¿Y ahora qué?

Por: Francisco Manrique

Las condiciones estaban dadas para que ardiera el país. No debería ser una sorpresa para nadie, y menos para Duque y su partido, quienes no supieron leer, ni conectarse, con las consecuencias  de la pandemia y  su profundo impacto en la sociedad.  Es cierto, el covid-19 fue una lotería que tuvieron que enfrentar y que cogió al mundo entero por sorpresa. Pero esto no los excusa  para asumir la responsabilidad por sus acciones y omisiones, durante los tres años que han estado en el poder, para entender que había un peligro inmenso de que se nos incendiara el país como sucedió en Chile.

La afirmación anterior adquiere aún más validez,  cuando ya se habían prendido las primeras llamas en Colombia a finales del 2019, y que se creyó de manera equivocada, que habían sido sofocadas por las cuarentenas que encerraron a la población durante el 2020. Pero las condiciones, que estaban latentes, fueron agravadas por la crisis de la pandemia.  Su impacto postró a la economía y borró los avances  logrados en las últimas décadas, en temas como la reducción de la pobreza entre otros retrocesos.


Colombia pasiones jovenes joven protesta

Pixabay


Como unos pirómanos, Duque y Carrasquilla,  prendieron de nuevo y de manera irresponsable la hoguera. ¿Cuales eran estas condiciones que no vieron y que hoy nos tienen en la peor encrucijada de la historia contemporánea de Colombia?

  • Un material altamente inflamable: desigualdad, desempleo, crisis de salud y violencia.
  • Un entorno muy complejo con vientos huracanados crecientes: una desconfianza generalizada, polarización, vacío evidente de liderazgo, desistitucionalización de los partidos políticos, sistema judicial inoperante, Congreso incapaz, corrupción  desbordada, y unas redes sociales que facilitan la orquestación de la revuelta.
  • Una chispa: una reforma tributaria desconectada con la realidad social actual y un manejo asombrosamente inepto de la misma.
  • Mas combustible sobre la hoguera: el oportunismo político de Petro y los sindicatos de izquierda, un problema visto solo desde  la óptica del orden público y  del terrorismo,  el uso excesivo de la fuerza pública, un presidente inexperto que se quedó solo y sin capacidades de liderazgo y pedagogía.

Esta situación,  es el espejo del que le escuche a un analista chileno sobre la realidad de su país, cuando explicaba los antecedentes y las consecuencias de la crisis que se desató el 18 de Octubre del 2019. Y como es un buen  reflejo de nuestra situación, de nuevo vale la pena poner los ojos en este país, porque nos puede servir para poder contestar hoy la gran pregunta que tenemos en Colombia: ¿Y que sigue?

Chile ha sido un referente en AL por la forma en habían manejado su proceso de desarrollo y superado crisis muy complejas desde hace cincuenta años. Pero irónicamente, cuando el actual presidente Piñera, afirmara  a principios de Octubre del 2019, que su país era un ejemplo de estabilidad, en un continente convulsionado, días después  le estalló la más grande protesta social en muchos años.

Su afirmación se desmoronó en un instante, con unas consecuencias posteriores impredecibles, que nadie las había previsto. Esta explosión de indignación social, se produjo porque las condiciones estaban dadas para que se prendiera la hoguera, y volara por los aires la sensación de invulnerabilidad y prepotencia de Piñera y la élite empresarial chilena. Ver lo que hoy está sucediendo en Chile, nos puede ayudar a iluminar mejor el proceso y las posibles consecuencias de la crisis sin antecedentes que hoy estamos viendo en nuestro país.

Como el análisis del caso chileno, que tuve la oportunidad de escuchar en estos días, es fascinante, preocupante y muy relevante, para entender nuestra situación actual, me voy a  referir a los puntos que más me llamaron la atención.

Por las implicaciones  políticas y económicas, que llevaron que finalmente a  Piñera a perder el manejo del país, los mensajes más importantes fueron los siguientes. Hoy Chile es una sociedad caracterizada  por unas grandes brechas que dividen a su sociedad: la desconexión entre la izquierda y la derecha que están cada vez más distantes, la desconexión entre la élite y el pueblo, y el abismo creciente generacional

Comencemos por una pregunta muy importante: ¿cuál es el rol de la juventud en lo sucedido en Chile y como es el perfil de este grupo poblacional que hoy lo caracteriza?

No puedo decir que lo que escuche haya sido una sorpresa para mi, pero tengo que confesar que me impacto muchísimo porque me abrió los ojos sobre las dinámicas que hoy definen esta generación, que en pocos años asumirá la responsabilidad de manejar a su país, pero que la crisis política actual, ha acelerado su participación e impacto.

En una encuesta reciente a jóvenes de 15 a 30 años se encontró que es la generación que quiere cambiar a Chile la caracteriza lo siguiente:

  • No ven en la política el camino para resolver los problemas y conflictos de la sociedad.
  • Ven las redes sociales como el vehículo para expresarse, movilizarse y conectarse
  • Es una generación sin miedo al poder, a la autoridad, el cumplimento de las reglas y los límites.
  • No le encuentran sentido a la división de izquierda/derecha que ha moldeado el comportamiento político hasta ahora.
  • Buscan la satisfacción inmediata
  • El 60% de los entrevistados participaron activamente en las marchas
  • Solo el 35% estuvo de acuerdo con la declaración del estado de emergencia decretado por Piñera durante los disturbios.
  • El 80% justificó y lo considero legítimo  el no cumplir con el pago del transporte que fue la chispa que prendió la hoguera

Es una generación que demanda justicia, coherencia, transparencia, respeto, empatía, innovacion.

Cuando una sociedad no cree ni el el rejo de las campanas, no tiene el capital social que le permite entenderse desde la diversidad y la complejidad, para poder tener unos mínimos acuerdos que le posibiliten enfrentar los problemas que afectan a todos sus miembros. En el caso de Chile, las encuestas sobre la confianza de los habitantes en sus dirigentes y las instituciones, está en los niveles más bajos desde que se lleva este registro.

Para el caso chileno, se encontró una válvula de escape temporal para calmar las violentas protestas sociales, que también dieron alguna pausa durante la pandemia el año pasado. Pero al igual que Colombia, se volvieron a prender hace algunos meses. Se encontró un enemigo común que había que cambiar: la Constitución de Pinochet. Lo que salga de este cambio a través de una Constituyente, es muy difícil de predecir. Lo que se puede apostar, es que dado el entorno actual tan caldeado, las sorpresas serán muchas.

Otro aspecto que me llamó la atención es que la  crisis, que hoy afecta a país austral, ha llevado “al derrumbe” de unas certezas, traducidas en fantasías, que diferenciaban a Chile de otros países latinoamericanos.

  • La  movilidad social basada en el trabajo duro y la educación,
  • La inmortalidad y la Libertad donde el estar vivo mañana y moverse con libertad no se cuestionaba
  • La estabilidad económica que garantizaba poder tener dinero para vivir.

Y algo que me impacto aún más,  del análisis hecho sobre Chile, es el cambio tan dramático de los escenarios y las prioridades  de antes de la crisis de octubre del 2019, después de ella  y hoy en la situación actual.

  • De un foco en el mercado, a uno más en el Estado, para terminar hoy en la pregunta : ¿quien nos podrá salvar?
  • De una clase media creciente volver la atención sobre la pobreza, el hambre y el desempleo.
  • Del crecimiento económico, a las demandas sociales para terminar en un foco en las necesidades básicas de salud y alimentación.
  • De la capacidad de gestion, a un nuevo liderazgo efectivo y empático.
  • De la unidad y el consenso social, a la polarización.
  • De las certezas a la incertidumbre y el miedo.
  • De la confianza institucional, eje: los Carabineros, a una gran desconfianza en ellos .

¿Qué nos puede enseñar el caso chileno para interpretar y proyectar el caso colombiano?

Son varias las reflexiones que se pueden hacer. La primera de ellas, es el tremendo error que comete un gobierno cuando no es capaz de leer las necesidades de la sociedad y se desconecta de ella. Brilla por su ausencia la capacidad de empatía, y abunda la prepotencia y la soberbia.  Esto lleva a un manejo de los problemas complejos y ambiguos, con un enfoque puramente técnico,  sin entender que muchos de ellos requieren de serios procesos de adaptación y por lo tanto de liderazgo.

La segunda reflexión es enfocar las marchas sociales, como solo actos de terrorismo y vandalismo, cuya única respuesta es el uso excesivo de la fuerza pública, con el consiguiente impacto en el desprestigio y su legitimidad. Esta aproximación abre un abismo entre la dirigencia política y el pueblo que impide la gobernabilidad,

Pero ademas, es la oportunidad de oro para que los agitadores profesionales como Petro, se posicionen como la única solución. Ellos si tienen todas las respuestas a las angustias de la gente, ellos si los comprenden y los pueden ayudar. Claro, el resultado final es Venezuela, pero eso se olvida fácilmente,  cuando el miedo , el hambre y la desesperanza, son las emociones dominantes de una sociedad. Los agitadores lo saben y buscan exacerbarlas aún más porque son su gran oportunidad.

Y de aquí comparto algunas lecciones del caso chileno que escuche en la presentación de hace tres días.

  • Con argumentos y estadísticas  no se combaten las emociones.
  • Se necesitan liderazgos que sepan hacer las preguntas pertinentes, y tengan el coraje de aceptar los fracasos, valoren las controversias y acepten que no tienen todas las respuestas.
  • Lo que fallo es “El  modelo” a escala nacional y planetaria. Esta surgiendo un nuevo paradigma y una “nueva normalidad” sin reverso.
  • Colapsaron las ideologías y las narrativas del siglo XX y hay un gran desencanto con la globalización y la democracia.
  • Las protestas se gestionan, reorientan, se enmarcan distinto y  no se “solucionan”.
  • Como en el judo, la resistencia no se resiste sino se canaliza.
  • La solución y “ los milagros” no deben de esperarse solo del Estado y la dirigencia política.
  • Las empresas tienen que desempeñar un papel más activo para ayudar a cerrar las brechas que afectan a las sociedades donde operan.
  • La incertidumbre llegó para quedarse y con ella el desorden y el miedo. Hay que improvisar.
  • Las soluciones técnicas a problemas adaptativos pueden destruir una democracia.
  • Los privilegios no justificados, generan cada vez más rechazo y resentimientos, en las sociedades con expectativas crecientes.

Como se puede observar de los puntos anteriores, los avances logrados en el pasado, no inmunizan a una sociedad de los cambios en las expectativas  de la gente que avanzan más rápidamente que la capacidad del sistema democrático para responder a ellas. Y cuando hay un shock tan grande como la pandemia, este desnuda las brechas que no fueron atendidas y pone a prueba la capacidad institucional, el liderazgo político, y el capital social para responder. Lo que se observa en Chile y ahora en Colombia, es que vamos por el camino equivocado y esta es la realidad. ¿Qué hacer? En el próximo blog veremos si es posible prender la luz de la Esperanza.


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