Los síntomas cada vez más alarmantes del cambio climático

Concentración récord de CO2, calor extremo, retroceso de los glaciares… Los últimos indicadores del cambio climático evidencian la urgencia de actuar, en vísperas de la 24ª conferencia de la ONU sobre el calentamiento del planeta.


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AFP / FRANCOIS GUILLOT


Récords de calor:

2018 será muy probablemente el 4º año más caluroso desde que se iniciaron los registros de temperaturas en 1880, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Así, el siglo XXI cuenta ya con 17 de los 18 años más calurosos.

Este verano boreal, Europa, el oeste estadounidense y Asia se vieron golpeados por olas de calor. En Portugal, Escandinavia, Japón y Argelia, por ejemplo, se dieron temperaturas récord, y también incendios gigantescos.

En el Ártico, la extensión del hielo marino se mantuvo muy por debajo de la media durante todo el año y registró un récord mínimo en enero y febrero.

Los glaciares del planeta también retrocedieron por 38º año consecutivo. En Suecia, el pico sur de la montaña Kebnekaise dejó de ser el más alto del país debido a las temperaturas excepcionales del verano.

405,5 partes por millón:

La concentración de los tres principales gases de efecto invernadero -dióxido de carbono (CO2), metano y óxido de nitrógeno – alcanzó nuevos máximos en 2017 y su avance prosigue este año.

La concentración de CO2, un gas que persiste durante siglos, fue de 405,5 partes por millón (ppm) en 2017. La última vez que la Tierra registró semejante concentración fue hace entre 3 y 5 millones de años, según la OMM: La temperatura era entonces de 2 a 3 ºC más elevada y el nivel del mar superior de 10 a 20 metros al nivel actual.

Las emisiones de metano, procedentes sobre todo de las energías fósiles y a las actividades agrícolas, aumentaron en la última década. Su concentración alcanzó en 2017 un nivel equivalente a 257% del registrado antes de la Revolución Industrial.

+3,3 mm al año:

El alza del nivel de los océanos, variable según las regiones, fue de 20 cm de promedio en el siglo XX. Actualmente, se eleva a unos 3,3 mm anuales y el fenómeno parece acelerarse: el nivel de los mares creció de 25 a 30% más rápidamente entre 2004 y 2015, respecto a 1993-2004.

El deshielo de los casquetes de Groenlandia explica en parte este aumento. Pero la Antártida podría convertirse en el principal motor: antes de 2012, el continente blanco perdía 76.000 millones de toneladas de hielo al año. Desde entonces, la cifra se disparó a 219.000 millones.

Si el calentamiento se mantuviera en +1,5 ºC respecto a la era preindustrial, el nivel de los mares se elevaría de 26 a 77 cm de aquí a 2100, según las proyecciones de la ONU. A +2 ºC se trataría de 10 cm de más, es decir, hasta 10 millones de personas adicionales afectadas.

Sobre todo, a largo plazo, los casquetes de la Antártida y/o de Groenlandia podrían desestabilizarse entre +1,5/2 ºC, elevando los mares de varios metros a lo largo de los próximos siglos.

Catástrofes naturales:

El calentamiento ya está favoreciendo los episodios meteorológicos extremos, en particular las sequías y las olas de calor.

Hasta el 20 de noviembre, la OMM había registrado 70 ciclones tropicales en 2018, frente a una media anual histórica de 53.

Según algunos estudios, el número de sequías, incendios, inundaciones y huracanes ligados al desarreglo del clima se duplicó desde 1990.

Según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC), +2 ºC se traducirá en olas de calor en la mayoría de regiones y las precipitaciones asociadas a los ciclones serán más intensas.

Las pérdidas ligadas a las catástrofes naturales alcanzaron 520.000 millones de dólares anuales y precipitan cada año a 26 millones de personas en la pobreza, según el Banco Mundial.

Especies afectadas:

De las 8.688 especies amenazadas o casi amenazadas, un 20% ya se han visto afectadas por el cambio climático.

Los arrecifes de corales sufrieron un blanqueamiento masivo en los últimos años y una mortalidad récord. Los científicos destacan además una multiplicación de los episodios de canícula oceánica, que amenazan los ecosistemas marinos.


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