El costo de la desconfianza – I Parte

Por: Francisco Manrique.

Yo mencionaba en mi anterior Post: La crisis institucional y de confianza, que la desconfianza y la debilidad institucional del Estado Colombiano, son los dos grandes retos que surgen del escándalo de la Corte Constitucional, y del análisis de otro tipo de noticias, cuando se miran en conjunto. Sin ir más lejos, en esta semana, los titulares hablan por sí mismos: ” El ataque cobarde de las FARC a una patrulla del ejército mina la confianza en el proceso de paz”.

Por esta razón, en esta columna voy a profundizar sobre estos dos aspectos bajo el marco del concepto del Capital Social. Estoy convencido de que son unos temas que están en el corazón de nuestros problemas y que tienen una alta dosis de componente cultural. Lo impresionante es que son temas invisibles y no conversarles en la sociedad colombiana.

Para sustentar esta tesis, resolví desempolvar un libro que me impresionó mucho veinte años atrás, cuando fue publicado por primera vez: “Confianza” de Francis Fukuyama, donde el autor muestra la importancia de esta palabra en el desarrollo de la sociedad. De manera erudita, y muy bien documentada, hace comparaciones entre diferentes países en Norte América, Europa y el Asia. Lamentablemente, no trata el tema para los países latinoamericanos.

Haciendo un esfuerzo muy grande de síntesis, voy a armar un hilo conductor con los principales aspectos tratados por Fukuyama en su libro, para ir mostrando su relevancia en relación a los dos grandes retos ya identificados para Colombia. Al igual que en otros blogs, mi interés está en ayudar a introducir temas que suban el nivel de la conversación de futuro, que nuestro país necesita, señalando aspectos, que repito hoy son invisibles en nuestra sociedad.

Para comenzar, es importante señalar que los seres humanos estamos diseñados para trabajar colaborativamente, y sentirnos conectados con nuestros semejantes, buscando ser reconocidos dentro de un contexto social. Esta tendencia hacia la sociabilidad, es crítica en todos los ámbitos de nuestra vida, y en especial para las actividades económicas, porque estas se hacen normalmente en grupos organizacionales y con equipos de trabajo.

Aprender a trabajar efectivamente, de manera colectiva, y dentro de diferentes formas de organización, es cada vez mas critico para generar riqueza en un mundo ínterconectado y competitivo. La habilidad de cooperar socialmente depende de tener hábitos, tradiciones y normas previas, que a su vez, sirven de estructura para el mercado. Dentro de estos, es crítica la capacidad de confiar en los demás.

Como lo menciona Fukuyama, la razón por la cual el arte de la asociación es tan importante como una virtud económica, es porque es “inherentemente flexible: personas que son capaces de confiar entre sí, normalmente son buenos trabajando en equipo, capaces de adaptarse fácilmente a nuevas condiciones y crear nuevas formas de organización”.

Aquí vale la pena introducir algunas definiciones propuestas por Fukuyama, para tenerlas presentes.

  • La sociabilidad espontánea: es la habilidad de juntarse con nuevos grupos y lograr prosperar en ambientes organizacionales innovadores. Es muy útil si se utiliza para crear organizaciones e instituciones que generen valor.
  • Confianza: se puede definir como la expectativa que surge en una comunidad, en relación a un comportamiento regular, honesto y cooperativo por parte de sus miembros, basado en unas normas comunes compartidas.
  • El capital social: es la capacidad que surge cuando la gente puede trabajar junta en grupos organizacionales, hacia un propósito común y dentro de un marco de confianza. Es transmitido culturalmente.

En estas definiciones quiero resaltar lo siguiente: la prosperidad de una comunidad está cada vez mas condicionada a su capacidad de juntarse con otros, en ambientes organizacionales innovadores para generar valor. Esto implica que se cumpla la expectativa de unos comportamientos y de unas normas que lo permitan, y en función de un propósito común.

Hay una tendencia de los gobiernos a intervenir para promover la construcción de comunidades, cuando hay un déficit de sociabilidad espontánea en la población. Sin embargo, esto tiene varios inconvenientes, porque es muy fácil debilitar la espontaneidad de las comunidades para configurarse en una sociedad civil.

Desde esta perspectiva, para Fukuyama es claro que “una sociedad construida enteramente sobre los individuos racionales, que solamente se juntan bajo la base de un contrato social para satisfacer sus necesidades, no puede ser una sociedad viable en el tiempo”. Y no lo es, porque no habrá la capacidad del auto sacrificio de sus miembros, el orgullo de pertenecer a la comunidad, la preocupación por el otro, y otras virtudes sociales similares que hacen viable a cualquier sociedad.

Ahora bien, la confianza es una característica cultural inherente a la sociedad que se traduce en un sentido de comunidad. Lo interesante es que no tiene fundamento en normas explícitas, sino que nace de una serie de “hábitos éticos y obligaciones morales recíprocas internalizadas por los miembros de la comunidad”.

Como lo planteaba Adam Smith, la vida económica y la vida social están conectadas entre si e influenciadas por la cultura de una sociedad, basada en unos hábitos éticos, como por ejemplo el respeto a las vacas en la India como animales sagrados. Hay hábitos éticos, como la habilidad para asociarse espontáneamente, que son cruciales para la innovación organizacional y por lo tanto para la creación de la riqueza. Estos hábitos son ideas y/o valores que son racionales para una comunidad, determinan las escogencias que hacen sus miembros, definen el marco de los comportamientos aceptados, y cambian muy lentamente con el tiempo.

Se podría decir que estos hábitos son “las reglas morales” para restringir el egoísmo propio de los seres humanos, las cuales se propagan a través de la repetición, la tradición, el ejemplo y la opinión social de sus miembros. Estas reglas morales, o códigos éticos, tienden a promover un radio de mayor confianza que otros al enfatizar imperativos como la honestidad, la predecibilidad, la caridad, el sentido del deber, la capacidad de colaborar, y la benevolencia hacia la comunidad ampliada. Estas virtudes sociales son fundamentales para que una democracia funcione.

Es interesante anotar que: “las religiones tradicionales, y los sistemas éticos como el confucionismo, constituyen una fuente de institucionalización de cultura muy importante para determinar el comportamiento. Los sistemas éticos crean comunidades morales porque tienen un lenguaje compartido de lo que es bueno y de lo que es malo, que sirve para que sus miembros tengan una vida moral común”..

Un ejemplo del impacto que tienen las religiones en el comportamiento, lo demuestran los estudios realizados que han confirmado la hipótesis de que las conversiones a los movimientos cristianos en América Latina, han venido acompañados de aumentos significativos en la higiene, ahorros, logros educacionales y aumentos en el ingreso. Hay la percepción de que este tipo de personas son más confiables y responsables en el mundo laboral.


Ver (“El costo de la desconfianza – II Parte” el martes 21 de Abril)


 

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