Ficciones políticas

Por: Pascual Gaviria Uribe.

Muchas veces la política se convierte en un motivo para celebrar la muerte. Los bandos políticos suelen ser ajenos al remordimiento y al respeto que merecen las historias de terror. Los debates electorales lo hacen todo más frívolo, más tajante, más cruel. Desde las posiciones ideológicas y los afanes partidistas los hechos son simplemente un estorbo.

En nuestra democracia los argumentos pueden convertirse en una sencilla nemotecnia para olvidar las historias más complejas y más dolorosas. Tres o cuatro frases rotundas pueden servir como estrategia de negación frente acciones como la Operación Orión en la Comuna 13 de Medellín.

La semana pasada se cumplieron 13 años de esa incursión militar. Me sorprendió leer y oír a una cantidad de gente celebrando las “gestas” del Estado en las laderas del occidente de Medellín. La Operación Orión fue solo el más grande operativo militar de los 17 que se realizaron en 2002 en la Comuna 13. Incluso no fue el más cruento, la Operación Mariscal que se realizó 5 meses antes dejó 9 muertos, entre los que se contaron 4 menores de edad y 2 amas de casa. Orión se hizo a escondidas, con capuchas negras y 4 días de veda a los medios de comunicación. Se hizo con el cuidado de los asesinos sigilosos para no manchar mucho los noticieros. Solo se registró un muerto, se privilegiaron las desapariciones, se denunciaron 8 desapariciones. De los 355 capturados durante la operación apenas 2 terminaron condenados. Desde la Unidad Intermedia de San Javier se condujo el operativo militar y la población civil no tuvo más recurso que usar las sábanas como banderas de clemencia y talegos para sacar a los heridos. Jefes y mandos medios de los paramilitares han contado cómo se ideó y ejecutó ese operativo “conjunto”. Una vez más el Estado elegía un bando ilegal para hacer frente a otro: encumbrar a los paras para desalojar a los milicianos.

Es imposible negar el control armado de las diversas milicias en la zona desde los años noventa. Comandos Armados del Pueblo, Farc, Milicias Populares del Pueblo y Eln intimidaban a los habitantes y cometían todo tipo de delitos. Los combos menos interesados en el discurso comenzaron a enfrentar a los milicianos en las partes altas y el Estado terminó inclinando la balanza. Don Berna ha contado cómo el Bloque Cacique Nutibara ejerció dominio luego de la operación, y ha confesado incluso el paradero de algunos desaparecidos. Las cifras no son del todo claras pero los cálculos más juiciosos hablan de 94 desaparecidos entre noviembre de 2002 y febrero de 2005.

Los habitantes de la Comuna 13, sobre todo los más jóvenes, han encontrado en los grupos culturales y los colectivos artísticos una manera de enfrentar la memoria, la zozobra que no falta y los nuevos vientos. Las canciones, los muros, las emisoras comunitarias, los libros dan cuenta de lo qué ha pasado en los barrios en los últimos 20 años. Ahí puede leerse una especie de crónica sin temor y sin odio, una versión más compleja, y paradójicamente, menos rabiosa a la que se construye desde la política.

Después de las “celebraciones” de la semana pasada queda muy claro que la política entrega la peor de las versiones sobre nuestra historia y nuestra realidad. Hay que darle preferencia a otras voces si queremos entender un poco las “novelas negras”, y al mismo tiempo, huir para siempre de la pugnacidad más inútil y más barata.


 

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