Él post conflicto sin las Ciencias Sociales

Por: Francisco Manrique.

Le he pedido la autorización al Dr. Carlos Tognato, para publicar en mi Post un artículo que escribió recientemente para la Silla Vacía. En la actualidad se desempeña como catedrático de la Universidad Nacional en Sociologia, y como director del Centro de Estudios Sociales y Director del Centro Nicanor Restrepo Santa María para la Reconstrucción Civil. Doctor en Economía, es también Faculty Fellow Center for Cultural Sociology en Yale University, y Fellow del Indo-Pacific Governance Research Centre de la University of Adelaide en Australia.

Durante la próxima década Colombia tendrá una explosión de conflictividad social, un Estado estirado al límite de sus capacidades frente a la tarea histórica del posconflicto, recursos escasos para la cantidad de compromisos, y unos populismos en ascenso. Encima de eso, es probable que el ELN, o unas de sus facciones, no se desmovilicen y lidiar con ellas en este contexto será extremadamente difíciles.

En una etapa en la cual el Gobierno y buena parte del Congreso no querrán ‘dañar’ el clima de la paz, el Estado tendrá que enfrentar a un adversario radical que demandará respuestas más en un plano cultural y político que militar. A diferencia de las FARC, el ELN tiene amplia presencia en el sector social y educativo. Ahí, sus anillos de respaldo han logrado aprovechar la alianza entre sectores de la sociedad civil y sectores de la academia para legitimar su plataforma política y justificar la violencia.

Esto llevará al Estado a responder en un terreno que entiende poco y en el cual, por falta de capacidades, ha cometido un rosario de errores, deslegitimando así su acción. Adicionalmente, los actores sociales y educativos afines al ELN han desarrollado capacidades de transnacionalización de su lucha que sobrepasan las capacidades tradicionales militaristas o clientelistas de contención por parte del Estado.

Uno esperaría que el Documento CONPES sobre “Política Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, 2015-2025” proveyera una estrategia dirigida al manejo de estas complejidades, pero no es así. El actual borrador en construcción propone formar capital humano altamente calificado para mejorar la productividad laboral e incrementar la competitividad del país. Insiste sobre la necesidad de establecer incentivos y reglas propicios para un alto rendimiento del sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación, pero no muestra entender los efectos diferenciales que esas reglas e incentivos tienen sobre los diferentes campos del saber.

Resalta la necesidad de propiciar el encuentro entre demanda en innovación y oferta, pero desconoce que no siempre se demanda lo que un país requiere y que el papel de los líderes es exactamente llenar esa brecha. Enfatiza los sectores energético, agro, salud, biotecnología, nuevos materiales y TIC, y curiosamente el papel de las ciencias sociales y humanas desaparece. Más en general, paz y posconflicto no se abordan en el CONPES, dejando la impresión de que por su concepción y aproximación podría fácilmente aplicarse a Costa Rica.

Para alistar una base de conocimiento para el posconflicto, Colombia tiene que reconocer lo siguiente.

Primero, el fortalecimiento de las capacidades del país en ciencias sociales y humanas tiene un valor estratégico para lidiar con los desafíos arriba mencionados. Por ejemplo, entender cómo transformar las guerrillas en organizaciones democráticas o cómo manejar la protesta social durante la transición es algo que las áreas STEM, es decir, ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, no pueden ofrecer.

Segundo, tener más doctores en ciencias sociales y humanas tampoco se traduce automáticamente en mayores capacidades para resolver los problemas del posconflicto a menos que esos doctores estén formados en enfoques y metodologías capaces de contribuir a solucionar los problemas en vez que a profundizarlos.

Tercero, las ciencias sociales y humanas, dados los vínculos del radicalismo armado con ciertos sectores de la academia, constituirán un escenario en el cual agentes no democráticos buscarán consolidar su presencia, ampliar sus anillos de respaldo, cristalizar sus redes transnacionales y fortalecer su capacidad de influencia sobre la sociedad, en especial en aquellos segmentos con agravios sociales. Un Estado incapaz de valorizar debidamente a las ciencias sociales y humanas terminará consignando ese sector a sus adversarios.

Finalmente, el posconflicto exige formar capital humano entre segmentos específicos de la sociedad para remediar sus actuales falencias. Me refiero en particular a dos de ellos: la izquierda y las fuerzas armadas.

En los años 70s y 80s personalidades cercanas al Partido Comunista Italiano y a su sindicato terminaron haciendo sus doctorados en economía en los EEUU, por ejemplo en MIT, y en Inglaterra. En Colombia necesitamos una estrategia similar para formar capital humano en la izquierda colombiana de manera tal que logre su admisión en los mejores doctorados del mundo en economía, negocios, y políticas públicas.

De la misma manera necesitamos formar doctores en las fuerzas armadas colombianas en sociología, antropología, ciencias políticas e historia en los mejores centros académicos del mundo. Así, no solamente podrán lidiar con los nuevos contextos de la guerra, sino podrán evitar que, después de haber ganado la guerra contra las FARC, terminen perdiendo la paz.

En los EEUU el General Petreus tiene un doctorado en relaciones internacionales en Princeton y Montgomery McFate, impulsora del giro cultural en las ciencias militares norteamericanas, tiene un doctorado en antropología en Yale y es egresada en derecho de Harvard. Esta tarea de formación aplicaría también a la Fiscalía, la Policía y al Ministerio del Interior.

Ojala la actual directora de Colciencias, otros altos funcionarios del Estado, los líderes del sector privado y los líderes de la sociedad civil entiendan que, sin alistar nuestra base de conocimiento para el posconflicto, sembraremos las bases para una deriva preocupante que buena parte del pueblo colombiano no quiere vivir.

Este artículo escrito por un catedrático e investigador extranjero, que decidió trabajar en Colombia en el seno de la Universidad Nacional, es muy valioso. En especial, cuando se complementa con la lectura del libro “Creating a Learning Society” de Joseph Stiglitz, Nobel de Economía. En ambos casos, se apunta a un tema común: el papel cada vez más crítico del conocimiento, el aprendizaje y la innovación, en los procesos de desarrollo. Donde las ciencias sociales y humanas, también juegan una rol fundamental para la innovación social.

En momentos en los cuales se busca cerrar un capítulo de horror en la historia colombiana, el Dr Tognato muestra la incoherencia y poca importancia que el Gobierno y sus dirigentes, le dan a estas materias para ayudar a hacer una transición llena de peligros, pero también de oportunidades. A mí no me extraña esta situación tan frustrante, como tuve la oportunidad de explicarlo en un blog anterior : “Creando una narrativa de innovación para la paz”.

Al analizar las omisiones del documento CONPES señalados por Tognato, utilizando el libro del Dr Stiglitz, se ve más claro el problema:

…lo hemos enfatizado reiteradamente, los mercados no existen en el vacío; los gobiernos definen las reglas del juego, y de la manera en que estas reglas se escriban, es uno de los determinantes claves de una economía que aprende y como se crea la sociedad del aprendizaje. 

Lo que está en juego es, si sesenta años de violencia, nos permitió aprender algo como sociedad, tema especialmente relevante para competir en el contexto del paradigma emergente de la Nueva Economía. Sin embargo por la diminuta importancia que le damos al uso del talento, en temas tan críticos como el post conflicto, donde las Ciencias Sociales y Humanas no se les asigna papel alguno, no es posible ser muy optimista hacia adelante.

Para profundizar en el punto anterior, en el próximo Post voy a compartir las reflexiones que más me llamaron la atención del libro de Stiglitz, por su pertinencia para entender nuestra realidad en estos momentos tan críticos para el país.


 

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