El coronavirus de la desconfianza

Por: Francisco Manrique.

Colombia padece una pandemia peor que la que tiene hoy al mundo en pánico y con unos efectos mucho más graves: el coronavirus de la desconfianza. Y es peor, porque está afectando a todas las instituciones, minando de manera grave su credibilidad, y ahogando la esperanza que nos permita soñar con una sociedad mejor.  

Para entender mi afirmación anterior, quiero retomar la definición del Diccionario de la lengua española que utilice hace un año en relación con la confianza. Esta se define como: “la esperanza firme que se tiene de alguien o algo”. Cuando existe confianza se tiene la esperanza de que hay una respuesta acorde con las expectativas de conseguir algo del otro. Sin confianza no hay esperanza, lo cual hace muy difíciles las relaciones humanas”.

En ese Post, también afirmaba: “La desistitucionalisación que hoy se ve en nuestra sociedad, es el resultado del desmoronamiento de la confianza del ciudadano en la capacidad de respuesta del Estado y en la polarización existente. Y en un mundo más volátil, incierto, complejo y ambiguo, este proceso tan negativo es más grave aún, porque es cuando más se necesitan instituciones creíbles y confiables, así como relaciones que permitan construir una visión compartida como sociedad”.

En un Post anterior sobre Noruega, mostraba como la confianza de la sociedad en sus instituciones, le permitía a este país, haber logrado altísimos niveles de desarrollo y prosperidad. La confianza es el pegante fundamental para que una comunidad pueda funcionar. Es la base del capital social, sin el cual es imposible enfrentar los grandes retos que se tienen que como sociedad.

Cuando hoy se buscan vacunas contra el coronavirus que surgió en la China, hay la esperanza de que los avances científicos, y la movilización internacional que se ha generado para parar esta pandemia, encontrarán una vacuna en pocos meses, así como sucedió en su momento  con la influenza.

Pues bien, para el coronavirus de la desconfianza, no hay la solución que se requiere para recuperar  la credibilidad, en las instituciones que hoy está por los suelos. Mientras tanto, sus efectos están impactando a todos, pero de manera profunda, a los jóvenes en nuestra sociedad. Las marchas recientes de noviembre así lo demuestran y  son una señal alarmante de esta realidad.

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Pero también hay otros hechos: los resultados de unas encuestas recientes sobre esta pandemia en Colombia, realizadas en el contexto de dos estudios. El primero de ellos,  realizado por USAID y Acdi-Voca, y el otro por el Concejo Británico. Estos dos trabajos muestran cuantitativamente el tamaño de la enfermedad que hoy afecta a la sociedad colombiana.

En mi concepto, el coronavirus de la desconfianza es mucho más grave que la enfermedad china, porque no lo para una cuarentena, o una mascarilla en la boca con una buena lavada y desinfectada de manos. Y esa es una realidad que nos debería aterrar y movilizarnos a la acción. Pero veamos.

En la primera de estas encuestas, se encontró que el 91% de los entrevistados no confía en el gobierno nacional, el 89% tampoco en los gobiernos locales; el 87% no cree en los empresarios, y el 82% tampoco en los medios; el 78% desconfía de sus vecinos, el 62%  del Ejército y  el 53% de las iglesias.

Por del lado de los jóvenes, en el estudio del Concejo Británico el temas no es mejor. El 91%  de los entrevistados desconfía de los partidos políticos y el 85% del gobierno nacional, niveles similares al primer estudio. En las áreas urbanas, el 86% desconfía del extranjero y el 78% de sus vecinos,

Pero en este segmento de la población, hay otros datos muy preocupantes que llaman la atención. El hacer trabajo voluntario, no le interesa al 79% de los encuestados en los estratos altos y al 62% en los estratos populares. El formar parte de organizaciones sociales, tampoco as atractivo para el 70% de los primeros y el 80% de los segundos.

El votar en elecciones nacionales no motiva al 70% de los jóvenes de los estratos altos, y al 79% de los estratos populares. Ejercer el voto en elecciones locales no les interesa al 88% de los primeros y al 86% del segundo grupo. Y el 92% de ambos segmentos, no tiene ningún interés en ser parte de un partido político.

Las cifras anteriores, demuestran de manera muy preocupante, cómo el coronavirus de la desconfianza está instalado en la sociedad colombiana, y en particular, cómo está impactando a los jóvenes que deberían de ser la esperanza de cambio de esta realidad tan negativa.

Lo que demuestra el segundo informe, es que en la juventud de hoy, prima una visión individualista y un gran desinterés por lo colectivo. Esta es la base para una cultura del “sálvese el que pueda”,  muy distinta a la que se ve en los países nórdicos y en Suiza. Y muy distante de la que se requiere, para enfrentar con éxito  como sociedad, los retos que la impactan.

Una reflexión que surge de los dos trabajos mencionados: el concepto del Estado nació precisamente como respuesta a la necesidad de encontrar soluciones colectivas a problemas comunes. Cuando la relación Estado – Sociedad  se rompe, y el común denominador es la desconfianza a todos los niveles, se esfuma la esperanza de un mundo diferente. Como resultado, el pesimismo invade el alma y se extiende como un cancer. Y esa emoción tan negativa es nuestra verdadera enfermedad.

Como se puede observar, en la actualidad no tenemos ninguna institución con la credibilidad y confianza suficientes para unir y orientar a una sociedad diversa y compleja como la nuestra. Y no lo tenemos,  porque no contamos con el liderazgo político capaz de cambiar esta dinámica tan nociva. En otras palabras, nuestra sociedad hoy se encuentra sin las defensas necesarias para combatir la enfermedad. El resultado es una epidemia que está debilitando cada vez más nuestro tejido social.

Y en términos particulares, como lo mencionaba hace un año, la desconfianza hacia el empresario, que era del 75% ha aumentado al 87%. Esto es muy grave:  quienes tienen el rol de producir riqueza y trabajo, para que la sociedad pueda tener desarrollo y una mejor calidad de vida, no son son vistos como una solución, sino percibidos  muy negativamente como parte del problema.

Ante esta triste realidad, necesitamos con urgencia, contar con líderes de verdad que orienten a nuestras instituciones para que inspiren confianza. Requerimos de unos dirigentes políticos que orienten a sus partidos para que no sigan polarizando a la sociedad. Y contar  con un gobernante que ofrece un discurso de unidad, pero cuyas acciones demuestran  todo lo contrario.

Pero también, se necesitan empresarios que sean capaces de liderar un proceso de reconstrucción de la confianza en el papel que juegan como actores importantes en la sociedad, y que se sintonicen con las expectativas crecientes de las nuevas generaciones. Sino lo hacemos, el coronavirus de la desconfianza será mortal para todos los actores que la conforman.

Quisiera ser optimista, pero es esencial reconocer los síntomas de lo que nos afecta como sociedad, si queremos salir adelante: tenemos que declarar que estamos enfermos. Para atacar una epidemia como el coronavirus de la desconfianza, no podemos esperar que un milagro nos salve, ni tampoco apostarle a tener una cura instantánea. Se va a requerir reconocer los hechos y comenzar a trabajar para cambiarlos. Necesitamos urgentemente líderes a todos los niveles que oriente el proceso para sacar adelante la sociedad colombiana.


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