La sonrisa Colombiana

Las cuerdas de una humilde guitarra y la amplia voz colombiana le dieron un alegre sabor de América Latina al autobús mientras recorrimos entre nubes de tierra, paisajes naturales y ojos sonrientes y curiosos que observaban un grupo extranjero cruzar la aldea, donde niños corrían descalzos, abuelos sentados bajo la sombra de sus casas, y jóvenes dominaban las calles con sus motocicletas montadas en tres.

Después de una caminata a través de una calle que ya no dejaba el pasar de los autos, fuimos bienvenidos bajo un techo de paja para repararnos del sol ardiente. Ahí nos encontramos con la Asociación Agraria de Bolívar, un grupo organizado, con mensajes de profunda dignidad:

“El apoyo no lo queremos en una ayuda humanitaria porque somos productores, nosotros sabemos trabajar la tierra”.

La Asociación es un grupo de víctimas de paramilitares, desplazados y ex guerrilleros, los cuales gracias a procesos de ayuda psicológica y financiera lograron colaborar juntos para lograr un objetivo en común: la producción de ají, para el producto americano llamado “Tabasco”.

Los rostros reflejan historias de tragedia, pero aun así se iluminan de orgullo al contar sus experiencias de cómo han luchado para superar su pasado. “Yo soy victima del conflicto armado. Fui violada por un paramilitar. Estoy luchando por mis 8 hijos. Soy líder y estoy dando a la cara a toda la problemática de nosotras que fuimos víctimas del conflicto armado. Tengo problemas por amenazas y por ello he tenido muchos inconvenientes. Pero le doy gracias a Dios que vine a una ciudad que me brindaron mucho apoyo”- Tomasa.

Carlos Alberto, Darcia y Luis Daniel, niños de la Asociación Agraria de Bolívar

El grupo de productores nos acogió con mucho amor, en particular los tres niños a quienes les brillaban los ojos al sacar fotos con la cámara fotográfica de un tamaño que no habían visto antes. La curiosidad y entusiasmo de los niños nos invadieron con sus preguntas sobre la vida extranjera.

Continuamos nuestro viaje subiendo las montañas, entre las cuales se asomaban casitas de barro perdidas entre la inmensidad de la naturaleza de verde intenso.

Unos colores vivos de tonalidades de azul y de rojo llamaron la atención del grupo al llegar. Unas bellas hamacas colgaban de unos postes de madera. Algunos del grupo aprovecharon el descanso columpiándose tranquilamente abrasados por los tejidos de colores, mientras el grupo de “Luz y Vida” se presentaban. Una Asociación de Artesanos ( Hamaca y tejidos).

Niños de San Jacinto

“No teníamos nada. Ni una madeja de hilo. Hicimos la primera hamaca poniendo una madeja de hilo cada uno. San Jacinto es un pueblo afectado por la violencia. La mayoría de las personas desplazadas. Éramos una organización sin conocimiento sobre el funcionamiento de deberes, derechos y estatutos.

Era un negocio en el cuál había poco capital de trabajo. Limitaciones en la elaboración del producto. Aunque sabíamos hacer hamacas, no teníamos las características o los requisitos de calidad. Desconocíamos lo de los mercados artesanales. Pero gracias a Oportunidades Rurales nos hemos fortalecido, hemos crecido tanto en la parte empresarial como la parte personal y organizacional.

Ahora tenemos maquinas tejedoras, hacemos sandalias, bolsos, hamacas y artesanías. Luz y Vida está constituida por 21 socios, 19 mujeres y 2 hombres. Nos han dado capacitaciones empresariales. También capacidades de fortalecimiento organizacional.

Tenemos una competencia grande con las hamacas industriales. Tenemos que estar cambiando constantemente y estar al día con los colores y diseños que estén a la moda”.

Miembro de la Asociación “Luz y Vida”

Nos llevaron a la humilde casa de un miembro de Luz y Vida. En donde una hamaca grande radiaba colores a través de la oscuridad de la casa hecha en barro y palos de madera. Más tarde tambores y flautas de un grupo local exitoso “Los Gaiteros de San Jacinto” nos recibieron a la entrada del pequeño negocio de artesanías con música tradicional de Colombia.

Niños curiosos llenaron los alrededores. Y la sangre latina los impulsó a moverse al ritmo de la cumbia. Los miembros del FIDA compraron con entusiasmo bolsas y hamacas de todos los colores.

El siguiente grupo nos acogió con sus manjares dulces. La deliciosa miel llenaba de gozo las bocas de los miembros del FIDA. La Asociación de Productores Apícolas de Corozal, abrió nuestro conocimiento sobre el mundo fascinante de las pequeñas abejas. La sabiduría y profesionalidad del grupo nos llenó de asombro y  de curiosidad. Fuimos a visitar la granja de un miembro del grupo.  En donde varias cajas de madera contenían comunidades de abejas que volaban alrededor sin descanso.

La intensa mirada de uno de los miembros mayores, comunicaban una historia trágica. Sus ojos cargaban una experiencia de cuando había perdido su voz al subir una violencia en su garganta 10 años atrás. Pero su sonrisa y sus ojos expresaban mas que las palabras mismas. “me gusta mirar a los ojos a la gente”.

Después de arriesgar la picadura de una de sus adoradas abejas, nos alejamos de su hábitat. La pasión y dedicación de los productores por estas criaturas nos asombraron.

La oportunidad de los miembros del FIDA en una experiencia tan conmovedora nos dejó pensando al regreso sobre todo el trabajo que nos queda por delante, mientras observábamos los paisajes de Colombia al atardecer. Las realidades crudas de la gente y sus agallas para luchar contra sus limitaciones, nos hicieron valorar el esfuerzo constante del FIDA y de los proyectos. Nos quedamos con recuerdos de la sonrisa orgullosa de América Latina y el Caribe a pesar de la tragedia que esconde.  FIDA


 

SOURCE: FIDA

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