Imaginarios de progreso

Por: Juan David Cárdenas. 

Los procesos de transición entre administraciones locales en distintas ciudades de Colombia marcan, no solo, el cambio de mandatario y modelo de ciudad, sino también, en algunos casos la primacía de determinado imaginario de progreso sobre otro.

En Colombia, y en muchos países en vías de desarrollo, ha tomado un alto vuelo la idea de medir el progreso en función de la cantidad de obras construidas o ejecutorias objetivamente verificables gracias a que se ven materializadas en vías, mobiliarios y demás “formas” materiales.

Es muy común que un gobernante sea mal evaluado o criticado si la ejecución del presupuesto no se ve reflejado en una nueva vía, un nuevo hospital o un nuevo colegio. Esto, en parte, debido al imaginario imperante que desde ciertos sectores políticos y muchos medios de comunicación, que asocia directa y únicamente la idea del progreso en las realizaciones materiales. La pregunta de fondo es, ¿Hasta qué punto las realizaciones materiales se conectan con la realización de los derechos fundamentales de los ciudadanos? Incluso, ¿Hasta qué punto las realizaciones materiales se dan en detrimento de la realización de los derechos individuales y colectivos?

En ciudades como Bogotá en los últimos doce años se dio un cambio, al menos parcial, en ese imaginario invirtiendo la prioridad hacia la realización de los derechos por sobre las realizaciones materiales. Esto, quizás, a ojos de los ciudadanos que se informan por los medios masivos, represento un retroceso si se analiza desde el imaginario material del progreso. No se construyeron tantas vías, andes, parques y otras obras que eran muy comunes en las administraciones “pre-izquierda”. Sin embargo se garantizaron de mejor manera derechos fundamentales a las poblaciones más vulnerables de la ciudad en aspectos como la salud, la educación y el bienestar social y familiar.

Es claro que los imaginarios no deben ser excluyentes, todo lo contrario, se debe buscar un punto de encuentro que permitirá a la ciudad un mayor consenso para la construcción de su futuro. La infraestructura es necesaria. Sin colegios, hospitales y demás mobiliarios públicos muchos derechos no se pueden ver realizados. Pero de nada sirve tener la infraestructura si esta no se pone al servicio de la realización de los derechos, mucho menos si sus modelos administrativos de basan enteramente en la lógica mercantil por sobre la dignidad de los seres humanos.

En este momento, se empiezan a definir los nuevos planes de desarrollo y las prioridades del gasto público para las políticas públicas que van a regir los destinos de las ciudades. Es necesario que se de este debate involucrando a los medios de comunicación cuya responsabilidad en la construcción y masificación de estos imaginarios es fundamental. Grave error seria, que como se ha pretendido en los primeros días, se oculte la inseguridad dejando de hablar de eso.

Detrás de la infraestructura, los parques, los colegios, las estaciones de Transmilenio y demás, se esconden historias de miles de ciudadanos que ni siquiera tienen la posibilidad de hacer uso efectivo de esos servicios. En ellos, prioritariamente en ellos, se debería enfocar la acción de las instituciones. Ya es hora de dejar de pensar que el cemento es la única vía hacia el progreso.

El progreso también se construye dignificando la vida de las personas y llevándolas a que sus derechos se vean realizados y garantizados. En esa labor, la infraestructura es simplemente un factor más. Debemos transformar nuestros imaginarios sobre el progreso.


 

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