Coaching para la vida afectiva: entrenamiento emocional para el amor

Por: Giovanna Fuentes.

En los últimos tiempos, la crisis en la relación de pareja se ha convertido en un tema recurrente en la vida moderna.  En un porcentaje importante las parejas no se sienten felices en su relación, pero no se atreven a mencionarlo ni a discutirlo para evitar el conflicto, no se hablan las cosas de frente y de fondo. Ambas partes de la pareja evaden los temas centrales de la relación.  El miedo hace de las suyas. La llama del amor comienza a apagarse.

Esa empatía y química que los unió en el pasado y que les hizo despertar mariposas en el estómago está agonizando. La inercia en la relación ha echado raíces, el aburrimiento, la falta de comunicación, el bajo deseo sexual, la desconfianza, se han instalado en la alcoba.


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Imagen cortesía de Stuart Miles en FreeDigitalPhotos.net


Las discusiones son cada vez más frecuentes. La convivencia y las cargas de los problemas usuales de pareja se han ido acumulando, el estrés y el cansancio se ha convertido en apatía y para colmo de males la infidelidad ha entrado en escena. ¿Tal vez te sientas identificado con la situación? o tu vida afectiva, se ha haya convertido en un tormento chino?.

¿A qué se debe esto?. En realidad, estamos ante un nuevo escenario antropológico y sociológico de la pareja en el siglo XXI, que está cambiando su estructura.  Hoy, las parejas no son las mismas de hace 20 o 30 años.

La dinámica social, el crecimiento de la mujer en el rol profesional y empresarial, la liberación generalizada de conceptos anticuados y conservadores sobre la relación de pareja, el desarrollo tecnológico, las redes sociales, el afán por la posesión de bienes materiales, el estilo de vida de las nuevas generaciones, abiertas a un mundo contemporáneo que exige igualdad y menos  exclusión, han incidido en la transformación de los paradigmas en las relaciones de pareja, tanto heterosexuales como homosexuales.

La concepción sobre la estabilidad en las relaciones ha cambiado.  Las parejas de hoy, no se unen bajo la premisa de ‘’vivir para siempre” (esto no es ni bueno, ni malo), en la medida en que exista conciencia del amor propio.  No obstante, se han trastocado los valores, en el sentido de que no se valora al SER, sino que en ciertas circunstancias se observa como un objeto de consumo inmediato.

En esta nueva concepción de la relación de pareja, la crisis está a flor de piel.  Un porcentaje importante de los ciudadanos ya no es feliz en su vida sentimental. El sufrimiento, la indiferencia, la decepción, la infidelidad, la resignación a la rutina, la falta de honestidad consigo mismo y con el otro, frente a los propios sentimientos, está a la orden del día.  La gente no se atreve a decir lo que piensa. Existe una especie de violencia silenciosa que acompaña a las parejas que buscan a toda costa lucir bien con el otro, pero también es cierto que esto es como tapar el sol con la mano, porque nada hay escondido bajo el sol. Tarde o temprano, las situaciones saldrán a relucir y esta vez, con más violencia.

Sin embargo, la procesión va por dentro.   Es verdad que también hay parejas que se aman, se respetan y se valoran y que han construido su relación en cimientos de amor verdadero.  Pero no todo es color de rosas en el mundo de las relaciones interpersonales.

No hay comunicación asertiva  

La crisis es en su mayoría promovida por la falta absoluta de comunicación de fondo, la comunicación sincera, sobre los sentimientos y sueños propios tanto de hombres como de mujeres.

No existe comprensión sobre la realidad del otro, su contexto emocional, historia personal, no hay comunión espiritual (ver en el otro su grandeza divina, como hijo de Dios, con el respeto que se merece).

Se vive en una especie de dejadez de la gente en cuanto a construirse a sí mismo (autodescubrimiento holístico: mente, cuerpo, emociones, autoestima, relación con La Fuente, conexión espiritual). No hay conciencia sobre la construcción de la relación desde el plano espiritual consigo mismo y con los demás.

A veces, las relaciones se construyen desde el amor generado por las cosas superficiales (química sexual, carro, cargo, posesiones materiales, físico, sexo), pero poco se preocupan por descubrir al  SER.  No se mira de forma integral y holística al otro.

Según estudios de coaching, el 99.9% de los seres humanos no se preparan para la vida sentimental, como si eso fuera natural. La experiencia ha indicado, que este es un campo claramente identificado en la Inteligencia Emocional como una habilidad que también puede desarrollarse: Amar de manera asertiva, ética y transparente.  Es verdad que los recién nacidos no llegan con un manual que hable sobre cómo desarrollar el músculo de la inteligencia emocional en los asuntos del corazón. Pero tampoco, nadie ha dicho que no se pueda desarrollar ese músculo en la vida adulta.

En ese orden de ideas, en el mundo del coaching existe un concepto que ha favorecido el entrenamiento y desarrollo de la inteligencia emocional para la vida sentimental.   Como Love Coach, me he dedicado a apoyar a los individuos a desarrollar el músculo de la inteligencia emocional para aprender a disfrutar la vida sentimental.

A veces, cuando las parejas entran en crisis antes de desarrollar conciencia sobre lo que está sucediendo en su vida afectiva, se opta por seguir en esa zona de confort (que los mantiene atados a la frustración, el enojo, la ira, las discusiones, el distanciamiento y la rutina).   El ideal es que la gente cambie de pecera y tome la decisión de ir hacia la zona de aprendizaje para crear nuevas experiencias en su vida.

Algunas personas se resignan a su suerte, en vez de buscar apoyo para transcender la crisis afectiva y comprender que la relación de pareja es el reflejo de su mundo interior (es decir, tiene que ver con creencias, experiencias de la niñez y relación con sus padres).

Por lo general, cuando se vive una crisis se busca culpar al otro. Las personas no reconocen su propia responsabilidad en esta circunstancia. La gente de manera inconsciente a veces piensa que el problema es de su pareja, así que se enfocan en los aspectos negativos de su compañero(a) en vez de poner el espejo retrovisor y preguntarse cuál es su responsabilidad en lo que está sucediendo?

¿Cómo puedo convertirme en mejor esposo (a) desde una perspectiva asertiva, y no desde una postura de víctima, sino desde una actitud responsable?.

En la convivencia diaria, algunos individuos descubren que se han equivocado y que su pareja no es lo que soñaban, sino que por el contrario se ha convertido en un obstáculo para avanzar en su proyecto de vida. A su vez, otros en realidad han encontrado su alma gemela, solo que no encuentran la iluminación para superar la crisis por la que atraviesan.

Pero a veces llega un momento en la vida, en que puesta la relación en una balanza, se llegue a la conclusión de que esa relación ya definitivamente no funcionará. Y aquí es necesario aclarar, que si hay algo peor que un matrimonio roto, es precisamente dos seres humanos infelices y deprimidos enjaulados en una relación que nunca funcionará, pero en la cual no se toman decisiones por miedo, por comodidad económica, por el qué dirán, etc.

Hay un momento en la vida, en que el coraje y la valentía son necesarios para salvar la vida de años de desengaños, frustraciones, iras, rechazos, etc, todo lo cual es un paquete demasiado tóxico para un ser humano normal, en cuyo caso, la salida de la libertad, es una bocanada de nuevo aire vital, así sea que de manera temporal pueda estar solo. Y aquí debemos decir, que la vida nos trae momentos en que es verdaderamente inteligente estar solo, para recuperar mi YO, y pensar acerca de la importancia de la vida y de la importancia del presente y de mi futuro, que muchos sacrifican en medio de actitudes de cobardía disfrazada de prudencia, pero esto también lo cobra la vida.

Pero también, debemos afirmar que la crisis no significa necesariamente divorcio. Es normal que en una relación de pareja se presenten altibajos, motivados por factores internos y externos, como por ejemplo, las responsabilidades económicas, la crianza, la falta del diálogo, etc…

Pero no siempre la crisis debe desatar el rompimiento. Por el contrario, podría convertirse en una oportunidad gigante de autodescubrimiento sobre ti mismo y tu vida afectiva, para crecer juntos.


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