Los robles de Barranquilla

Por: Carlos Francisco Guevara Mann.


“¿Dónde”—preguntó Mayita—“podríamos conseguir plantones para la siembra con que la Junta Comunal desea celebrar el aniversario de la fundación de Bella Vista?” Le recomendé, por supuesto, el vivero del Instituto Nacional de Agricultura “Dr. Augusto Samuel Boyd”, el más completo y esmerado de Panamá. Con el apoyo del profesor Víctor Medina, la comadre consiguió allá muchos especímenes de excelente calidad.

Es oportuno que los aniversarios de acontecimientos históricos se conmemoren con siembras de árboles. Así se contribuye la arborización de una capital con cada vez más concreto y calor, y cada vez menos vegetación y verdor.

Décadas atrás, Polidoro Plata propuso para Barranquilla un programa similar. Don Polo, hombre cívico, quería agradecer a la ciudad su acogida desde que a mediados del siglo veinte llegó al Departamento del Atlántico, procedente de la Villa del Socorro, Santander. Inicialmente, intentó que el concejo aprobara un plan de reforestación. Cuando no lo logró, decidió impulsarlo él mismo.

A través de la Sociedad de Mejoras Públicas, a la que pertenecía, organizó la “Operación Primavera”, mediante la cual se sembraron miles de árboles en los parques, avenidas y jardines de la ciudad. La iniciativa, explica el columnista Alberto Martínez, “consistía en regalar las plantas a todo aquel que escribiera pidiendo una y notificara la nomenclatura de la casa donde sería sembrada. Por esta vía fueron plantados en 40 meses, en los años 70, unos 500 mil árboles en Barranquilla” (El Heraldo, 27 de enero de 2015).

Además, don Polo puso a prender miles de plantones, que colocó a la entrada de su hermosa casa en Ciudad Jardín. Allí los regalaba a los viandantes. Según lo recuerda su hija, la profesora Sara Plata, el que pasaba podía coger uno, dos, tres arbolitos—los que quisiera. Así pobló a Barranquilla de mangos, cauchos, almendros, ceibas, acacias, bongas, matarratones, lluvias de oro y otras especies, sobre todo, robles.

Gracias a Polidoro Plata, el roble es el árbol insignia de Barranquilla. Acá se llama “roble” al Tabebuia rosea, que los panameños conocemos con ese mismo nombre común, pero también al hermoso guayacán, al que los barranquilleros denominan “roble amarillo” (Tabebuia chrysanta).

Ambos son típicos de la campiña panameñay, además, adornan varios sitios de la capital. En Barranquilla, el proyecto de don Polidoro dio como resultado un poblamiento arbóreo digno de admiración. Es lamentable que en la actualidad casi un 70% de los árboles de la ciudad está afectado por la parásita conocida allá como “pajarilla” y en Panamá como “matapalo” (El Heraldo, 19 de abril de 2015).

En Panamá podría ejecutarse un programa de arborización como el que impulsó en Barranquilla don Polidoro Plata, junto con un plan de recuperación de los árboles existentes. Porque muchos están enfermos y necesitan atención o reemplazo. Las plantas actúan como pulmón; ya insistía don Ramón Guerra, conocido comentarista y político chiricano, en la importancia de sembrar “Á-R-B-O-L-E-S” como insistía, pronunciando cada letra con firmeza, en su programa diario en Radio Chiriquí. No lo olvidemos.


© Blogs Uninorte, 2015


(versión actualizada del artículo publicado en Revista Elite, Panamá, agosto de 2015)


Foto: Universidad del Norte, Barranquilla, Colombia. Centro de Producción Audiovisual de la Universidad del Norte


 

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