Familias sienten el impacto de la crisis

El paso constante de peatones por el puente internacional Simón Bolívar se ha convertido en la imagen de una migración sin precedentes de Venezuela a Colombia.


Si bien el puente mide 315 metros de longitud, toma un par de horas cruzarlo desde San Antonio del Táchira hacia la ciudad fronteriza de Cúcuta, en Norte de Santander, debido al flujo de migrantes y otras personas que van y vienen diariamente.

Por una fila prioritaria pasan lentamente ancianos de la mano de algún familiar y personas en sillas de ruedas, orientados por agentes de la policía colombiana. Por otra fila pasan familias enteras con maletas, coches de bebé y cajas de diferentes tamaños con sus pertenencias.

Una vez que muestran sus documentos y pasan migración, se nota en su rostro la alegría de haber llegado a una tierra en la que esperan poder salir adelante.

“Este es el día a día en este puente”, dice un oficial de Migración Colombia, “y a pesar de que hemos tenido mayor afluencia en otros meses, cada día pasan cientos de personas por aquí buscando una mejor vida”.


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Gente de todas las edades viene de Venezuela con maletas, coches de bebé, cajas de diferentes tamaños y otros artículos personales. Foto: WFP/Diego Alvarez


Por necesidad, por hambre, hacen largos viajes y enormes sacrificios para estar aquí. Aquellos que se quedan, dejan atrás sus vidas y a veces a sus parejas, hijos y otros familiares cercanos.

Se estima que 1 millón de migrantes han cruzado la frontera y 660.000 se han quedado en Colombia. De éstos, el 90% no sabe de dónde vendrá su próxima comida.

El Programa Mundial de Alimentos (WFP) ha respondido a esta crisis con un plan para brindar asistencia alimentaria y nutricional de emergencia a la población migrante más vulnerable, especialmente mujeres y niños, en los departamentos fronterizos de Arauca, La Guajira y el Norte de Santander.

Elisabet Fadul, coordinadora de la operación de emergencia de WFP en Cúcuta explica las causas que motivan a los migrantes a abandonar Venezuela: “La falta de acceso a salud, educación y alimentos son las necesidades y los disparadores más grandes que hacen que la gente simplemente escape y cruce la frontera de cualquier manera que encuentren”.

“La vida de migrantes está muy llena de sal; es amarga”.

Cúcuta tiene una particularidad: Es la ciudad colombiana más grande cerca de Venezuela. Entonces la gente estima que será más fácil encontrar algo aquí que en cualquier otro lugar.

“La vida de migrantes está muy llena de sal; es amarga”, dice el Padre Francesco Bortignon, misionero de San Carlos y administrador en Cúcuta de comedores y uno de los albergues temporales que apoya WFP. El Padre Francesco encuentra que el alimento es la principal necesidad y ha constatado que los niños están desnutridos.

Separadas

Pero no todas las familias viajan juntas. Por ejemplo, madres y padres en ocasiones se ven forzados a migrar sin sus hijos.

Elda, una venezolana de 30 años, es una de estas personas. Recuerda con lágrimas en los ojos el día que dejó su país y a su hija con familiares: “Fue duro dejar a mi hija de 12 años, sobre todo porque está en una edad en desarrollo en la que quisiera estar junto a ella para orientarla. Lo hablamos entre las dos, con frialdad”.

“Allá dejan dormir a los niños hasta el mediodía para evitar el desayuno”.

Sabe que la gente en su país también debe tomar decisiones difíciles. “Allá dejan dormir a los niños hasta el mediodía para evitar el desayuno”, dice Elda. “Por lo menos mi hermana, que tiene tres hijos, lo hace”.

Como otros migrantes, Elda cruzó el puente Simón Bolivar huyendo de la situación y desesperada por cambiar la suya.

En Venezuela tenía un empleo estable en un supermercado, un carro y una casa propios. A pesar de que no eran lujos, sí tenía lo necesario para vivir y para darle a su hija todo lo que necesitara. Pero al cambiar la situación económica en su país, su salario no alcanzaba ni siquiera para cubrir necesidades básicas.

“Fue duro dejar a mi hija de 12 años”.

A poco tiempo de llegar a Colombia en abril, empezó a vender empanadas por las calles de Cúcuta, esperando hacer algo de dinero para comprar comida y enviar el resto de sus ingresos a su familia en Venezuela.

“Uno no se puede dejar deteriorar, ni dejar que otras personas acaben con la calidad de vida que todo ser humano merece”, explica.

Al igual que miles de migrantes venezolanos, colombo-venezolanos y colombianos retornados, Elda ha recibido de WFP asistencia alimentaria de emergencia en Colombia.


Nota publicada en WFP – Programa Mundial de Alimentos, reproducida en PCNPost con autorización.


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SOURCE: Programa Mundial de Alimentos

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