Un cambio de paradigma para enfrentar la drogadicción?

Por: Francisco Manrique.

Es evidente que la guerra contra las drogas, que ya cumple casi medio siglo de haber sido declarada por Nixon, como consecuencia del impacto que estaban teniendo los narcóticos en las tropas durante la guerra en Vietnam, es un estruendoso fracaso. Los datos hablan por sí solos.

Según informes oficiales, hoy el costo estimado en los Estados Unidos es de US $ 500.000 millones anuales solo por la crisis producida con el consumo de los opioides, sin incluir la cocaina y otras sustancias. Para no hablar del impacto por la destrucción de la estructura familiar, especialmente en la población negra y latina.

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Imagen cortesía de Marin en FreeDigitalPhotos.net

Hoy este país tiene el mayor número de personas en el mundo encarceladas por problemas de droga. El sistema punitivo que está vigente hace cinco décadas, no ha tenido ningún efecto positivo en la disminución del tráfico o el consumo de drogas.

Desde que los gringos declararon esta estúpida guerra contra lo droga, países como el nuestro han pagado también unos costos que no se compadecen con los resultados obtenidos. En Colombia el impacto en nuestro sistema democrático, en vidas humanas y en términos económicos  no tiene comparación con ningún otro país.

Hoy, vemos como nuestra agenda con gringos, sigue narcotizada, como si fuera el único tema de real importancia que une a las dos naciones, especialmente en la era Trump. El proceso de paz con las FARC, va a terminar siendo una inmensa frustración gracias al papel de la Coca cuyos cultivos se han disparado desde hace tres años, alimentando a las bandas crimínales y a los excombatientes que se les han unido.

Surge la pregunta obvia después de la evidencia acumulada del fracaso de esta guerra: ¿no hay otra alternativa que nos saque de la trampa en que hoy estamos colocados?

Pues bien, el desgaste y los costos de continuar con el paradigma vigente contra las drogas, ha llevado a buscar alternativas que resulten más efectivas. En el 2001 el gobierno de Portugal descriminalizó la posecion de las drogas mientras en los Estados Unidos redoblaban el camino punitivo. Como consecuencia, las estadísticas de casi dos décadas muestra una caída significativa en las muertes por sobre dosis en Portugal. Y como lo reporta el NY Times en un artículo reciente sobre la materia, en los Estados Unidos éstas son 50 veces superiores.

En Canadá, se ha tomado la decisión de suministrar sin costo heroina a los adictos que no pueden liberarse de ella, pero bajo supervisión médica.

En Holanda el objetivo de la política sobre drogas consiste en reducir su demanda, el suministro y los riesgos para los consumidores, las personas que los rodean y la sociedad. Se  reconoce que es muy difícil impedir que la gente no las utilicen. Usan unas tiendas de café para vender pequeñas cantidades de drogas blandas. Esto permite concentrar los esfuerzos en los grandes delincuentes que las distribuyen.

En la actualidad, en los Estados Unidos hay 8 estados donde se ha legalizado la marihuana. Pero hay otras aproximaciones que están emergiendo en algunas ciudades en este país, que han tenido un alto impacto por el consumo de drogas y donde las aproximaciones punitivas no habían dado resultados.

Uno de estos casos fue documentado por el New York Times: el experimento de tratar la drogadicción como un problema de salud. la historia es muy interesante. El fiscal del condado de King en Seattle resolvió tomar un camino diferente al de criminalizar a quienes eran capturados por posición de drogas. Esto sucedió porque la experiencia personal con su hermana menor, quien después de huir de su casa a los 14 años, fuera abusada y inducida a las drogas.

Gracias a esta experiencia, el fiscal comenzó a ver los casos de drogadictas bajo un prisma diferente. Los métodos tradicionales no eran efectivos. El resultado real era que se aislaba a estas personas de sus familias y de las redes de soporte cuando debía ser lo contrario para superar el problema.

A partir del 2011 se inició un programa para ayudar a los drogadictos de una manera diferente. Adictos no violentos y que aceptan ayuda, son enviados a un servicio especial. Seis años más tarde, los resultados han sido contundentes. Disminuyó a más de la mitad la posibilidad de ser arrestados, aumentó al doble la posibilidad de poder alquilar vivienda y lograr un trabajo. Y el costo es menor cuando se le compara con el de los métodos anteriores.

Los testimonios de las personas que han pasado por el proceso son muy elocuentes. Agradecen que hayan sido tratados como personas con problemas de salud y no como unos delincuentes sin futuro. El objetivo de darles un ambiente de apoyo, cuidado médico y oportunidades de trabajo, ha hecho una gran diferencia. Es parte del respeto a estos seres humanos que han caído pero que se han podido levantar de nuevo para ser ciudadanos productivos.

Hace unos meses, se tomó la decisión de no criminalizar a personas en posición de drogas en dosis menores de un gramo, pero los vendedores si son aprehendidos. El proceso iniciado sigue su marcha. Este ejemplo muestra que el camino penal no ha resuelto el problema. Al revés, les ha hecho la vida miserable a los apresados en la cárcel y agudiza su dependencia de las drogas.

El caso de Seattle se ha extendido a 59 municipalidades que han decidido tomar el camino de la salud y no el punitivo para enfrentar la drogadicción.

Para terminar este Post quiero transcribir el párrafo con el cual el columnista Nicholas Kristof del NYT  se refería a la guerra de su país contra las drogas:

“Es muy difícil pensar en una política que haya fallado más definitivamente que la guerra Americana contra las drogas. Esta política le ha costado trillones, arruinado a decenas de millones de vidas, roto la estructura familiar, exacerbado inequidades raciales y sin embargo todavía tenemos una sobredosis fatal cada siete minutos en los Estados Unidos”

Afortunadamente, casos como los de Portugal y Seattle, muestran que se está gestando un cambio para abordar el problema del uso de las drogas como un desafío de salud y no como un problema judicial y de policía. Los costos incurridos han sido inmensos y los resultados obtenidos, lamentables.

¿Será que podemos aprender de estos cambios en Colombia?


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