Las preguntas que nos esperan

Por: Francisco Manrique.

En las últimas semanas he escrito siete Posts sobre el proceso de la Habana, sin contar los que he compartido con mis lectores desde hace cuatro años, cuando tenía un espacio en semana.com. Ahora que ya contamos con un acuerdo, y el Gobierno Santos está jugado con sus resultados, nos toca a la totalidad de los colombianos, que podemos salir a las urnas, decidir si ejercemos nuestro derecho al voto para definir nuestra posición de respaldo o de rechazo a lo pactado.

En este Post quiero compartir con el lector unas preguntas, que complementan las reflexiones que he hecho en los últimos tres Posts, y que me surgieron al terminar de leer los cinco puntos del documento del acuerdo.

Pero quiero también hacer mención de una preocupación que me surgió en estos días, después de una conversación que sostuve con una persona que es asesor de varias familias muy adineradas de este país. Uno los dos temas, porque ambos tienen que ver con el deterioro de la situación económica, que estas personas perciben, ante la priorización que ha tenido la agenda de la Habana por parte de Santos, en detrimento de otros aspectos urgentes de la sociedad.


FARC Colombia

Archivo, agosto 30, 2016. AFP PHOTO / ERNESTO GUZMAN JR


Vamos por partes.

Cuando se llega a unos acuerdos que buscan tener efectos de largo plazo, porque pretenden introducir cambios significativos en una sociedad como la nuestra, hay que tener muy presente el nivel de incertidumbre que se genera, en relación a los resultados que realísticamente se pueden conseguir. Y como siempre pasa en estas circunstancias, hay que tener en cuenta los efectos no esperados, que nos pueden sorprender, porque se busca intervenir un sistema complejo, donde hay una gran resistencia al cambio y no hay una visión común.

En mi Post anterior, Tiempos políticos y tiempos de cambio, mencionaba que veía con mucha preocupación el desfase que hay entre los tiempos políticos y los que se necesitan para hacer los cambios que se han acordado con las FARC. Muchos de ellos, corresponden a temas que históricamente la sociedad colombiana no ha querido abordar en el pasado. Con lo sucedido en la Habana, parece que nos llegó la hora de enfrentar esta realidad.

Y como en la salud, cuando uno dilata por mucho tiempo una operación, el trauma que se produce es mucho mayor. Al final al paciente le toca aceptar que si no se somete a la intervención, el riesgo de morirse aumenta exponencialmente y la operación se complica mucho. En el caso de un país como Colombia, esto significa ser una sociedad irrelevante en el entorno mundial, cuyo desarrollo se ve frenado, porque no fue capaz de superar décadas de degradación y muerte.

Este es el caso de varios de los puntos del acuerdo de la Habana, donde se ha buscado enfrentar esta realidad, que tanto daño nos ha hecho. En el documento, se le ha querido dar un nuevo rol al campo y al campesino en el desarrollo del país; abrir los espacios de participación democrática, especialmente en las zonas que siempre fueron marginadas; cambiar las balas y la violencia, por la dialéctica y el voto; mirar con otros ojos el problema de los cultivos ilícitos; reconocer a las víctimas que pagaron con sus vidas toda esta estupidez.

Pero como nos lo recuerda el adagio popular que: “el camino al infierno está sembrado de buenas intensiones”, es conveniente hacerse varias preguntas duras, para entender la magnitud del desafío que nos espera, como sociedad en los próximos años, para no descarrilarnos en el camino, como le pasó a Guatemala y El Salvador. ( ver blogs: 8 junio 2013, 17 junio 2016). Es como el paciente antes de que lo operen, que debe de tener claras las preguntas, antes de someterse a la intervención. Sabe que está en manos del medico durante unas horas, pero después, es a él a quien le corresponde hacer el trabajo de adaptarse para salir adelante. Esta es exclusivamente su responsabilidad.

A la luz de las reflexiones anteriores me han surgido varias preguntas generales que las ofrezco para inspirar en el lector, muchas otras que seguramente hoy le rondan en su cabeza. El tenerlas claras, da la tranquilidad para poder depositar un voto consciente, no movido exclusivamente por la emisión, en el entendido que las repuestas a muchas de ellas se tendrán que construir “al hacer el camino al andar” :

¿Qué tan preparado está el Estado para implementar efectivamente cada uno de los puntos acordados?

¿Cuáles son los mayores riesgos y cuál es el plan para enfrentarlos?

¿Qué tan preparados están los colombianos, para participar activa y responsablemente en la reconstruccion del tejido social, que tanto daño ha sufrido durante más de cinco décadas?

¿Cómo van a preparar las FARC a sus integrantes para incorporarse a la vida ciudadana, cuando la mayoría de ellos, nacieron, crecieron y se formaron, en una cultura autoritaria desconectada del mundo actual?

¿Cómo se piensa sostener el esfuerzo, por parte del Estado y de la sociedad, que va a demandar años de trabajo en la implementación de lo acordado, cuando no tenemos una cultura de perseverancia y visión colectiva de futuro?

¿Cómo convertir la apuesta hecha por Santos en una agenda nacional de largo plazo, cuando la sociedad colombiana está profundamente dividida y las partes ven realidades tan distantes y distintas?

¿Entiende los colombianos, que viven de los centros urbanos, y que no han sido tocados de manera directa por el conflicto, que les llegó la hora de incorporar al desarrollo del país a los otros colombianos que han sido históricamente marginados?

¿Entendemos todos que el acuerdo resuelve menos del 6% de los hechos de violencia en Colombia, y que el 94% restante nos corresponde a todos asumir nuestra responsabilidad y dejar la indiferencia?

¿Será que el acuerdo de la Habana nos puede servir, para identificar en que nos podemos unir los colombianos, y que nos permita convivir y celebrar, como lo hacemos colectivamente cuando gana nuestra selección de fútbol? ¿Qué nos falta? ¿Qué necesitamos para que esto ocurra?.

¿Está consciente el Gobierno de Santos, que mientras se ha concentrado la atención de la agenda pública en la Habana, hay muchos empresarios que ya votaron con sus pies?

Me explico: Mientras la agenda nacional se ha concentrado en la paz, el Gobierno ha descuidado un pilar fundamental que es el aparato productivo. Hablando con un asesor de familias con muchos recursos, me comentaba que habían identificado 1760 empresas que habían tomado la decisión de salir de Colombia. Y que por primera vez, desde que acompaña a las Oficinas de Familia en varios frentes para el manejo de sus patrimonios, está aterrado de ver el número de personas que están renunciando a la ciudadanía colombiana y están aplicando en otros lugares.

Confirmando esta tendencia, escuché al presidente de una gran empresa colombiana, que habían tomado la decisión de montar una nueva planta de producción en el sur de los Estados Unidos. La razón en estos casos es la misma: la inestabilidad y la falta de confianza que les generaba hoy el país, porque la agenda de paz, no tenía en cuenta que Colombia tiene hoy, un entorno con costos tributarios comparativos muy altos, y no había seriedad en el cumplimiento de los compromisos adquiridos.

¿Qué piensa hacer el Gobierno respecto a lo anterior, cuando por falta de previsión, se descuidó el aparato productivo del país, y se apostó a los precios altos del petróleo, para financiar los gastos del Estado en más de un 50%, situación que hoy ya no existe y hay muy pocas probabilidades de que se reverse?.

En el próximo Post, me referiré a cada uno de los capítulos y las preguntas individuales que me han surgido. Lo hago con él ánimos de prepararnos mentalmente para enfrentar mejor parados el reto de lo que viene , en el caso de que el referéndum por el SI salga adelante.

Y lo que viene son muchas preguntas duras que tenemos que hacernos si queremos de verdad aprovechar la oportunidad que se tendría en este escenario. Ahora bien, en el caso contrario, también sería necesario hacernos otras preguntas más duras aún. Pero en los dos casos, las consecuencias van a impactar a las próximas generaciones.


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