La fuga de la realidad

Por: Robert J. Samuelson.

WASHINGTON – Tenemos todo tipo de propuestas de los candidatos presidenciales demócratas y republicanos, pero hay una curiosa desconexión entre lo que están abogando y los grandes problemas que el país enfrenta en la actualidad. Los candidatos parecen presos en una cápsula temporal. Los demócratas piden nuevos beneficios (subsidios para universidades, licencia familiar paga). Los republicanos piden recortes fiscales. Todo eso es familiar, pero también es una fuga de la realidad.

Quienquiera gane en las elecciones de noviembre del año que viene heredará tres importantes problemas internos que, aunque obvios, se los minimiza porque el aspecto político es muy desfavorable. (Excluyo la política exterior y el cambio climático). Juntas, estas tres realidades definirán el siglo XXI en Estados Unidos.

En primer lugar, somos una sociedad que envejece. “Se espera que el número de personas de 65 y más años aumente un 76 por ciento entre la actualidad y 2040,” dice la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés). El sector de 65 y más años de la población total ya se expandió. Ahora representa el 15 por ciento, mientras que en 1980 era de un 11 por ciento. Para 2040, se proyecta un 22 por ciento.

Inevitablemente, los costos del Seguro Social, Medicare (seguro de salud federal para los ancianos) y la asistencia de los hogares para ancianos bajo Medicaid (un programa de seguro federal y de los estados para los de bajos ingresos) crecerán drásticamente. Entre 1965 y 2014, los gastos del Seguro Social y de los principales programas federales de asistencia médica promediaron un 6,5 por ciento de la economía (producto bruto interno). Para 2040, la CBO proyecta que esos gastos excederán un 14 por ciento del PBI.

Si no reducimos los gastos del Seguro Social y Medicare—elevando lentamente las edades requeridas, recortando beneficios y aumentando las primas para los beneficiarios más ricos—enfrentamos recortes salvajes en otros programas gubernamentales, impuestos mucho más altos, déficits mayores o las tres cosas.

Segundo, Estados Unidos es una sociedad de inmigrantes. Y no se trata principalmente de los 11 millones de inmigrantes ilegales indocumentados. Éstos constituyen sólo un cuarto de los 45 millones de inmigrantes de hoy en día, según informa un estudio de Pew. Agreguemos los hijos y nietos de inmigrantes (muchos nacidos en Estados Unidos), y el total suma 72 millones, lo que representa alrededor de la mitad del crecimiento de la población norteamericana desde 1965.

La necesidad es que los inmigrantes se asimilen: que pasen a formar parte de la clase media y que se sientan principalmente norteamericanos. Aunque eso está ocurriendo, el proceso obviamente está incompleto. Muchos inmigrantes especializados que trabajan arduamente, constituyen una gran ayuda para la economía y se han incorporado a la corriente dominante. Pero eso ha sido más difícil para los no-especializados. En 2014, casi el 24 por ciento de los hispanos vivía por debajo de la línea de la pobreza del gobierno.

Si no reducimos la inmigración de los no-especializados, nunca progresaremos mucho en la lucha contra la pobreza. Nota: Entre 1990 y 2014, el número de gente por debajo de la línea de la pobreza del gobierno se elevó en 13,1 millones de personas. Un poco más de la mitad del aumento (7,1 millones) ocurrió entre hispanos.

Tercero, el crecimiento económico de Estados Unidos se ralentizó agudamente. Desde la Segunda Guerra Mundial, el crecimiento económico anual promedió un 3 o 4 por ciento. Ahora es de alrededor del 2 por ciento. Parte de la ralentización es un reflejo de la salida de los baby boomers de la fuerza laboral, pero el resto es un misterio. ¿Progreso tecnológico a la zaga? ¿Efectos de la Gran Recesión?

Cualquiera sea la causa, no hay un arreglo garantizado. El crecimiento económico más débil significa aumentos más débiles de jornales, salarios y recaudación de impuestos. Es más difícil pagar los beneficios del Seguro Social, impulsar a los inmigrantes a la clase media, financiar otros objetivos públicos y satisfacer a la masa que anhela un estándar de vida más alto. Para citar un cliché: Habrá más solicitantes para un pastel económico que se expandirá más lentamente.

Una sociedad con visión de futuro se concentraría como un rayo láser en estos grandes problemas con sus grandes implicancias para el porvenir. Parece posible hacer ajustes.

Tomemos el asunto de la inmigración. Para dar tiempo a que la asimilación se produzca, el país necesita limitar los inmigrantes no-especializados. Un gran acuerdo incluiría la legalización gradual de la mayoría de los trabajadores indocumentados de la actualidad a cambio de una mayor seguridad en la frontera, verificación obligatoria por parte del empleador de la categoría laboral del empleado y reducción de la inmigración legal. Pero muchos republicanos rechazan ese acuerdo; y lo que es peor, Donal Trump vilipendió a los inmigrantes como clase con su inhumana y poco viable propuesta de repatriar a los inmigrantes indocumentados.

Mientras tanto, los demócratas no muestran interés en limitar el crecimiento del Seguro Social y Medicare. En verdad, Hillary Clinton y Bernie Sanders piensan que el Seguro Social debe expandirse. Incluso si esos aumentos fueran respaldados por nuevos impuestos, agravarían el sesgo de los gastos del gobierno a favor de los ancianos y en desmedro de cualquier otra cosa.

Las elecciones no se producen sólo para ver quién gana. Miden y moldean también la opinión pública. Pero si no discutimos francamente los grandes asuntos—porque las opciones son tan impopulares—perdemos la oportunidad de forjar un consenso rudimentario. ¿Cómo puede actuar un gobierno democrático sin algún respaldo de la opinión pública?

Ignoramos esas grandes realidades sociales porque son muy polémicas. Hay un conflicto entre lo que es importante para el país y lo que funciona para los candidatos. El resultado es que las campañas habitualmente fallan como agentes de cambio y sacrificamos parte de nuestra capacidad de controlar el futuro.


© 2015, The Washington Post Writers Group


 

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