La marginalización de la gente

Por: Francisco Manrique.

Curiosamente, el pasado Post, Hay que combatir el pesimismo que nos invade en Colombia, tuvo una cuarta parte de la lecturabilidad que tengo semanalmente. Para el tema tratado, que quise compartir con mis lectores, tengo que confesar que me ha preocupado mucho, porque tenía una expectativa muy distinta. No sé cómo interpretar este hecho, pero no lo veo como una buena señal cuando el mensaje era muy positivo.

Hace una semana señalaba la necesidad de combatir el pesimismo, que hoy nos corroe en Colombia, y que tanto mal nos está haciendo. Como un buen ejemplo, terminaba con una nota sobre la victoria de Emmanuel Macron, quien se atrevió a quebrar la tendencia populista y nacionalista en Europa, utilizando un discurso basado en la esperanza y en la historia positiva de su país. Este caso es una bocanada de oxígeno para quienes han defendido la construcción colectiva de la Comunidad Europea, y de los valores culturales que la sustentan.

Otro mensaje positivo lo tuvimos esta semana. La señora May, perdió ganado las elecciones que convocó apelando al miedo y a tener un mandato para lograr unas negociaciones “duras” con la CE. En el proceso buscaba conseguir una mayoría apabullante para terminar de acabar con los laboristas.

Como su antecesor, May cometió un error de juicio político monumental y se pegó un tiro en la pierna al quedar con una mayoría muy precaria. Los laboristas despertaron a la juventud con un mensaje más positivo, y resucitaron fortalecidos. May posiblemente tenga que renunciar, con la ironía de que sean los laboristas los que entren al gobierno. Lo negativo es que el nivel de incertidumbre ha aumentado considerablemente ad portas de iniciar la negociaron con la CE

A pesar de estos casos exitosos, hay que reconocer que algo anda muy mal, cuando una democracia madura, como la norteamericana, elige a un tipo como Trump, que construyó su camino hacia la Casa Blanca, atacando al establecimiento sin compasión. Independientemente del uso descarado de las mentiras, y de todo tipo de artimañas sucias y totalmente cuestionables que utilizó, es indudable que las élites de ese país fallaron, como lo evidencia David Brooks en una columna del New York Times hace unas semanas. No se puede tapar la realidad y la pregunta obvia es: ¿qué pasó?

Hace dos semanas escribí un Posts sobre el colapso de la cultura occidental titulado El colapso desde adentro de la Cultura Occidental. En ese escrito hay varias consideraciones que valen la pena repasar. Pero en esta ocasión, quiero referirme a otra dimensión que complementa las reflexiones que se pueden hacer sobre esta materia. Veamos.

El llamado populismo, que se ha puesto de moda con la llegada de Trump al poder,  el Brexit en la Gran Bretaña, y las mentiras descaradas del No en Colombia, tienen algo en común. Su poder fue el canalizar la frustración y la furia de los votantes en contra del sistema, al que culpan de todos sus problemas. Son personas que se siente marginadas y afectadas por la realidad que perciben está en su contra. (Ver mi blog de hace tres semanas.)

Para estas personas “cualquier pasado fue mejor”. Hoy sienten que los cambios no los han beneficiado, además de que no los entienden. Según su forma de ver el mundo, se han convertido en “los seres invisibles” y marginados de la sociedad.

De acuerdo al sociólogo Robert Nisbet, una persona que se siente alienada y marginada, es porque “está en un estado mental que encuentra remoto, incomprensible y fraudulento, el orden social. Son personas que han perdido la esperanza y el deseo, son apáticos, están aburridos con su situación, y siente hostilidad hacia el mundo que los rodea. Esperan que haya alguien que destruya el sistema y cambie su situación. Pero en la práctica no tienen un plan para conseguir sus deseos, ni criterios claros de como lograrlos”.

El problema grave de fomentar la marginalización de la gente, es que se promueve la desconfianza que impide construir una visión colectiva para la sociedad. Como lo menciona Brooks, se genera una cultura de cinismo y de prejuicios negativos, que impide ver lo positivo de cualquier situación. Sus instigadores son los profetas del desastres donde todo es susceptible de empeorar, y los actos mejor intencionados se juzgan siempre  bajo el lente de una mala intención.

Con esta óptica, es imposible tener conversaciones productivas sobre temas trascendentes, y que afectan a toda la sociedad. La música de fondo que las acompaña está condicionada por los excesos, las mentiras y un profundo pesimismo. En cuanto más negro se pinte el futuro, mejor les va a quienes defienden esta interpretación de la realidad.

El uso del miedo es el instrumento que utilizan para castrar el buen juicio y la prudencia. Les interesa despertar las más bajas pasiones de sus seguidores que normalmente terminan en violencia. Sin rubor alguno, distorsionan la realidad, utilizando las mentiras como medio para promover el pesimismo, y así justificar sus propósitos de llegar al poder por cualquier medio.

Brooks muestra cómo la marginalización genera una mentalidad de suma cero donde siempre alguien gana a consta de lo que otro pierde. El resultado es muy negativo: la exclusión. Desde esta perspectiva se puede explicar el rechazo al extranjero, el repudio a quienes tienen otra fé, o la exclusión de personas que piensan diferente. Valores como la diversidad y la inclusión, no tienen cabida en este mundo cerrado, desde donde se ve con sospecha todo lo que sea distinto o no se entienda.

Ahora que se ha agudizado el depreció por los partidos políticos, y quienes se ganan la vida de la actividad política, vale la pena señalar el inmenso peligro que esto tiene. Ante el desprestigio de esta actividad, se margina a mucha gente buena que podría ayudar a corregir el curso mejorando la gestión de las instituciones del Estado. El vacío lo llenan personajes sin escrúpulos, a quienes les interesa mantener el status quo para su propio beneficio.

El manejo del Estado, y la formulación de buenas políticas públicas, requiere de gente muy bien preparada, con integridad y vocación de servicio a la sociedad. Personas que con su ejemplo, generen una contra narrativa que combata las causas que alimentan la alienación y el cinismo de la gente, y que son fomentados resaltando solamente los aspectos negativos del Estado. Si esto no se corrige en el caso colombiano, tendremos a un número creciente de marginados e indiferentes, que serán carne de cañón fácil para los populistas criollos.

Pero también, la alienación y marginalización se deben combatir invitando a la participación activa e informada de la gente. Es necesario abrir espacios pedagógicos para que aprendan a expresar sus insatisfacciones, y dirimir sus diferencias, sin matarse o descalificando al que piensa diferente.


protestas Bogotá

Protesta de trabajadores en Bogotá, junio 6, 2017. AFP PHOTO / Raul Arboleda


Las marchas sociales, que hoy están cada día más en boga en Colombia, mientras no sean violentas, y en contra de los derechos de todos, son las primeras manifestaciones de lo que nos espera en esta campo en los próximos años. De la manera que estos espacios se orienten bien y se acompañen, dependerá que podamos colectivamente movilizar el descontento de una manera más productiva.

Lo que ha sucedido con los paros de los maestros, Buenaventura y Quibdó, es muy lamentable. Unas protestas que pueden tener mucha razón, terminaron perjudicando a miles de personas ajenas a las mismas. La parálisis del flujo de comercio exterior, la pérdida de los vuelos de pasajeros que no llegaron al aeropuerto, las personas que no pudieron movilizarse a su trabajo, no se deben de convertir en la norma de estas protestas. Claro, esto sucede porque el gobierno de Santos es cada día más débil, y “en río revuelto ganancia de pescadores”, especialmente en un año electoral.

Pero también, se necesita aprender a escuchar con respeto a quienes piensan diferente. Es muy importante abrirse a aceptar que “el otro” también puede tener la razón. Es fundamental que estas dinámicas fueran materia obligada desde la escuela, espacio sagrado donde se deberían de sembrar las semillas de una nueva cultura de convivencia e inclusión.

Y quiero terminar este Post con una reflexión que hace Brooks: “necesitamos combatir la alienación utilizando el realismo moral, con una mentalidad madura que reconoce las debilidades del ser humano y que siempre habrán problemas que afectan a la Nación. Pero esta realidad no debe ser razón para aceptar el cinismo peresoso ni la desesperación”. Solo desde estas bases puede haber esperanza de lo que se puede mejorar, y reconocimiento positivo de lo que hemos construido hasta hoy.

Las elecciones del 2018 serán una prueba de fuego para quien quiera “liderar” la transformación de Colombia, construyendo sobre lo que sus antecesores han hecho. Esto significa recuperar el orgullo de los avances realizados, y la confianza de que si nos unimos alrededor de una visión colectiva que nos inspire a todos, los problemas de hoy serán las oportunidades del mañana. Este fue el camino que Macron utilizó para llegar a los 39 años a la Presidencia de Francia, derrotando a los profetas del miedo y de la desesperanza en su país.


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