Los jefes horribles

Por: Francisco Manrique.

En este Post, quiero mostrar otra arista de la importancia del manejo emocional, especialmente cuando no la hay. En este caso, quiero ponerle la luz, a los comportamientos inadecuados  resultantes, cuando las personas llegan a una posición de poder, ya sea en el sector público como en el privado, y se vuelven “unos jefes horribles”

El tema es muy  relevante, cuando se avecinan las eleciones regionales, y se va a votar por los mandatarios que van a manejar los destinos de las ciudades capitales y los departamentos. Su importancia aumenta, cuando nos movemos en un entorno político altamente polarizado, donde es necesario elegir personas competentes en su manejo emocional.

A las posiciones de poder en el sector público y privado, muchas veces llegan personas que tienen una inteligencia emocional nula. Sus comportamientos irreflexivos, explosivos y abusivos,  causan un impacto muy negativo en quienes los rodean. Son personas que  utilizan el miedo y el atropello, como su forma natural de actuar. Abusan de su poder mientras lo tienen, y lo hacen a un costo muy alto para la organización que dirigen, porque generan un ambiente emocional tremendamente negativo.


jefe gerente empleado trabajo

mohamed_hassan / Pixabay


Cuando no tienen una buena competencia emocionsl, al mandatario de turno le queda muy difícil de rodearse de personas competentes y tiene un problema de gran inestabilidad, como fue el caso de Petro en Bogotá. O dan un pésimo ejemplo, como lo demuestran dos experiencias recientes.

El caso de Vargas Lleras, famosos por su temperamento irascible, cuando le dio un coscorrón a su guardaespaldas, accion que posiblemente le costó no llegar a ser presidente del país. Esta semana, acaban de suspender de su cargo al alcalde de Bucaramanga, por haber golpeado a alguien, porque no supo controlar su irascibilidad.

Por las razones anteriores, es muy importante tener muy claros los criterios para evaluar a los candidatos que quieren llegar al poder. Especialmente, examinar su pasado, no solo en términos de pulcritud, honestidad y competencia, sino también en el manejo de sus relaciones con sus subalternos y colegas. El tema es relevante, ya que su mal comportamiento, emocional, puede tener un impacto muy negativo en su gestión, pero también, con su mal ejemplo, puede atizar aún más el clima de miedo y odio que hoy se vive en nuestro país,

Para entender mejor mi comentario, quiero tomar una carta que le envío Clementine Churchill a su esposo recién se iniciaba la II Guerra Mundial. Hay que recordar, que Churchill era famoso por su comportamiento explosivo y displicente con quienes interactuaba a todos los niveles.

“Hay un peligro de ser visto con hostilidad por parte de sus colegas y subordinados, por la manera ruda, sarcástica y dominante. He visto el deterioro de su comportamiento, usted ya no es la persona amable que solía ser. Es su responsabilidad la de dar instrucciones, y si estas no se cumplen, usted tiene el poder de despedir a cualquier persona, salvo el Rey, el Arzobispo de Canterbury y el Speaker de los Comunes. Dado este terrorífico poder, usted debe de tener la urbanidad, la amabilidad y de ser posible, una calma Olímpica. Solo se puede reinar guardando la propia compostura”

Afortunadamente para Inglaterra en el momento más crítico de su historia, Churchill como Primer Ministro, tuvo la inteligencia de hacerle caso a su mujer, cuando enfrentaba a Hitler en la Batalla de Bretaña.  Tomó  la decisión de cambiar su comportamiento para lograr ganarse la confianza de sus subalternos y colegas, que permitieron que su país ganara esa batalla, y después la guerra con el apoyo americano y ruso.

En un reciente artículo en el NY Times, sobre Amy Klobuchar, senadora por Minnesota que se a lanzado como candidata para la Presidencia en el 2020, se analiza su actuación  anterior. En el artículo se referían a su pésimo comportamiento con sus subalternos. Por ejemplo, se hizo público que la senadora perseguía a quien renunciaba de su equipo, tratando de  impedir que la persona pudiera acceder a una nueva posición. También, se hizo visible su comportamiento paranoico porque piensa que la están espiando. Y en general, el artículo es una denuncia pública, por los maltratos  a su equipo de trabajo.

El resultado de esta situación es una altísima rotación de colaboradores que acompañan a la senadora. Ella se defiende con el argumento de que es muy exigente y tiene unas altas expectativas de quienes trabajan en su oficina. Pero como lo dice el artículo, su comportamiento no se justifica, porque es “horrible”, para quienes tienen que soportarla en su trabajo. Y hay una gran diferencia entre tener un jefe exigente a uno horrible.

Otro caso muy conocido es el de Steve Jobs cuando fundó la Apple. Evidentemente era una persona brillante que llevó a esta compañía a ser la empresa de mayor valor bursátil a nivel mundial. Sin embargo, como lo muestra las biografías y películas que de Job se han hecho, era un déspota con quien no estaba a la altura de sus expectativas. Parece que en la última etapa de su vida pudo recapacitar y moderar su comportamiento, dado el desbastador efecto que tenía en sus colaboradores.

Hay personas brillantes, como Jobs, que sin embargo por tener una inteligencia emocional nula, y un comportamiento horrible con sus subalternos, no pudieron lograr el impacto que seguramente buscaban en sus cargos. El caso de Jobs es la excepción a la regla de este comentario, porque lo común es un inmenso desgaste organizacional.

No es fácil inspirar a otros y ganarse su lealtad, cuando el motivador es el miedo a ser humillados y perder su trabajo, muchas veces sin justificación. Y mucho menos, pretender dejar un legado memorable soportado sobre estas bases. Tampoco, es posible sostener unos resultados en esta época, donde la gente vota con sus pies y se pueden ir a otra organización. Es un tema especialmente sensible con los milenials que hoy no tienen la misma lealtad, o el aguante de sus padres y abuelos, para permanecer mucho tiempo en el trabajo.

Ahora bien, el ser un jefe que es percibido como una buena persona con sus subalternos, no es suficiente par garantizar los resultados. Antes de Churchill, su antecesor Neville Chamberlain. le caía bien a su gente y colegas, pero su ineptitud fue la que convenció a Hitler, de que podía desafiar al Imperio Británico, y salirse con la suya. El resultado fue la II Guerra Mundial que devastó a Europa.

La persona que no es capaz de manejar sus estados emocionales, y reaccionar con ira y explosivamente, demuestra una clara falta de auto control. Este tipo de comportamiento, impacta muy negativamente la capacidad de liderar una organización o una comunidad. Mina la confianza de quienes son los colaboradores y genera muchos enemigos. Esto le sucedió a Nixon y en la actualidad a Trump.

Un efecto muy nocivo de este tipo de jefes “horribles”, es que les impide rodearse de personas talentosas. El peligro, es que lo hacen con gente que no se atreve a confrontarlos, y se convierten en sus cómplices. En estas condiciones, la organización queda expuesta a los caprichos y cambios abruptos del estado de ánimo del jefe.

En casos extremos como el de Trump, está incompetencia emocional se traduce en fallas éticas gravísimas, en pésimas y caprichosas decisiones, que hacen imprevisible los resultados de cualquier gestión. Las personas que han trabajado con este personaje, cuentan del caos que se vive al interior de La Casa Blanca. Y su ejemplo para la Nación no puede ser peor.

Este ejemplo es muy grave por otra razón: con su comportamiento  horrible, Trump tiene el poder de afectar la vida de millones de personas, no solo en su país, sino también a nivel mundial. Lo puede hacer,  porque es la cabeza de un país que es todavía muy poderoso, pero que ha perdido mucho de su lustre, poder y respeto, precisamente porque dejó de ser un ejemplo para otro al elegir a un personaje  “horrible” al poder.

Con los ejemplos mencionados, es evidente la inconveniencia de tener a personas en posiciones de dirección, cuyo temperamento explosivo, falta de inteligencia emocional, y de auto control, promuevan un clima de emocionalidad negativa, basada en el miedo, el irrespeto y el atropello de sus colaboradores, así como en el manejo de quien los critican abiertamente por sus comportamientos “horribles”.


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