La tecnología al servicio del acceso universal a la educación

Por: María José Madarnás.

El artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce el derecho a la educación. No obstante y como muchos otros derechos recogidos en esta Declaración Universal, la realidad está muy lejos de cumplir con lo dictado en las normas internacionales.

Prácticamente todos los estados nacionales se remiten de uno u otro modo a esta Declaración Universal, pero muchos lo hacen como quien se remite a un ideal, como una declaración formal de intenciones que después no tiene correspondencia con las legislaciones nacionales o el cumplimiento efectivo de estas.

Sin embargo, allí donde las leyes no logran los objetivos deseados, la tecnología y la conciencia social pueden obtener importantes avances.

La expansión de Internet y el cierre de la brecha tecnológica.

Cuando en los albores de la expansión de la red de redes a principios de este siglo, algunas personas, como Bill Gates, mostraron su optimismo opinando que en pocos años el mundo estaría conectado, fueron duramente criticados por muchos que les recordaron que una importante fracción de la Humanidad ni siquiera tenía acceso a la electricidad.

Las situaciones de pobreza extrema persisten en distintas zonas del planeta y a cualquiera con un mínimo de empatía deben indignarle, pero sería cerrar los ojos a la realidad si no reconociéramos que la expansión de Internet se ha acelerado enormemente y está alcanzando a sociedades que antaño desconocían por completo las TIC (tecnologías de la información y la comunicación).

Un acusado descenso de los precios de la tecnología lo ha hecho posible. Desde el año 2.000, se ha multiplicado exponencialmente las redes inalámbricas, la cobertura UMTS primero, la 3G después y ahora la 4G. También se ha abaratado de manera drástica el precio de la telefonía móvil; los aparatos son más baratos pero tienen más autonomía y son capaces de hacer muchas más cosas, y a nivel global, las teleoperadoras han rebajado sus precios paulatinamente (aunque menos de lo deseable) mientras aumentan sus servicios.

Asimismo, la industria ha alumbrado el nacimiento de multitud de dispositivos portátiles cada vez más potentes y con más memoria. Sigue habiendo una brecha tecnológica considerable entre países ricos y pobres, pero ahora incluso algunas sociedades en vías de desarrollo pueden acceder a tecnología básica aunque les queden lejos los lujos (algunos dudosamente útiles) tecnológicos de los países ricos.

La educación como beneficiaria principal de los adelantos tecnológicos.

Puede que, precisamente por esa escasez, en muchos países que luchan por salir de la pobreza se ha visto a las TIC como un trampolín para compensar la falta de infraestructuras educativas.

Por ejemplo, las posibilidades de ensamblar tablets baratas con software libre han permitido que por inversiones moderadas, miles de alumnos puedan disponer de herramientas digitales de estudio. De este modo pueden acceder a numerosos fondos de conocimiento y análisis, bases de datos e informes que son mucho más baratos de almacenar y mantener en “la nube” que no en costosas bibliotecas físicas que solo quienes vivan próximos a ellas pueden disfrutar.

Del mismo modo, muchos proyectos que usan las TIC de modo colaborativo y sin ánimo de lucro, multiplican las posibilidades de acceso a la información y el conocimiento. Los ejemplos más claros son el propio software libre y la famosísima Wikipedia.

Otra opción son las muchas plataformas de MOOCs que han surgido. Los MOOC, que significa Massive Open Online Courses (Cursos Masivos Abiertos Online) ofrecen la posibilidad de acceder con una conexión a Internet a miles de contenidos específicos en cientos de materias diversas. Cada vez son más las universidades de todo el mundo que ponen MOOCs a disposición de millones de personas.

Igualmente debemos tener en cuenta los cada vez más eficaces traductores online, que posibilitan el acceso a contenidos en idiomas diversos o iniciativas como las bibliotecas digitales, la categorización de contenidos para diferenciar entre documentos escolares, universitarios o periodísticos o la digitalización de las piezas de los mejores museos del mundo, que proporcionan la posibilidad de visitarlos online sin colas ni límite de tiempo.

Uno de los factores más relevantes de esta revolución educativa es que no discrimina el acceso por motivos de género. Cualquiera que tenga conexión a Internet, sea hombre o mujer, niña o niño, puede acceder al mismo contenido, promoviendo así una igualdad de género esencial en las posibilidades educativas.

El mundo cambia muy rápido. Con una educación que aproveche al máximo los avances tecnológicos, está en nuestra mano que el mundo, además, cambie a mejor.


 

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