Escondidos en el mundo de las mascaras sociales

Por: Giovanna Fuentes

¿Qué mascaras llevas y que no te has podido quitar, para darle paso a tu ser interior, a tu yo sagrado, a ese ser de luz, que llevas dentro de ti? ¿Eres consciente de la mascara que más usas?

En la búsqueda constante de aprobación, del miedo al qué dirán y de las reacciones de los otros, los seres humanos nos hemos escondido en un mundo de máscaras, que vamos construyendo incluso desde que somos niños para agradar inicialmente a papá y mamá y en la medida en que el círculo social se va expandiendo, entonces agradar a los amigos y otras personas con las que nos vamos relacionando.

Es cierto que la necesidad de crear vínculos y sentir pertenencia a un grupo es natural en la raza humana. Sin embargo, en esa necesidad de pertenecer hemos ido perdiendo nuestra originalidad, espontaneidad,  ya que a veces para  «sobrevivir» en cada ambiente creamos personajes que luego se convierte como la historia del caballero de la ‘armadura oxidada’, y que se va volviendo parte de nuestras vestiduras y cuando menos nos damos cuenta, y deseamos quitarlas estas se han adherido tan firmemente que es difícil luego cambiarlas, como le sucede al caballero del libro, que cuando quiso salir de esa mascara, no pudo quitársela hasta que no emprendió el viaje hacia su mundo interior.


mascaras

Pixabay


Luz y sombra

Todos tenemos una serie de máscaras, de roles, externos e internos, que van apareciendo según las circunstancias que vivimos, con quién nos relacionamos y según nuestras emociones, pensamientos y acciones. Algunas de esas mascaras tiene que ver con las experiencias de la niñez, con la relación con papá o mamá e incluso también estas impregnadas de información del clan familiar, de esas lealtades invisibles.

En esa sociedad de máscaras, no hay comunicación, no hay conexión, no hay comunión. Existe una desconexión con el niño a la niña interior, evitamos reconciliarnos con esas experiencias de la niñez que causaron dolor.  Entonces desde el niño interior, no queremos más sufrimiento, y nos quedamos instalados en la zona de comodidad, los residuos emocionales.   Estas mascaras tienen que ver con la luz y la sombra, con el aprendizaje y su zona.

En la zona de oscuridad:  donde hay una capa de protección, esta superidentificado con su zona de oscuridad, estar desconectado que todo lo ves negro, todo lo ves descentrado, no eres dueño de ti mismo, estás en una versión egoíca, no tienes energía vital, engachado con una capa de protección, de víctima..

En la zona de penumbra:   Llevas grietas, llevas heridas, estas en la zona de poca luz, no hay mucha luz, interesarte por ti mismo, yo me perturbo a mí mismo, pero no sé cómo salir, vives en ese juego de luz, sombra, las heridas siguen estando ahí, pero no te condicionan para interactuar, tú te conviertes en tu propio verdugo y no sales del juego de la culpa.  Se vive sin consciencia de asumir la responsabilidad de su vida, todo lo externo tiene que ver con lo que me sucede.

Zona de luz:  lo que te va a posibilitar transcenderlos es atravesar la capa de luz, el trauma queda registrado en el ejes o, y se manifiesta con fuerza cuando vives en la oscuridad en la inconsciencia, en esta zona, tu empiezas a interesarte por ti mismo desde lo genuino, desde el alma, desde ese yo sagrado, surge la expresión.   Empiezo a reconocerme desde ese espacio de la grandeza, desde reconocer mis dones, mis talentos.

Algunos de ellas, nacen en nuestra zona menos sana y nos empujan hacia actitudes y mecanismos que no nos benefician, otros surgen de nuestra parte equilibrada, más positiva, autónoma y nos ofrecen mejores posibilidades de representar ese papel al que a veces recurrimos para caminar en la sociedad del ‘qué dirán’.


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