El verdadero peligro del colapso de China

Por: Robert J. Samuelson.

WASHINGTON – La espectacular caída de la bolsa en China sugiere tres preguntas. Primero, ¿qué la causó? Segundo, ¿perjudicará esa caída la economía “real” de gastos y contrataciones? Y, finalmente, ¿cómo afectará al Partido Comunista chino y su estrategia económica?

En caso de que no hayan prestado atención, he aquí algunos hechos básicos sobre la caída. El mercado de Shanghai alcanzó su pico el 12 de junio. Para el 8 de julio, los precios habían caído alrededor de un tercio. El mercado menor de Shenzhen, con más empresas de alta tecnología (a menudo se lo compara con Nasdaq de Estados Unidos), sufrió pérdidas más drásticas. En conjunto, alrededor de 3,5 billones de dólares de riqueza en papel se esfumaron.

Los agudos declives resistieron los esfuerzos desesperados de los funcionarios chinos por detener las ventas. Intentaron bombear dinero en el mercado para respaldar los precios; impedir que algunos grandes inversores vendieran acciones; detener todos los IPOs-“ofertas públicas iniciales de acciones” que drenan fondos de las acciones existentes; permitir que más de mil empresas suspendieran la compraventa de sus acciones en lugar de registrar enormes caídas. (Desde el 8 de julio los precios se recuperaron algo. Pero no se sabe si ese cambio es significativo porque gran parte del mercado está congelado.)

Superficialmente, el colapso de las acciones se parece a una burbuja clásica, impulsada por la psicología de masas y el crédito barato. En el año anterior al pico, el índice de Shanghai se elevó 152 por ciento. A menudo se compraban acciones con dinero prestado. Los economistas de UBS, el gigante bancario suizo, calcularon que el crédito para acciones sumaba unos 500.000 millones de dólares. Los inversores procuraban precios altos y los empujaban aun más arriba. Pero ésa no es la historia completa.

Al comienzo de la subida, las acciones parecían estar subvaluadas, posiblemente como efecto de recuerdos de una caída anterior entre octubre de 2007 y noviembre de 2008–durante la crisis financiera global–cuando la bolsa de Shanghai perdió el 70 por ciento de su valor, expresa el economista Todd Lee de IHS, una firma consultora. En junio de 2014, la relación precio-beneficio del mercado de Shanghai estaba alrededor de 10; en cambio, la relación PB histórica del índice Standard & Poor’s de 500 acciones, desde 1935, está alrededor de 17. (La relación PB compara los precios de las acciones con los beneficios de las empresas, es decir, las ganancias.)

Como la economía de China está creciendo más rápidamente que la de Estados Unidos, los precios de las acciones chinas parecían relativamente baratos, la economía de China, sin embargo, se estaba ralentizando, de tasas de crecimiento económico anual de un 10 por ciento a un 7 por ciento. “Los inversores estaban especulando sobre políticas económicas gubernamentales [agregadas] para incentivar el crecimiento económico,” expresó un analista de mercado. Las acciones al final se desconectaron del desempeño de la economía. Dominó la “exuberancia irracional”.

El Banco del Pueblo de China-la Reserva Federal de ese país-subestimó el auge y lo alentó al aflojar el crédito. Para mayo de este año, la relación PB del mercado de Shanghai era 22; la PB de Shenzhen era casi el triple de esa cifra. “Los inversores menos sofisticados … entraron al final. El dinero inteligente salió antes,” dijo ese analista. Dos tercios de los inversores nuevos no se habían graduado de la escuela secundaria, escribió Ruchir Sharma, de Morgan Stanely, en el Wall Street Journal.

Los economistas no se ponen de acuerdo sobre si la caída ralentizará más la economía china. Una manera sería el “efecto riqueza”: A medida que la gente se siente más rica o más pobre, aumenta o baja los gastos. Aunque eso ocurrió en Estados Unidos, muchos economistas dudan de que se aplique a la caída de China. En primer lugar, la posesión de acciones es menor. Alrededor de la mitad de las familias norteamericanas posee acciones. En China, sólo alrededor de un 9 por ciento de las familias urbanas tiene acciones, informa un reciente estudio.

“El período de alza y caída sin duda fue demasiado breve para influir en las decisiones de gastos de las familias,” escribe el economista Andrew Kenningham, de Capital Economics. Pero Sharma, de Morgan Stanley, sostiene que el colapso podría deprimir la economía al socavar la confianza. El efecto podría propagarse a otros países. La demanda de China de materias primas importadas disminuiría. Los mercados de exportación podrían perturbarse, cuando las empresas chinas recortaran precios e inundaran el mercado exterior con el exceso de producción.

El peligro a largo plazo, sostiene el economista Eswar Prasad, de Cornell University, es que los líderes comunistas de China pierdan su deseo de reorganizar la economía. Decidieron apartarse de un crecimiento económico impulsado por las exportaciones y las inversiones en industria pesada (acero, cemento) y en infraestructura (caminos, puertos). Muchas industrias pesadas tiene capacidad excedentaria y los mercados de exportaciones chinos están cada vez más saturados. En lugar de eso, la economía descansaría en un consumo más fuerte.

Ese cambio sería mejor para China y para todos los demás. China estaría más aislada de la inestabilidad global, y las exportaciones de China serían menos amenazantes para otros países. Pero el pasaje de una fase a la otra no es fácil, tal como lo muestra el colapso de las acciones. El mercado de las acciones es una parte esencial de esa estrategia, dice Prasad. La idea es brindar a los chinos comunes mejor rendimiento de sus ahorros que las tasas bajas pagadas por los depósitos bancarios. Los rendimientos más altos reforzarían mayores gastos de consumo.

La caída de la bolsa es un revés. Si se producen más, los líderes chinos-que dependen de la prosperidad para afianzar su legitimidad política-podrían realizar una reevaluación. “Podrían volver al viejo manual” de crecimiento económico impulsado por exportaciones e inversiones, expresa Prasad. “Eso tendría enormes consecuencias para el resto del mundo.”


© 2015, The Washington Post Writers Group


 

Debes loguearte para poder agregar comentarios ingresa ahora