La generación del milenio y el nuevo liderazgo

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Por: Francisco Manrique. 


En esta semana tuve una serie de conversaciones sobre el futuro de Bogotá, que me dejaron con varias ideas en la cabeza, sobre las posibles causas raizales de los problemas que hemos tenido, en más de una década. Pero el tema es igualmente válido para analizar otros fenómenos que afectan a la sociedad colombiana.

Tengo una hipótesis que voy a desarrollar en este blog y que voy a compartí con el lector: una buena parte de la clase política de este país, está representada por aquellas personas que han convertido el ejercicio de esta actividad, en una profesión para lucrarse y no para servir,  y la mayoría de ellas, no están en sintonía con los grandes cambios que se están dando en el mundo.

Hoy el cambio es una constante, y la gente tiene que aceptarlo como parte de su realidad.  En este entorno, hay un inmenso vacío en el ejercicio del liderazgo desde la actividad política. Se necesitan personas que sean capaces de enmarcar los dilemas que generan los cambios, mostrar las oportunidades y los riesgos; líderes con posibilidad de inspirar unas nuevas narrativas que motiven y generen confianza; ser modelos de rol que orienten, desafíen y muevan a la gente normal a hacer cosas extraordinarias.

Hay varios elementos que caracterizan estos cambios. Las sociedades contemporáneas, cada vez más representadas en  las grandes mega urbes, son sistemas cada vez más complejos de gobernar. De hecho, lo que muchas políticos están descubriendo, es que los avances de la tecnología, sumados a un aumento creciente de población que ha llegado a la clase media, con mayores expectativas y capacidad de ingreso, los desconecta cada vez más de esa población urbana, y por lo tanto, son menos fáciles de manipular.

Sim amargo, la actividad política es fundamental en cualquier sociedad. Es el mecanismo que se utiliza para acordar unos mínimos vitales que le permite a la gente actuar efectivamente en comunidad. El problema que vivimos en la actualidad en Colombia es el abuso de esta actividad, que ha llegado a niveles realmente intolerables, lo que se refleja en una desconfianza alarmantemente en las encuestas. Es una actividad desprestigiada, que influye cada vez menos en la población, pero cuyas malas decisiones y pésimo ejemplo, tiene gran impacto en la cálida de vida de la gente.

La pregunta que surge es muy sencilla: ¿cuál es la alternativa?..¿una dictadura de extrema izquierda o de derecha?..Como lo decía Winston Churchill: a pesar de sus defectos, la democracia es el menos mal de todos los sistemas, y por esta razón, es que hay que protegerla contra los abusos de poder, y nos debe de preocupar su desprestigio, que aleja a gente capaz de verla como una opción legítima .

Sumado a lo anterior, es claro que hay una desalineación entre las necesidades y expectativas crecientes de la gente y la capacidad institucional para responder adecuadamente. De hecho, es muy evidente que, muchas de las organizaciones públicas, están hoy desbordadas. Un ejemplo clarísimo es el de la “Secretaria de la Inmovilidad” de Bogotá. Otro ejemplo es el tema de la Justicia y el de la salud en Colombia.

La realidad se impone: muchos necesidades insatisfechas, e innumerables problemas, con recursos limitados y capacidades organizacionales muy precarias. Esto se produce como consecuencia de la complejidad, a la que hice referencia, y que  se  ha desbordado . También, permite explicar el fenómeno de la colaboración creciente entre el sector público y privado, que hoy se está viendo en diferentes partes del mundo, y que es necesaria para enfrentar colectivamente los problemas que nos afectan a todos. Ver mi blog anterior.

Pero hay un fenómeno adicional que tendrá un impacto que aumentará la complejidad para los políticos tradicionales: en los próximos años, una clase emergente de jóvenes, pertenecientes a la generación digital, irrumpirán con gran fuerza en la vida política y social. Para ellos la tecnología es un medio donde navegan como pez en el agua, utilizan para conectarse, y para formar comunidades virtuales, con las que comparten muchas cosas. Esta brecha digital, sumada a nuevas expectativas, los aleja cada vez más de las generaciones anteriores.

Veamos algunos de los resultados de la investigación realizada por Telefónica y el Financial Time en 27 países del mundo, entrevistando 27.000 jóvenes de 18 a 30 años,  de las cuales 3.000 están en America Latina. Los resultados tienen aspectos muy interesantes para el futuro de países como el nuestro.

Un tema que llama mucho la atención: el nivel de optimismo de estos jóvenes en AL, siendo el doble del encontrado en otros países del mundo; esta generación piensa que la tecnología es la palanca para su futuro. Pero hay algo mas interesante en nuestra región: el 82% opinan que pueden cambiar las cosas y el 62%  que pueden hacer la diferencia a nivel global. Estas cifras son las más altas de la encuesta. Esta visión de futuro, que tienen la generación del milenio, tiene profundas implicaciones para el liderazgo político y económico que se nos avecina.

Entre los entrevistados, se identificó a un grupo del 11% que la encuesta definió como “los líderes del milenio”. Pero lo que es mas relevante: el 27% de este grupo fueron jóvenes colombianos, ocupando el primer lugar en la region !!!.

Hay que sumarle a lo anterior otro rasgo muy interesante para AL: el 71% muestra un  interés por su desarrollo profesional, y el 52% una orientación hacia el emprendimiento. El 53% piensan que la tecnología ayudará a cerrar la brecha entre quienes son pudientes y los que no lo son. Este dato contrasta  con el 62% que opinan lo contrario, en otras partes del mundo.

Hay otros temas interesantes de esta generación en AL: hay una preocupación muy alta, (72%), sobre las intervenciones que hay que hacer en el medio ambiente, como mecanismos fundamentales para cambiar las cosas. Contrasta esta cifra con  el 36% de los norteamericanos y el 53% en otros continentes. En la region, el 79% dicen aceptar otras religiones y el 28% aceptan la influencia religiosa en su vida, siendo la cifra más alta en la encuesta. Es una marca creciente de este siglo: la aceptación e inclusión de la diversidad por parte de los jóvenes.

Me he detenido en estas cifras por varias razones. La primera de ellas es porque son contra evidentes comparadas con la percepción que tienen las generaciones anteriores, sobre estos jóvenes. De hecho, esto fue muy claro en el desarrollo  de una conversación que tuve en esta semana, cuando afloró el escepticismo que demostraba una persona de más edad, sobre el poder de cambio que podría ejercer la generación del milenio. Ese puede ser un supuesto bastante equivocado para quienes, desde el sector político, le apuestan a manipular a esta generación.

Según el Economist , estos jóvenes tiene aspiraciones, que se salen del molde de sus antecesores. Están conscientes de los cambios que hay en el mundo, y están dispuestos a liderarlos utilizando la tecnología,como palanca para hacerlo. Ver blog hace dos meses.

Y aquí introduzco otro aspecto de las conversaciones que me han venido rondando en estos días. El profundo vacío de liderazgo que se percibe en Bogotá con Petro y sus antecesores de la última década, pero que también muestra el proceso de paz, como ya lo he comentado en otros blogs. Y sin embargo,  este fenómeno no solo es nuestro, también ha sido la marca de política en el mundo occidental. La crisis económica europea, el desastre de Obama, la corrupción que tiene postrados a los partidos políticos en España, sustentan mi afirmación.

No es de extrañar pues, el tremendo desprestigio de las agrupaciones políticas, que se perciben como asociaciones electorales temporales, para esquilmar los recursos públicos. Esto explica  el  fenómeno de la corrupción, que es hoy uno de los temas más graves que afecta la democracia en Colombia. Lo anterior se refleja en la apatía hacia la actividad política que se manifiesta en el abstencionismo en las elecciones. Y este fenómeno se vuelve más grave, cuando la desesperanza captura el imaginario colectivo, como ocurre en la actualidad en Bogotá, cuando este indicador es el más alto de la historia.

Estos hechos son sumamente graves para el funcionamiento ordenado de una sociedad. Más aún, si estas tendencias continúan aceleradamente, lo que está en juego es la sostenibilidad de un sistema democrático, que no está a la altura de los grandes y complejos retos que afronta.

En estas condiciones, un escenario posible podría ser, que terminemos como Venezuela, con lo que esto significa. Pero otro escenario posible, es la ingobernabilidad creciente que termine en una desintegración nacional. La verdad es que en la actualidad, no aparece el liderazgo político en el panorama nacional, que nos esté invitando a construir una narrativa diferente, que enganche nuestra imaginación, nos mueva emocionalmente hacia una visión de país en donde todos podamos caber y progresar. Ver mi blog anterior sobre la visión.

Pero hay un tercer escenario y lo sustento en la nueva generación que he descrito anteriormente. Como ya lo vimos, se ven empoderados por la tecnología y una actitud de sentir que pueden hacer la diferencia. Tal vez, para esta generación, haga mucho sentido la siguiente definición de liderazgo, que está muy alineada con sus nuevas realidades: el liderazgo se puede entender como el proceso de inspirar pedagógicamente en otros la responsabilidad colectiva, para adaptarse a los cambios que una comunidad necesita, y en función de un propósito compartido.

Es posible que surja una nueva generación de políticos jóvenes, no contaminados por las mañas de sus predecesores, capaces de movilizar a la gente hacia unas aspiraciones comunes donde colectivamente se asuman las responsabilidades y haya un balance con los derechos. Hoy hay un desbalance hacia los segundos y una falta de pedagogía política impresionante en cuanto a los primeros.

Me atrevo a hacer una afirmación. Tengo la esperanza que, en la medida en que suban los estándares educativos, disminuirán las posibilidades del caudillismo que ha sido la marca de AL en toda su historia. Lo mismo sucederá con la clase media y joven que está emergiendo, que será menos manipulable, y más dispuesta a reaccionar positivamente al ejercicio de un liderazgo como el descrito, y mas alineado con las nuevas realidades del siglo XXI.

Yo espero que de esta generación, surjan y se formen líderes inspiradores que nos inviten a los colombianos a construir colaborativamente entre todos, el nuevo capítulo de la historia colombiana, donde no usemos las balas para dirimir las diferencias, y reconozcamos que la diversidad del talento humano que tenemos, es el fundamento de una verdadera ventaja competitiva sostenible.  Invito al lector a ver  mi blog anterior .

Para finalizar quiero dejar unas preguntas abiertas al lector: ¿Qué estamos haciendo en Colombia para formar una nueva generación de líderes, con vocación de lo público, y que estén alineados con los cambios y los nuevos desafíos del siglo XXI?. ¿Cómo entender que es necesario un nuevo liderazgo que esté en sintonía con esta realidad?


 

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