¿Cómo influye la pobreza en la crianza?

Por: María Caridad Araujo. 

Los Blogs del BID LogoLas personas en situación de pobreza tienen menos recursos, no solo económicos, sino de tiempo, emocionales y cognitivos para la crianza. ¿Hasta dónde influye eso?

Hace tiempo escribí un artículo ¿Son las personas pobres malos padres? un tema relevante ya que en los organismos multilaterales cada vez que hablamos sobre los programas de desarrollo infantil -servicios de cuidado, apoyo parental y otros- insistimos en la necesidad de que sean focalizados en los hogares más vulnerables. La relación entre pobreza y desarrollo infantil es una de las ideas que exploramos en el libro Los Primeros Años.

¿POR QUÉ FOCALIZAR LOS PROGRAMAS DE DESARROLLO INFANTIL HACIA LOS HOGARES EN SITUACIÓN DE POBREZA?

Las intervenciones de desarrollo infantil de buena calidad tienen el potencial de cambiar el futuro de los niños que nacen en hogares en situación de desventaja. Un ejemplo emblemático en América Latina y el Caribe es un programa piloto que se hizo en Jamaica. Un grupo de niños desnutridos de entre 9 y 24 meses de edad, recibió visitas domiciliarias de una hora semanal durante 24 meses. En estas visitas, personal comunitario de salud trabajaba con el niño y su madre en un currículo estructurado para promover el aprendizaje a través del juego y las interacciones de buena calidad, es decir, receptivas, cálidas y sensibles.

Veinte años más tarde, los niños que recibieron este programa tenían resultados sustancialmente mejores que otros niños similares: tenían un mayor coeficiente intelectual, habían completado mayores niveles educativos, tenían ingresos mayores, demostraban mejor salud mental y tenían menos incidentes de comportamientos violentos.

Este fue un programa de apoyo parental a través de las visitas domiciliarias, focalizado en niños en situación de desventaja que fue capaz de modificar sus trayectorias de desarrollo y sus vidas.


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¿CÓMO CRECEN LOS NIÑOS EN SITUACIÓN DE POBREZA?

En América Latina y el Caribe, la pobreza se encuentra muy asociada al logro de peores resultados en múltiples dimensiones del bienestar y del desarrollo infantil, como documentamos en Los Primeros Años. Por ejemplo, los niños de hogares con menores ingresos, o de madres con menor educación, se encuentran peor que aquellos más favorecidos en dimensiones tan variadas como la nutrición, el desarrollo cognitivo y de lenguaje, el acceso a la educación inicial y los servicios de cuidado infantil, la disponibilidad de materiales y actividades de juego en el hogar, o la frecuencia del castigo físico, por nombrar solo algunas. En otras palabras, hay muchas dimensiones en las cuales los niños que crecen en hogares pobres se encuentran peor que sus pares de estratos socioeconómicos más ricos.

ENTONCES ¿SON LOS POBRES MALOS PADRES?

Esta es una pregunta con trampa. La pobreza o la riqueza por sí solas no predicen si una persona es mejor o peor padre o madre. No obstante, sí hay que reconocer que los adultos que se enfrentan a diario con la pobreza tienen menos tiempo, dinero y recursos emocionales y cognitivos para atender las necesidades de sus hijos.

En otras palabras, la pobreza es un factor mediador que pone en riesgo la oportunidad de los niños de alcanzar su desarrollo potencial. ¡Los expertos estiman que hay más de 200 millones de niños en el mundo que corren ese riesgo!

La pobreza de ingresos limita la capacidad de la familia de satisfacer necesidades como la alimentación, la salud o la buena nutrición. La pobreza de tiempo recorta la frecuencia y calidad de las oportunidades de juego y de interacción entre adulto y niño, esenciales para el aprendizaje en la primera infancia. Son estas oportunidades de interacción las que moldean la arquitectura del cerebro humano. Se usa la metáfora de servir y devolver, como en el tenis, para describir el proceso irremplazable en el cual las interacciones entre niño y adulto van dando forma a las conexiones neurológicas del cerebro en desarrollo.

Además, la economía del comportamiento ha demostrado un desafío adicional que enfrentan los padres y madres pobres. La resolución de los problemas diarios de subsistencia de una persona que vive en pobreza no es una tarea sencilla. En este proceso, los pobres agotan muchos de los escasos recursos cognitivos con los cuales cuentan. Esto hace que cuenten con menos recursos cognitivos que les permitan tomar las mejores decisiones en otros ámbitos, como por ejemplo, el bienestar de sus hijos.

Aunque todos los padres del mundo desean lo mejor para sus hijos, la pobreza es una barrera importantísima que dificulta el logro de este objetivo a quienes se enfrentan a ella. La necesidad de priorizar el acceso de las familias pobres a los programas de desarrollo infantil financiados con dinero público parece una conclusión elemental. Desconcierta que en muchos países de América Latina y el Caribe, este no sea el caso.

¿Qué tipo de programas existen en tu país para que los niños desarrollen su potencial sin importar la situación de pobreza y riqueza en la que viven? Cuéntanos en la sección de comentarios o mencionando a @BIDgente en Twitter.


María Caridad Araujo es economista líder en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo.


Nota publicada en el blog “Primeros pasos” del Banco Interamericano de Desarrollo BID, reproducido en PCNPost con autorización.


 

SOURCE: Los Blogs del BID

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