FIDA resiliencia agricultores

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Comprender el ecosistema en el que vivimos nos permite aprovechar al máximo los recursos que ofrece la naturaleza y reducir al mínimo la cantidad de elementos externos que necesitamos para continuar cultivando. También significa darle un valor adecuado a los activos naturales que son esenciales no solo desde el punto de vista económico, sino para la continuidad de la vida humana tal como la conocemos.

El impacto de la COVID-19 también nos ha hecho comprender, de la manera más dura posible, que en tiempos de crisis la resiliencia a nivel local es esencial para la supervivencia. Ser capaz de depender tan solo de los recursos naturales locales para producir alimentos, tener agua y generar energía se vuelve esencial cuando las cadenas de suministro se fragmentan o rompen.

Ya estaba claro antes, pero ahora está más claro que nunca: las soluciones de desarrollo rural en la era posterior a COVID-19 tienen que ser respetuosas con el medio ambiente. Es por eso que el FIDA está decidido a invertir cada vez más en soluciones basadas en la naturaleza (SbN).

Las SbN son acciones que protegen, gestionan de manera sostenible o restauran los ecosistemas. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) algunas de las SbN con mayor potencial para fomentar la adaptación y resiliencia de los agricultores familiares incluyen la agrosilvicultura, la gestión mejorada de las tierras de cultivo, la diversificación agrícola, la gestión integrada del agua y la gestión forestal.

Las SbN también se definen por estar ligadas a contextos naturales y culturales específicos. Combinan el conocimiento tradicional y local con el científico y no solo buscan proteger la naturaleza: también aspiran a producir beneficios sociales de forma equitativa, construyendo un futuro sostenible en lugar de buscar tan solo beneficios económicos inmediatos.

El FIDA aplica este enfoque desde hace bastante tiempo, especialmente en América Latina y el Caribe en donde, dada la abundancia de capital natural, siempre hemos tratado de maximizar los beneficios de invertir en infraestructura verde.

El Programa de Inclusión Económica para Familias y Comunidades Rurales en el Territorio del Estado Plurinacional de Bolivia ACCESOS es un proyecto en Bolivia cuyo objetivo era crear cadenas de valor resilientes. Respaldado con fondos del Programa de Adaptación para la Agricultura en Pequeña Escala ASAP, finalizó el año pasado con mucho éxito. El proyecto utilizó un enfoque de planificación participativa. A través de ella, los beneficiarios pudieron identificar soluciones basadas en el ecosistema que incorporaban conocimientos indígenas y tradicionales.

Así, una comunidad se embarcó en un negocio de apicultura que utilizaba especies de árboles nativos, lo que provocó un proceso de reforestación. Otra comunidad en la misma cuenca hidráulica está restaurando las riberas del río con vegetación nativa para evitar la erosión. Esta combinación de inversiones río arriba y río abajo hace que toda la cuenca sea mucho más resiliente a las inundaciones.

En Perú, el proyecto Mecanismos de Retribución por Servicios Ecosistémicos MERESE, que cuenta con el apoyo del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), está desarrollando un mecanismo de pago por servicios al ecosistema en dos grandes cuencas hidrográficas. Este mecanismo proporciona financiamiento a las comunidades aguas arriba que, a través de prácticas sostenibles de gestión de la tierra, mejoran sus actividades productivas al tiempo que conservan bosques relictos y humedales, que son esenciales para mantener el cauce para los usuarios aguas abajo -granjas comerciales y operaciones industriales incluidas-. El sistema proporciona el triple beneficio de mejores medios de vida, ecosistemas restaurados y provisión estable de agua de buena calidad.

Mientras tanto, Plantando Resiliencia Climática, un proyecto que se encuentra actualmente en su fase final de diseño, se centrará exclusivamente en la inversión ecológica para hacer frente a la creciente sequía en el semiárido brasileño. En lugar de tratar de aumentar la disponibilidad de agua a través de la construcción e instalación de bombas, presas y cisternas, el proyecto utilizará la capacidad de la flora y fauna nativas para acceder y almacenar agua.

Para lograr esto, el proyecto promoverá un cambio en las prácticas productivas, empoderando a las mujeres y jóvenes para fortalecer la resiliencia y la seguridad alimentaria de comunidades cuyos medios de vida están amenazados por la sequía. El proyecto también incorpora una estructura financiera innovadora, que combina el apoyo del FIDA, el Fondo Verde del Clima (GCF) y el Banco Nacional de Desarrollo de Brasil (BNDES).

Hemos dicho que nuestras operaciones posteriores a la COVID deberían seguir, desde ahora, lo que llamamos el enfoque “3Rs”: recuperación – reactivación – resiliencia.

La última de las “3Rs” es, sin duda, la más importante, ya que se refiere al núcleo del mandato del FIDA: proporcionar a los agricultores familiares los medios que necesitan para prosperar. Cuando ellos pueden prosperar, todos los demás podemos, pues ellos son los únicos que, al traer alimentos de calidad a nuestras mesas, pueden asegurar que una crisis de salud como la COVID-19 no se convierte también en un desastre alimentario.

Su resiliencia es nuestra resiliencia, y el FIDA utilizará todas las herramientas a nuestro alcance para construirla. Las soluciones basadas en recursos naturales son, sin duda, una de esas herramientas.