De nuevo una agenda política cargada de tigre.

Por: Francisco Manrique.

En un tiempo récord, se firmó una vez más el acuerdo con las Farc, motivado por los cambios de los vientos favorables que se tuvieron con Obama y que pueden ser un problema serio con la llegada de Trump al poder. Su elección ha introducido una carta salvaje en el panorama internacional, y COLOMBIA va a estar muy expuesta a esta alarmante realidad

El acuerdo también se logró, porque no era sostenible un cese al fuego indefinido: las señales de alarma comenzaron a sonar con la muerte de dos guerrilleros en estos días, y la amenaza de la pérdida del control de la cúpula sobre su tropa. Pero también, ayudó que la gente de las ciudades, los jóvenes, los indígenas, artistas, campesinos y otros, se movilizarán y salieran por miles a las calles a exigir que la paz debería de ser una realidad.

A diferencia de las elecciones de los Estados Unidos y el referéndum del Brexit, ambos casos con resultados irreversibles, en Colombia se produjo el milagro de sentar a los contrincantes políticos a conversar. Lo que era “el mejor acuerdo posible” según De la Calle, se abrió para hacerle modificaciones razonables que permitieran generar un consenso nacional. Si el resultado a favor del NO sorprendió, esta oportunidad también desconcertó.

Ante la derrota del SI el 2 de octubre, y la decisión de salvar el proceso por parte de las dos mitades en que se dividió el país, se abrió una oportunidad única para conseguir una convergencia nacional sobre la paz con quienes lograron ganarle a Santos en las urnas. Después de recibir innumerables modificaciones, y más de ciento cincuenta horas de reuniones muy complejas entre los representantes del Gobierno y los voceros del NO, el grupo negociador llevó a La Habana los temas para ser renegociados con las FARC.

Por su parte este grupo se salió del libreto del villano, al no lanzarse como loco a matar y secuestrar después de la derrota del SI en las urnas y del rechazo contra ellos de medio país. Y de paso, dejaron muy mal parado a Santos, quien había utilizado ese escenario durante la campaña del plebiscito, para motivar el voto a favor de la paz. Pero también sorprendieron al ceder en varios puntos que habían asegurado no eran negociables.

Por razones que desconozco, Santos tomó una decisión que espero no tenga que lamentar durante los agónicos meses que le quedan como Presidente de Colombia. No permitió darle una segunda vuelta con sus adversarios políticos, con Uribe a la cabeza,  a lo acordado en esta nueva ronda con las FARC. Era obvio que lo ha debido de hacer y no lo hizo. La reacción no se hizo esperar: “Santos nos hizo conejo a todos los colombianos que le derrotamos en las urnas”.

Es evidente que los problemas que ya se estaban presentando de orden público, y la elección de Trump, generaban un sentido de urgencia. Y también, que se sospechaba de la intensión, de prolongar el proceso indefinidamente por parte de Uribe y su grupo. Sin embargo, las propuestas elaboradas por ellos, y las múltiples reuniones sostenidas cara a cara, han debido mostrar que, también estaban conscientes de estas realidades, y de los peligros en dilatar mucho más la negociación. Ser los responsables de volver a Colombia a la violencia anterior, era un bacalao políticamente imposible de cargar.

En mi concepto, de manera torpe, nuevamente Santos tomó una decisión equivocada. Y no lo es porque Uribe y su grupo hubieran querido imponer todos los inamovibles que habían presentado durante la campaña del plebiscito. Lo es, porque había la oportunidad única de lograr un respaldo nacional a un tema vital para el país, aprovechando el gran esfuerzo de los dos bandos, para lograr un acercamiento a un acuerdo crítico,  con un respaldo mucho más sólido que el anterior.

Y sobre todo, el haber logrado un acuerdo nacional, le hubiera permitido darle cierta tranquilidad al país, en medio de un entorno internacional cada vez más convulsionado, para podernos enfocar en otras agendas fundamentales del país,que no sean la paz.

Pero no fue así. Como consecuencia de esta decisión de Santos, vamos a ver una repetición de la elección del 2014, donde las FARC seguirán capturando la atención nacional, pero en esta oportunidad, con una salida más temprana de Uribe y sus discípulos,  para oponerse una vez más a lo acordado. Esa estrategia los mantiene vigentes políticamente como si no hubieran más temas urgentes que abordar. Al haber ganado el plebiscito, y montados en ese conejo de batalla, quieren llegar de nuevo al poder en el 2018.

Como resultado de esta situación, la agenda política estará cargada de tigre una vez más. Será copada de nuevo por nuestro pasado, pero irónicamente con las FARC, siendo ya parte del establecimiento político. Y mientras tanto, viendo como el futuro nos deja atrás como nación. Vamos a tener casi dos años de un gobierno débil, que seguirá siendo atacado en los próximos meses por sus enemigos, con consecuencias imprevisibles para la gobernabilidad.

Esto va suceder en medio de un entorno político muy complejo, una economía que no despega, un entorno internacional imprevisible. Pero lo más importante, se inicia la implementación de los acuerdos con las FARC, y esperemos que también, con el ELN. Cuando más fortaleza y unidad se necesita, de nuevo nuestros eximios dirigentes políticos, se dan garrote y son un pésimo ejemplo.  Y para rematar el problema: no contamos con un Estado fuerte para sostener en el largo plazo los inmensos retos que se vienen.


Farc Timochenko Juan Manuel Santos FARC

Timoleón Jimenez, alias Timochenko, durante una conferencia de prensa, noviembre 25, 2016.
AFP PHOTO / Juan Jose Horta


Definitivamente nos quedan grandes las cosas importantes en nuestro país.!!!!

Y ahí está el talón de Aquiles de esta historia que se cerró una vez más este jueves, pero que veremos renacer porque la decisión de Santos no permitió dar por concluida la faena. No con las Farc, sino con Uribe y su grupo, que ya demostraron de lo que son capaces. Sin un respaldo sólido para lo que viene, un gobierno debilitado, y un panorama internacional muy incierto, los próximos años van  a ser muy difíciles..

Y como muchas obras inconclusas, que hoy están a lo largo y ancho de la geografía colombiana, el acuerdo con las FARC, lamentablemente no va a tener un punto final. Y no por culpa de esta guerrilla, que han dado muestras de haber madurado algo en estos cinco años, y asimilado el golpe del 2 de octubre. Con Uribe de nuevo en campaña política contra el acuerdo, el ELN vivo, y las bandas criminales haciendo de las suyas, lamentablemente veremos nuevos capítulos de violencia en el futuro de nuestro país.

Espero equivocarme en esta lectura de nuestra realidad. Creo no estarlo y ser realista cuando afirmó lo siguiente: nuestros líderes políticos definitivamente no han estado, y no lo van a estar, a la altura del momento histórico actual y futuro nacional. Dejaron pasar una monumental oportunidad histórica, y de nuevo,  nos han dejado anclados a nuestra historia sin poder evolucionar.


 

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