El proceso

Por: Andrés Quintero Olmos.

Ni los Estados Unidos ni la Unión Europea aceptan negociar con terroristas. Pero sí apoyan hipócritamente las negociaciones del Gobierno de Colombia con las Farc.

No hay más solapada que la diplomacia y no hay mejor manera de obtener información y ser intachable moralmente, que negociar en cuerpo ajeno cuando se es potencia mundial. Si las Farc no son terroristas y son solo unos políticos armados que buscan el bienestar de los colombianos, ¿dónde están sus colegios, sus programas medioambientales y su dinero para resarcir sus víctimas?

Por estas latitudes tropicales nos hemos acostumbrado a que la política se hace con bombas y pistolas, y si no con trampa, al estilo compra de votos, ejemplarizado en la Guerra de los Mil Días, La Violencia y las luchas de guerrilla y paramilitarismo.

Pocos son los que han visto en la política un juego ético, de ideas y de argumentos.Y muchos han dicho, para justificar el uso de la violencia como medio, que la democracia colombiana ha sido para pocas élites. Sin embargo, Colombia no ha visto más o menos limitada su democracia en comparación a países similares.

Además de esto, no hay pueblos más proclives a ser antropológicamente más violentos que otros a la hora de ver restringida su representatividad. Por tanto, lo que ha existido aquí es un sinnúmero de sofistas especializados en demostrar la violencia injustificable en el marco de su capricho político.

Así han sido las Farc, desde sus inicios, unos cínicos, que no han sabido convencer sino con las armas, teniendo a sus cuasi inexistentes y reales seguidores representando el 0,01% del total de los colombianos. A pesar de esto, y gracias a este proceso de La Habana, parecen pesar más políticamente hoy que, por ejemplo, el Partido Verde, que nunca ha disparado sobre nadie.

Un día, un profesor de la Sorbona me enseñó dos cosas en cuanto a la democracia: solo se puede tolerar a los tolerables y la única intolerancia válida es la que se materializa frente a los que son intolerables.

Este proceso no va para ningún lado mientras las Farc no acepten su condición de terroristas y no acepten el daño inconmensurable que le han hecho a la nación.

El resto es solo diplomacia, juegos de poder, show mediático, justificación de lo injustificable y tolerancia hacia los intolerables, que no son más que los que asesinan inocentes para transmitir mensajes.


 

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