarán en ejercer sus privilegios luego de la negociación, en convertir sus oficinas en las ZVTN en despachos con prácticas clientelistas, en alborotar avisperos y cobrar cabildeos. Muchos riesgos detrás de esos cambuches como despachos.


 

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