Golpe de realidad

Por: Pascual Gaviria Uribe.

Nos hemos concentrado en las 297 páginas. En las salvedades, en los posibles gazapos, en la menuda letra y la manida desconfianza, en el papel como trinchera de los leguleyos. El pequeño síndrome del viajero temeroso que siempre prefiere el mapa al paisaje. Como si el país para discutir sus problemas se dedicara a leer la Gaceta del Congreso.

Los diagnósticos serían siempre equivocados, y ya no habría lectores ni país. Los acuerdos serán sin duda un marco para lo que viene, pero la realidad siempre desdeña las intenciones, los compromisos, las metas, las innumerables instancias creadas en la negociación. Mientras los alcaldes aprenden a deletrear las siglas de las nuevas instituciones se perderá tiempo valioso.

Para vencer la paranoia rabiosa de algunos y el optimismo exaltado de otros más valdría mirar antecedentes propios y ajenos, resultados de las instituciones y programas encargados de recibir a los combatientes, la fortaleza del ejército y la madurez de partidos y votantes, incluso la posibilidad de nuestros medios de entregar versiones que no sean complacientes con el gobierno ni con los tics nerviosos de la opinión pública.


FARC Colombia Paz

AFP PHOTO / GUILLERMO LEGARIA


En últimas, el futuro no va depender de lo que se negoció en La Habana durante cinco años sino de un legado un poco más antiguo y más complejo.

En los últimos quince años se han desmovilizado cerca de sesenta mil combatientes ilegales en Colombia. Tal vez ningún país en el mundo tenga en este momento tanta experiencia en tratar con guerrilleros, paramilitares, narcos puros vestidos de camuflado y mercenarios que soltaron el fusil.

Según los datos de la Agencia Nacional de Reintegración tres cuartas partes de los recién llegados han cumplido con los programas propuestos y han regresado a la civil. No será nada fácil, un poco menos de 3.000 han sido asesinados y 7.000 han vuelto a lidiar con el código penal.

También vale la pena mirar ejemplos de post conflicto con relativo éxito como los que han celebrado varios municipios del oriente de Antioquia. San Francisco, San Luis, Granada, San Carlos, entre otros, sufrieron el abandono hasta del setenta por ciento de su población durante la década del noventa. Durante diez años se ha trabajado en el retorno, con recursos de Medellín, Antioquia y el gobierno central. Hay suficientes experiencias propias para no pensar solo en abstracto cuando se habla de la vida después de la firma.

Los fracasos también están en el mapa del realismo. Lo que ha pasado en el Catatumbo en los últimos 5 años muestra una cantidad de compromisos con organizaciones sociales mientras crece los cultivos de coca y el caos armado. La atención del Estado a las organizaciones sociales se ha traducido en mayor poder para los violentos y no para los civiles. Buenas intenciones y resultados magros.

Afuera se pueden mirar los casos de Guatemala y El Salvador, con procesos de paz firmados en la misma década y resultados contrarios. Guatemala demostró que las negociaciones más largas y más detalladas pueden dejar las más grandes frustraciones. La gente no llegó a las urnas para respaldar las reformas acordadas y una guerrilla casi derrotada militarmente nunca ayudó a consolidar una mayor apertura democrática.

La Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca nunca ha logrado más del 3% de los votos. No mejoró casi ningún indicador y hay un ex general atendiendo un juicio desde una cama. En El Salvador hoy es presidente un antiguo jefe guerrillero del FMLN, la democracia se abrió pero la violencia citadina, asociada a las Maras, reemplazó con creces a la violencia de la guerra insurgente.

Y el primer presidente de izquierda afronta hoy un juicio por corrupción. Vale la pena levantar la vista de los papeles y mirar un poco un poco de realidad.


 

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