La encrucijada energético-climática urbana

Por: Carlos Javier Veláquez Muñoz.

En la reciente presentación de resultados de la Encuesta Nacional de Percepción de la Red de Ciudades Como Vamos, realizada por vez primera en Barranquilla, se mostraron algunos datos de interés relacionados con la cobertura y satisfacción de los usuarios frente a los diferentes tipos de servicios públicos domiciliarios, tema que despertó la curiosidad entre los participantes, dada la realidad de algunos servicios en la Región.

En términos generales, los manizalitas son los más satisfechos con sus servicios públicos. De los seis servicios evaluados (acueducto, alcantarillado, energía, telefonía celular, gas y aseo), Manizales ocupó el primer lugar de satisfacción en cinco de ellos, solo siendo desplazada en telefonía móvil por Barranquilla. Por su parte, Barranquilla, aparece en los primeros cinco lugares de la medición en todos los servicios; en telefonía móvil ocupa el primer lugar, mientras que en aseo y gas, el segundo.

En el otro extremo se encuentra Cali, otrora modelo en prestación de servicios públicos. Hoy esta ciudad es la peor evaluada, ocupa el último lugar en cuatro de los seis servicios, y el penúltimo en uno de ellos: aseo.

Pero como se señaló, el dato de mayor interés y preocupación aparece frente al servicio de energía, pues las tres ciudades de la Región Caribe que han acogido la iniciativa Cómo Vamos: Barranquilla, Valledupar y Cartagena; aparecen en los últimos puestos en percepción de satisfacción. La situación, sin duda, tiene nombre propio: ELECTRICARIBE.

Los últimos acontecimientos frente al servicio que presta esta empresa han llevado a todo tipo de especulaciones: que será liquidada; intervenida; que se quiere publificar de nuevo; que sobre ésta pesan todo tipo de demandas, etc. Sin embargo, y a pesar de que la situación es de por sí complicada, al parecer, pinta para ser peor, al menos en Barranquilla. Veamos por qué.

El gran motor del “desarrollo económico” de la ciudad es hoy la actividad constructiva; el licenciamiento de metros cuadrados en la ciudad ha batido todos los records. Ahora, la pregunta es: ¿ese aumento de metros construidos se ha realizado a costa de qué? Pues, nada menos que de hacer movimientos de tierra y remover zonas verdes que existían en cada una de las zonas de nuevo desarrollo.

En una ciudad que cuenta con escasos 0.89 metros cuadrados de zona verde por habitante, la remoción de las zonas trae, necesariamente como consecuencia, una mayor sensación de aumento en la temperatura promedio. La literatura científica señala, además, otra serie de consecuencias, y es, no solo el aumento, sino cambios en la climatología de las ciudades. Sin embargo, esta última hipótesis habría de demostrarla haciendo mediciones, pues no contamos con ellas.

Ahora bien, una mayor sensación de calor ha motivado a que los usuarios compren y utilicen más sistemas de acondicionamiento del aire; hoy existe una demanda cada vez más creciente de energía para abanicos y aires acondicionados. Frente a lo anterior, la pregunta es: ¿allí donde no había más que zonas verdes y ahora hay 5 apartamentos por cada piso en edificios de 10, 20, 30 y hasta 40 pisos, quien provee la energía para el mantenimiento de dichos sistemas?. Pues, la misma empresa que ha reconocido la vejez de sus redes, transformadores y acometidas; esa que, además, no hace adecuado mantenimiento preventivo y correctivo de sus sistemas.

Y si seguimos urbanizando, quitando zonas verdes y aumentando la temperatura promedio de la ciudad, convirtiendo a Barranquilla en una de esas “islas de calor”, y, por consiguiente, aumentando la demanda de energía tras la búsqueda de confort, ¿quién prestará el servicio? He allí el quid del asunto.

La generación energética de la ciudad depende hoy en un cien por ciento del uso de combustibles fósiles, dos centrales térmicas la producen, y la empresa ya mencionada, distribuye y comercializa. Y la pregunta es, ¿con el potencial solar y del viento existente en la ciudad, donde están los proyectos de generación fotovoltaica y eólica que nos permitan reducir la dependencia a los combustibles fósiles y obtener una energía más limpia y segura?

Nada se está haciendo al respecto. Lastimosamente en Barranquilla estos temas parecen de ciencia ficción y, por el contrario, tienen todo que ver con nuestro presente y futuro. Los efectos del cambio climático van a golpear con firmeza a los países ecuatoriales, más sin son megadiversos y de manera principal, en sus zonas costeras e insulares. ¿Qué estamos haciendo, cómo nos estamos preparando?

Termino con otra reflexión y pregunta: si el boom económico está en la construcción, bien valdría la pena saber cuáles son las buenas prácticas ambientales o normas técnicas sostenibles que nuestros constructores están empleando para acometer la transformación urbanística de la ciudad. Por lo pronto, no parece ajustado a los cánones del desarrollo sostenible quitar zonas verdes, edificar y luego entregar la cesión en un material sintético pintado de verde.

Es necesario e indispensable la formulación de una política pública local de fomento a la producción y uso de energías renovables, así como la redacción de un código técnico de la edificación, bajo elevados y estrictos parámetros de sostenibilidad ambiental. En el entretanto, es justo y necesario un debate para analizar el rol de la empresa prestadora del servicio y sus planes de transformación, reconversión y actualización.

Incomprensible que Unión Fenosa promueva las energías limpias y seguras en su lugar de origen y a nosotros nos quiera dar las contaminantes e inestables.


 

Debes loguearte para poder agregar comentarios ingresa ahora