El peligro del éxito

Por: Francisco Manrique.

“El éxito es un pésimo maestro. Seduce a la gente inteligente a pensar que no pueden perder” ( Bill Gates)



Desde hace dos años, y con un intervalo de seis meses entre sí, escribí tres blogs comentando los acelerados cambios que se estaban dando en el deterioro de nuestra situación económica en Colombia y en América Latina: “La fiesta se acabó“, “Abrocharse los cinturones“, y “Con los calzones abajo“. En todos ellos, mis comentarios se relacionaban con un hecho contundente: estábamos embelesados por “el éxito del desempeño económico colombiano”. Como consecuencia, el Gobierno y muchos empresarios, perdieron la capacidad de leer las señales del entorno.

Lo que me lleva a reafirmar una creencia que me acompaña desde hace muchos años: no hay cosa más peligrosa que el éxito. La razón es muy sencilla. Hay un experimento muy famoso en donde a una rana se la coloca en un recipiente con agua hirviendo, y tan pronto la toca, salta con fuerza para alejarse del peligro. Pero si a la misma rana, se la coloca en el mismo recipiente con el agua fría, y lentamente se va aumentando la temperatura, el sentido de peligro se adormece. El resultado final es que el animal puede morir incapaz de reaccionar.

El éxito mal fundamentado, es el equivalente del agua tibia que adormece la capacidad de ver y leer oportunamente  las señales del entorno. Y al final, el desenlace final es el mismo: la muerte.

El ciclo de expansión de la China, que se inició con mucha fuerza a principios de la década del nuevo siglo, trajo una gran demanda por muchos commodities, entre ellos el carbón, el petróleo y también los alimentos. Este ciclo expansivo de más de diez años, catapultó a las economías latinoamericanas, al estrellato de los paises de más alto crecimiento. Este fenómeno se aumentó después de la crisis del 2008, cuando Europa y los Estados Unidos, entraron en la peor recesión desde 1929. Pero como sucede en la vida, “de eso tan bueno no dan tanto”, la destorcida llegó y nos cogió con las pantalones abajo.

Los paises y las empresas, que le apostaron a un modelo de crecimiento, basado en la sostenibilidad de los precios altos de las materias primas y no a su capacidad innovadora para  generar valor, hoy están pagando las consecuencias. Y se está recordando una lección muy importante: el éxito es relativo, los cambios son una constante. Pero también,  la sostenibilidad, vía la innovación permanente y la capacidad de reinventarse constantemente, son los verdaderos fundamentos del éxito en el largo plazo en el siglo XXI.

El tema salió a colación con mucha fuerza, hace algunas semanas, en una reunión que tuve en una petrolera muy importante de nuestro país. En un tiempo récord, gracias al uso inteligente de la tecnología, y capitalizando la experiencia de sus ejecutivos en zonas similares en otras geográficas, esta organización logró posicionarse como una de las compañías líderes en su industria.

Con el éxito de sus resultados, vinieron las adquisiciones, la exploración de nuevos campos petroleros en otras geográficas, un tren de gastos muy altos, la arrogancia y el sentido de que nada era imposible. Sus acciones cotizadas en bolsa, se volvieron en las recomendadas para grandes fondos de inversión. La descolgada del precio del petróleo, que hace un año estaba a US$110 el barril, y que hoy está a niveles por debajo de US$40, pero con alta probabilidad de que su precio siga cayendo, ha significado literalmente  un terremoto  para esta empresa y su sector. Lamentablemente, también lo ha sido para la economía colombiana, por su dependencia del petróleo, y cuyas debilidades hoy son evidentes.



Cuando hay  chorros de dinero, como los hubo en la industria petrolera durante este ciclo largo de precios altos, y todo el mundo aplaude su aporte al desarrollo económico, el ego se infla, la soberbia nubla el buen juicio y se bota por la borda la prudencia. Estos dos temas son las primeras víctimas de esta situación. Las palabras productividad, ahorro, innovación y eficiencia se pronuncian pero no se aplican. Y al final, se ha comprometido seriamente la supervivencia de la organización que la cegó, el cuento de su propio éxito. Pero el mismo tema  también compromete la sostenibilidad del desarrollo de un país.

Historias como la de esta empresa petrolera, se cuentan a montones, y muchas de ellas han acabado muy mal. Algunas dominaron su industria por muchos años, y creyeron que sus éxitos pasados eran garantía para mantener su permanencia futura. En todos estos casos, el común denominador fue el mismo: la ceguera del éxito que les impidió ver el cambio en el paradigma en el cual, habían basado su crecimiento.

El ejemplo de los barones de los ferrocarriles en los Estados Unidos, a finales del siglo XIX, que no vieron venir la era de avión; Western Union con el telégrafo, que no midió el impacto del teléfono de Alexander Bell;  y más recientemente Remington que no entendió el surgimiento de los computadores; o Kodak que no aprovechó el mundo digital que ayudó a crear; también Nokia que no reaccionó a tiempo a la competencia del iPhone; o Blockbuster que no midió el impacto de un nuevo modelo de negocio por internet como Netflix. Todos ellos no vieron los cambios en las tendencias, porque repito, su éxito no los dejó ver.

Ahora bien, detrás de todos estos casos hay una dinámicas muy interesantes que han sido estudiados por la Psicología. Por no entenderlas, podemos tomar decisiones muy equivocadas porque no nos atrevemos a cuestionar los supuestos, que las fundamentan. Uno muy poderoso: como tuve éxito en el pasado, asumo que si sigo haciendo lo mismo, lo tendré hacia el futuro.



Los modelos mentales son las creencias y los supuestos no cuestionados, a través de los cuales filtramos de manera inconsciente la información que le llega a la mente. Son el resultado de nuestra formación, experiencia y cultura que nos rodea.  A partir de ellos, desarrollamos estereotipos, o marcos de referencia, que nos sirven para simplificar la comprensión  de la realidad, que es cada vez más compleja por el exceso de información que recibimos.

El problema que tienen nuestros modelos mentales, es que nos llevan a tener percepciones erróneas de la realidad , también  a conclusiones y decisiones equivocadas.

El peligro más grande es el siguiente. De manera inconsciente, preferimos buscar la información  que confirma nuestras creencias y supuestos actuales. La que no cumple con esta condición la rechazamos. Esto se conoce como disonancia cognoscitiva. La razón: nuestros modelos mentales, filtran la información o datos, que entran en conflicto con ellos y con nuestros valores.

Cuando se presenta este rechazo, perdemos la oportunidad de cuestionar nuestras creencias, lo que impide su actualización y validación oportuna. En su lugar, tratamos de conservar nuestras creencias existentes, a pesar de que haya evidencia conflictiva, que nos muestre, la equivocación en la que estamos.



Hay otra situación que explica la trampa del éxito. Si recibimos información que confirma nuestras creencias, más nos aferramos a ellas, fortaleciendo nuestros modelos mentales. Y los supuestos que utilizamos, se convierten en verdades incontrovertibles. Todo lo que vaya en contravía, se desecha automáticamente, porque contradice “mi verdad”. Confundimos la búsqueda de la verdad con nuestra percepción de ella.

Como resultado de lo anterior se obtiene la ceguera estratégica. No podemos ver a tiempo las señales de un cambio, para arriesgarnos a explorar nuevas alternativas.  Esto les sucedió a las empresas que desaparecieron. Bajo estas condiciones es muy difícil hablar de objetividad. Peor aún, la rigidez de nuestros modelos mentales, son un bloqueo muy grande para dejar volar la imaginación,  elemento esencial para romper con los paradigmas establecidos, y poder ver lo que no vemos.

La dinámica descrita es muy útil tenerla en cuenta de manera consciente. La gente hace cualquier cosa para evitar el conflicto que significa recibir información, que contradice sus creencias más profundas, por lo que no sorprende que se busquen racionalizar para explicar las diferencias.

Relacionado con lo anterior, y con los modelos mentales,  están los paradigmas. Estos se definen como las prácticas y modelos de interpretación de la realidad, compartidos por una comunidad. El problema que ambos tienen, es que nos condicionan para que veamos lo que estamos preparados para ver. Quien funciona dentro de un paradigma, normalmente no es capaz de detectar y valorar los cambios que este puede tener, especialmente si este ha sido muy exitoso por mucho tiempo, como lo muestra el ejemplo de Kodak.

La crisis financiera del 2008, es un buen ejemplo de lo anterior. Según lo reconoció en una entrevista Greenspan, cuando manejaba la Reserva Federal, su error consistió en que no fue capaz de revisar oportunamente sus creencias muy arraigadas, relacionados con el poder  y la infalibilidad del mercado, para corregir  a tiempo las distorsiones que se habían acumulado en la economía americana.

El ejemplo anterior muestra que personas en posiciones de poder, y que han sido exitosas, pueden generar grandes desastres cuando no son capaces de revisar a tiempo sus modelos mentales,  a pesar de que haya información que los contradice, y por lo tanto la rechazan. Se necesita mucha voluntad para aceptar que se cuestionen las creencias más profundas, que le han servido a una persona para darle sentido, sin tener una respuesta defensiva.

Y también hay otra reflexión. Quienes son “expertos” dentro de un paradigma, son incapaces de ver los cambios, especialmente cuando estos son acelerados. Su modelo de interpretar la realidad deja de ser vigente. Un buen ejemplo fue la tremenda equivocación en la predicción del crecimiento de la telefonía celular entre el 2000 y el 2010 por parte de los “expertos”.  Empresas como McKinsey, Gartner, y Forrester, proyectaron sistemáticamente tasas inferiores al 18%, cuando la realidad fue del 100% cada dos años. Lo que es muy grave, es que estos expertos son referentes de empresas y gobiernos para tomar decisiones de gran envergadura.

Me pregunto, cuantos directivos de organizaciones públicas y privadas, están conscientes de las dinámicas descritas en este Post. Y también, si no sirven para explicar el porqué no se preparó a la economía colombiana para la destorcida de los precios del petróleo. En un mundo de cambios cada vez más acelerado, la capacidad de cuestionar constantemente las creencias, es fundamental para evitar que el éxito se vuelva una trampa. Desarrollar esta capacidad, nos permite ver con tiempo lo que tenemos que ver, más que lo que quisiéramos ver.


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