“Hemos transformado vidas. Hemos sido agentes de cambio”

En todo el mundo, las mujeres desempeñan un papel esencial como líderes y en los equipos de respuesta inicial cuando se producen las crisis humanitarias. Transforman y salvan vidas en los lugares donde resulta más difícil llegar. No obstante, su trabajo suele ser infravalorado y a menudo no se reconoce. En tanto la pandemia de COVID-19 siga devastando las comunidades, la necesidad de apoyar a las mujeres y a las organizaciones de mujeres que trabajan en la acción humanitaria se ha convertido en una urgencia. Por medio de vídeos participativos, las mujeres de Bangladesh, Colombia, Jordania y Uganda comparten sus puntos de vista.


En Quibdó, Departamento del Chocó, Colombia, un grupo de mujeres se reúne en un círculo para realizar una danza tradicional de mujeres de la comunidad indígena emberá dobidá. Sus vestimentas y pañuelos son coloridos, sus movimientos alegres y sus espíritus fuertes. Las une el común denominador de lucha y fortaleza. Debido a las décadas de conflictos armados en Colombia se vieron obligadas a abandonar sus hogares y ahora tratan de zurcir las rasgaduras en los tejidos sociales de sus comunidades.

En el Chocó y en todo el mundo, las mujeres desempeñan papeles clave como líderes e integrantes del equipo de respuesta inicial ante las situaciones de crisis y en la etapa subsiguiente de recuperación. Transforman y salvan vidas, a menudo, con escasos recursos y en los lugares más inaccesibles.

Las mujeres y las niñas también tienen necesidades y vulnerabilidades únicas en las situaciones de crisis. Se ven afectadas de manera negativa y desproporcionada por los desastres y los conflictos, que repercuten en la esperanza de vida, la educación, la salud materna, los medios de vida, la nutrición, así como por el grado de violencia que sufren.


vidas ONU Mujeres

Foto: ONU Mujeres


A pesar de las desigualdades, los programas humanitarios dirigidos a las mujeres y a las niñas reciben mucho menos financiación que las iniciativas de respuestas generales, de acuerdo con un informe reciente de ONU Mujeres y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). En el informe se indica que no sólo se solicitan menos fondos para atender las necesidades y las problemáticas específicas que tienen las mujeres y las niñas, sino que los fondos que se asignan en comparación con el importe que se solicita pueden oscilar entre el 31 % y el 33 % en el caso de la programación sobre violencia de género, el 42 % si se trata de salud reproductiva y el 50 % si tiene que ver con la protección infantil.

Además, se sigue registrando una falta importante de financiamiento en las organizaciones de mujeres locales que se ocupan de dar respuestas a las crisis.

En un proyecto de investigación de ONU Mujeres que financió el Gobierno de los Estados Unidos —denominado “Who Holds the Microphone” (¿Quién sostiene al micrófono?)—, se trabajó con organizaciones de mujeres y mujeres locales que habían sido afectadas por las crisis en Bangladesh, Colombia, Jordania y Uganda para crear videos participativos en los que compartieron sus iniciativas y prioridades.

“Aquí en el territorio, hay organizaciones de mujeres que han estado durante más de 22 años resistiendo al desplazamiento y, aun así, nos hemos podido organizar y ser parte de muchas escuelas formativas y de incidencia política”, sostiene Damaris Palacios, una de las mujeres líderes de la comunidad del Chocó que participó en la mesa redonda sobre mujeres, paz y seguridad del departamento y habló de su experiencia en un video participativo.

A lo largo de los años, su organización ha ofrecido capacitación para poder ayudar a otras mujeres y a los jóvenes de la región, aunque aclara que la falta de fondos les ha impedido avanzar. “Ni siquiera contamos con una casa de paso o una oficina donde las mujeres puedan consultarnos”, se lamenta.

Para poder llegar a las mujeres, Palacios y sus compañeras visitan los hogares de su comunidad, dictan talleres, ofrecen programas y actividades de formación para que las mujeres puedan conocer sus derechos y aprendan a valorar su trabajo.

“Hemos transformado vidas. Hemos sido agentes de cambio. Hemos ido puerta por puerta, a las comunidades y a las zonas urbanas, y nos dimos cuenta de cuánto nos necesitaban estas mujeres”, afirma Palacios.

En un contexto de crisis, la asistencia que brindan las organizaciones de mujeres locales como la de Palacios es fundamental. Estas organizaciones ayudan a las comunidades a resistir a las crisis y a sobrellevar las dificultades, a recuperarse y ganar resiliencia, aunque no gozan del reconocimiento que se merecen ni reciben fondos suficientes.

“Además, debido a sus años de sabiduría local y profundo conocimiento cultural, a menudo se les pide que trabajen en zonas remotas e inhóspitas. No obstante, no se suele reconocer su experiencia, ni son tenidas en cuenta durante los procesos de diseño, ejecución, supervisión y evaluación de los programas”, asevera María Fernanda Novelo Duarte, Analista de Investigación de ONU Mujeres.

“Mientras el mundo lucha contra los efectos sin precedentes de la pandemia de COVID-19, entre los que se encuentran nuevos obstáculos que impiden que las mujeres y las niñas reciban los servicios humanitarios, el deterioro de los medios de vida de las mujeres y el aumento de la violencia de género, el trabajo de las organizaciones de mujeres locales en contextos humanitarios se ha tornado más difícil aún debido al aislamiento, la cuarentena y las restricciones a la circulación. Se ha hecho más urgente la necesidad de prestar un apoyo deliberado y creciente a su liderazgo en la acción humanitaria”, añade.

En el campamento de personas refugiadas de Za’atari, Jordania, las mujeres promueven iniciativas extraordinarias con fondos escasos. Sin ningún tipo de asistencia, Reema y Zaad fundaron un grupo autoorganizado de mujeres jóvenes que se llama EVE. Gracias a que identificaron las necesidades en la comunidad y las vincularon con los recursos correspondientes, las dos mujeres han podido generar un impacto sin contar con un presupuesto.

Reema y Zaad les preguntaron a las vendedoras y a los vendedores ambulantes del mercado si querían hacer donaciones para las niñas y los niños no acompañados del campamento, y muchos aceptaron. Las mujeres luego llevaron a las niñas y a los niños a las tiendas, donde elegían prendas de vestir como regalo para Eid.

“Muchas personas se preguntaban qué podría hacer un grupo de mujeres. Pero hicimos cosas maravillosas”, cuenta Zaad. “Hicimos algo, y nos sentimos orgullosas”, añade Reema con una sonrisa.

EVE es sólo un ejemplo de las innumerables mujeres y niñas de todo el mundo que se ocupan de atender las necesidades durante las crisis con pocos recursos o ninguno. Si recibieran el apoyo y el financiamiento adecuados, el cielo sería el límite de lo que podrían lograr.

Si bien es posible que el financiamiento destinado a la programación transformadora desde el punto de vista del género no se perciba como “vital” en el ámbito humanitario tradicional, es fundamental para prestar los servicios básicos, así como para ofrecer soluciones duraderas.

En el distrito de Yumbe, Uganda, Charity Faridah, concejala de subcondados, presidenta distrital del gobierno local y presidenta del grupo oficioso de mujeres, destaca la gran importancia de generar un efecto positivo y duradero con la financiación en el ámbito humanitario. Hasta marzo de 2020, el distrito de Yumbe albergaba alrededor de un cuarto de millón de refugiadas y refugiados sursudaneses. Por su parte, Faridah verifica que en la planificación y elaboración de presupuestos para las medidas destinadas a las mujeres refugiadas y de las comunidades de acogida se aplique una perspectiva de género y se busque satisfacer las crecientes necesidades de las mujeres en cuanto a salud, educación y liderazgo.

“Existe la necesidad y es importante que se financien las actividades relacionadas con la igualdad de género”, señala. “Aún existe la creencia de que las mujeres no pueden dirigir. Realmente es necesario financiar más proyectos como estos que hablen del empoderamiento de las mujeres de modo que nos permita darnos cuenta de que si se empodera a una mujer, se empodera a toda la familia”.

Tal como señala Faridah, los programas transformadores desde el punto de vista del género no sólo son un beneficio a la larga para toda la comunidad, ya que las inversiones que se destinan en ellos también dan frutos económicos. Los datos mundiales indican que los beneficios de las medidas con enfoque de género son considerables y justifican inversiones más intensas a favor de las mujeres y las niñas, dado que en promedio generan una ganancia de USD 8 por cada dólar invertido.

La transición hacia una forma de pensar que priorice a las mujeres y a las niñas en situación de crisis es un paso importante para poder avanzar. Asimismo es fundamental cambiar el paradigma para que los actores humanitarios complementen el trabajo que las mujeres locales ya están llevando a cabo.

“Dentro del campamento hay muchos grupos, grupos propios autoorganizados,” sostiene Razia Sultana, activista y abogada rohinyá que ha vivido en Bangladesh desde la infancia y administra un espacio seguro para mujeres rohinyás en los campamentos de refugiados y refugiadas en Cox’s Bazar. “Estos grupos lo hacen todo por sus propios medios, por lo que necesitan asistencia externa”, añade. Sin embargo, no están recibiendo ayuda de los actores humanitarios en la zona.

Sultana sostiene que, si bien las ONG suelen priorizar la ayuda para sus propios proyectos, grupos o iniciativas, la atención debe centrase en las iniciativas de las mujeres locales. “Son estos grupos los que pueden despertar el sentido de comunidad, ya que fueron creados por ellas mismas a partir de sus propias necesidades, el deseo de luchar por sus derechos y hacer oír su voz”.


Nota publicada en ONU Mujeres, reproducida en PCNPost con autorización


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