El espejo del Salvador: una llamada a la cordura para Colombia

Por: Francisco Manrique.

“Activar el miedo es fácil, reunificar un país dividido por el odio puede volverse imposible”: Joaquín  Villalobos.

Pocas veces he leído un escrito tan lúcido y contundente, como el documento que publicó la Fundación Ideas para la Paz, escrito por el analista Joaquín Villalobos, titulado “Del miedo a la ingobernabilidad, La salvadorización de Colombia”.

En el curso de este corto ensayo, quien fuera hace 25 años uno de los jefes más importantes de la guerrilla en su país, nos pone el espejo del Salvador, para mostrar los inmensos riesgos que hoy tenemos los colombianos, gracias a la estúpida polarización que corroe nuestro proceso político.

En este Post, voy a recoger muchas de los aportes que hace Villalobos, que se suman a otros escritos muy pertinentes que ha hecho relacionados con la experiencia de su país. Si es cierto que nadie aprende con las experiencias ajenas, más nos vale que en este caso seamos la excepción. De no hacerlo, el costo que vamos a pagar va a ser inmenso.


FARC acuerdo de paz Tognato cortes

AFP PHOTO / LUIS ROBAYO


No es fácil tratar de escoger un solo tema, entre los numerosos aportes que tiene el documento de Villalobos, porque todos son unas perlas que invitan a una profunda reflexión. Sin embargo, voy a tratar de armar un collage con las principales ideas, y que a mi juicio, son los elementos centrales de su argumentación.

Villalobos establece un marco de compresión sobre la dinámica política que implica dos cosas. Primero, la competencia para tener identidad y mostrar  a los votantes las diferencias de las propuestas. Pero también, implica la capacidad de pactar, para llegar a acuerdos que permitan gobernar, tratando de tener un país unido alrededor de unos temas fundamentales. El progreso de una sociedad depende de lograrlo a pesar de las diferencias.

Pero también, señala correctamente algo que se nos ha olvidado en Colombia en medio de la polarización que ha generado el proceso de paz con las FARC. Es trágico que esto suceda,  cuando la paz “es un valor positivo en si mismo”, y la democracia “es un sistema de gobierno que evita que la gente se mate por el poder”.

Desde esta perspectiva, Villalobos hace una observación muy pertinente para el momento actual: “No es el acuerdo de paz, lo que debe preocupar a los colombianos, sino la polarización política extrema que ya está en desarrollo en Colombia, porque fue precisamente la que convirtió una oportunidad en un desastre en El Salvador”. Este comentario invita necesariamente a una pregunta fundamental: ¿Eso es lo que queremos que suceda en nuestro caso?

Y como bien lo anota el autor, su país pasó de “lo sublime a lo ridículo”. Hoy, El Salvador es un país con inmensos problemas sociales, políticos y económicos, porque no supieron construir sobre el acuerdo logrado hace 25 años. El número de muertos durante este periodo, ya superó el alcanzado durante la confrontación armada con la guerrilla del FMNL.

Desafortunadamente, la polarización continuó después de la firma de la paz. Este acuerdo se logró, cuando un un instante de cordura, se tuvo la capacidad de pactar. Lamentablemente, “fue seguido de la opción conciente” de utilizar una lógica política absurda “de polarizar para ganar”.

No se entendió a tiempo un mensaje crítico: competir desde los extremos, “crea un círculo vicioso destructivo que encadena los antivalores del miedo-odio-división-conflicto-crisis y esto conduce a la ingobernabilidad”. La dramática situación en El Salvador,  es el resultado una dinámica política destructiva brutal “que pasó de la violencia armada a la ingobernabilidad permanente”.

La polarización extrema, que padece hoy este país, demuestra que no tuvieron una visión de largo plazo. En este caso, no fueron  la paz y la democracia los que fallaron, como lo recuerda Villalobos. Quienes si lo hicieron, fueron los dueños del poder. Lo que es inconcebible, es que  que los partidos de derecha, y los poderes económicos dominantes, no anticiparan el peligro que representaba la polarización.

El post conflicto salvadoreño se ha caracterizado por “un sabotaje mutuo y permanente en todos los órdenes con un efecto desastroso”. La aprobación del presupuesto anual, se ha convertido en un gran problema. Y la polarización que ha continuado, ha paralizado a la Justicia y “ha convertido al Poder Judicial en un arma política para vengarse y sabotear al adversario”.

Otra consecuencia de esta situación, es que no hay acuerdos de largo plazo para manejar el inmenso problema de seguridad, producido por los Mara Truchas. Ha imperado la lógica de deshacer lo que el antecesor había logrado. Un problema social, que comenzó en pequeña escala con jóvenes en las escuelas, terminó convirtiéndose en una nueva guerra del Estado contra las bandas criminales.

Estas pandillas, que se han extendido a Guatemala, Honduras, Mexico y los Estados Unidos, hoy controlan una buena parte del territorio en El Salvador. Lo paradójico de esta situación, es que se ha desbordado y afectado por igual, la gobernabilidad de ARENA, representante de la extrema derecha, y el FMNL de la extrema izquierda, cuando han estado en el Gobierno. Ambos, han tratado aproximaciones violentas, pero también conciliatorias, para atacar el problema, sin que a la fecha, tengan un existo sostenido que se pueda demostrar.

Otro efecto perverso de la polarización entre estos dos partidos, ha sido que no ha habido “una sana competencia de ideas” para reactivar la economía que depende en un 30% de las remesas de los emigrantes. Como lo describe Villalobos: “esto les mató la imaginación, los volvió perezosos y dependientes de la exportación de personas”.

Los problemas complejos, como son la seguridad y la economía, se convierten en retos imposibles de enfrentar, “cuando la política está regida por el desacuerdo crónico y el sabotaje sistemático de los dos principales partidos”, que deberían asumir la responsabilidad de darle orientación y estabilidad a su país.

El clima de confrontación permanente, ha tenido otro efecto muy negativo sobre la credibilidad de los partidos y los políticos. Más del 60% de los salvadoreños los desaprueban. Su pésima imagen, ha drenado de talento intelectual a ambas colectividades, de personas que sean capaces de generar nuevas ideas para resolver los graves problemas de su país.

Como resultado de esta falta de talento, se ha perdido la capacidad de renovación, no hay identidad, y “los dos partidos viven emocionalmente en el pasado”. Pero por ser las únicas fuerzas organizadas, no tienen competencia y han “vuelto al país su prisionero”.

El balance fatídico no puede ser más desolador: “como consecuencia de los desacuerdos endémicos: se paralizó el crecimiento económico, creció el crimen, se agravó la emigración, se politizó la justicia, y se volvieron mediocres los políticos”. Y yo añadiría , el país perdió su capacidad de responder a las expectativas de su gente de tener estabilidad y una calidad de vida decente.

La lógica política que hoy impera en El Salvador no puede ser más nefasta. Veamos qué dice textualmente Villalobos al respecto:

El miedo al adversario se empieza usando para ganar batallas políticas inmediatas, pero ese miedo deriva en un odio que profundiza las divisiones, acaba con la tolerancia, y entroniza en los políticos y sus seguidores, la idea de que el país sería mejor si el adversario no existiera. 

Con la polarización extrema, la racionalidad pierde valor, las emociones toman total control, el fundamentalismo derrota al pragmatismo, la calidad de la política y de los políticos se degrada, la inteligencia se convierte en defecto, la incompetencia se vuelve crónica, los acuerdos se vuelven imposibles, los problemas se quedan sin resolver y el país se va al infierno. 

En un escenario polarizado, la ignorancia acaba siendo la norma y la matonería una cualidad. Esto puede ocurrir en cualquier parte, a pesar de que haya paz y democracia, y esto fue precisamente lo que le pasó en El Salvador.

Activar el miedo es fácil, reunificar un país dividido por el odio puede volverse imposible. Esta frase magistral, hoy es una cruda realidad en los Estados Unidos, como se evidenció en las marchas racistas en Virginia, y la caja de Pandora que ha destapado irresponsablemente Trump en ese país. En El Salvador, han pasado 25 años desde la firma del acuerdo, y hoy se encuentran más divididos que nunca. ¿Será que los colombianos tendremos que pasar por esta estupidez, después de desangrarnos durante más de seis décadas?

Los comentarios anteriores se pueden aplicar perfectamente en Colombia, cuando el uribismo ha utilizado el miedo al castrochavismo y a las FARC, para atacar al gobierno durante todo el proceso de paz. Y si la experiencia del Salvador debe de servir para algo, Villalobos nos lo recuerda con crudeza extrema: en su país, el uso del miedo sirvió para provocar el crecimiento paulatino del partido de la ex-guerrilla comunistas, que terminó ganando las elecciones presidenciales en el 2009 y de nuevo  en el 2014.

La paradoja para los extremistas de derecha del partido ARENA, fue promover descaradamente el miedo al comunismo, que sirvió más adelante, para llevar a los comunistas al gobierno. En nuestro caso, Villalobos nos advierte: “a lo que se debe poner atención, es que esa política del miedo, puedo acabar fortaleciendo a las FARC, dándole un protagonismo y una relevancia que hoy claramente no la tienen”. La profundización del conflicto entre fuerzas del sistema, y la crisis de las élites en El Salvador, fue lo que terminó abriendo las puertas del  poder a las fuerzas antisistema.

Y de nuevo citó textualmente a  Villalobos:

La derecha prefirió concientemente eliminar o debilitar a los competidores prosistema, y fortalecer a la fuerza antisistema que proclamaba su adhesión al modelo comunista. Esto ha creado un antagonismo irresoluble que está destruyendo al país. 

Se impuso una lógica destructiva que consideraba que, entre peor le fuera a la oposición,  era lo mejor para los que gobernaban,  y quienes estaban en la oposición consideraban que, entre peor le fuera al gobierno, mejor le iba a la oposición. Las peleas entre los dos partidos adversarios resultaron tan irreconciliables  como las de las bandas criminales por el control del territorio.

Esta dinámica de suma cero, que también tanto nos gusta en Colombia, solo puede conducir al abismo, que es para donde vamos, si no aprendemos del ejemplo de El Salvador.

Y una reflexión final:

En ese país, cada partido le ha apostado al fracaso del otro y esto se ha convertido en el fracaso del país. Esta es la verdadera lección para Colombia del caso de El Salvador. La polarización se sabe cómo comiénzala pero nunca como terminarla.

En el próximo Post, voy a comentar sobre las recomendaciones específicas que Villalobos hace para el caso colombiano, y mis reflexiones sobre este aporte que nos ha hecho la Fundación Ideas para la Paz, al invitar a este analista, a ponernos el espejo a los colombianos para hacernos un llamado a la cordura, antes de que sea muy tarde.

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