Efectos del aislamiento en las relaciones sociales en esta época

Por: Francisco Manrique

El entorno social en cualquier momento de nuestra vida condiciona nuestras experiencias vitales y también nuestra salud


A medida que pasan los meses desde que el COVID-19 impacto como un tsunami al mundo entero, las consecuencias de esta pandemia comienzan a aparecer  en otros frentes fuera de la salud y la economía que son los más visibles. Uno de ellos es el del impacto que está dejando el distanciamiento social en la gente y en especial en los niños y los adultos mayores.

Como en muchas otras dimensiones de la actividad humana, las habilidades sociales se pueden atrofiar si no se ejercitan. Sus consecuencias han sido bien estudiadas en casos como el de ermitaños, exploradores, astronautas, prisioneros y secuestrados, que han estado aislados por mucho tiempo. Estas personas cuando regresan a la normalidad, demuestran una gran ansiedad y unos comportamientos intolerantes muy complejos y duraderos.

El problema del aislamiento es tan serio,  que para enfrentarlo en épocas normales, se diseñó una estrategia especial contra la soledad en la Gran Bretaña en el 2018. Se pudo comprobar que el aislamiento social es uno de los indicadores más fuertes de causa de mortalidad, por encima de fumar o beber.

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Pixabay

Pero el aislamiento no sólo afecta a los humanos. En una revisión de estudios realizados en animales, desde monos hasta ratones, documentados por la revista Science, la ausencia prolongada de interacción producida por el aislamiento social, puede no solo perjudicar la salud mental, sino también aumentar el riesgo de mortalidad.

En especial, la estructura de la evolución biológica del ser humano lo condiciona a buscar la compañía de otros. Es la respuesta a la necesidad de tener la protección colectiva ante peligros externos.

Al estar asociado el aislamiento a una respuesta biológica,  cuando es impuesto, es percibido por el cerebro como una señal de peligro. Y al no haber una interacción con otras personas por mucho tiempo, se producen unos efectos negativos en el campo psicológico, emocional y cognitivo. Veamos.

Es indudable que el aislamiento afecta seriamente la interacción con otros. Esta dinámica es fundamental, porque le da al ser humano seguridad y sentido de pertenencia a una comunidad más amplia, en un mundo donde la construcción de redes es cada vez más importante.

Pero a pesar de la necesidad de interactuar con otros, paradójicamente el aislamiento social aumenta la sensibilidad, cuando las personas se vuelven mucho más susceptibles a los comentarios de los demás, empujándolas inclusive a buscar evitar el contacto directo con más gente. En estos casos, el miedo se vuelve una constante porque se magnifican los riesgos reales o percibidos de la relación con otras personas.

Cuando las circunstancias impiden estas dinámicas de interacción, se afectan las capacidades  de reconocer y responder a las complejidades de las relaciones humanas. La consecuencias han sido bien documentadas. Los problemas de convivencia se agudizan y se convierten en abusos y maltratos contra las mujeres y los niños que son más vulnerables.

En estas circunstancias, el manejo de conflictos se hace mucho más difícil porque hay menos tolerancia con el otro, y curiosamente se agudiza el querer estar aislados, buscando cualquier disculpa para hacerlo. Las personas se vuelven más hurañas y se les es más difícil conectar. Y cuando estas dinámicas no se paran rápidamente, se convierten en comportamientos permanentementes, generando un círculo vicioso que agrava aún más el problema.

Al escribir este Post, no encontré estadísticas actualizadas  sobre el número de separaciones o divorcios que se han producido durante estos meses de pandemia, pero estoy seguro que debieron de aumentar. La convivencia forzada con el cónyuge y los hijos, en espacios reducidos, teniendo que trabajar, y en simultánea, prestar atención a los niños y hacer otras labores del hogar, ha sido una prueba de fuego para las relaciones de muchas parejas.

Otro impacto del aislamiento ha sido el espacio que ha ocupado el miedo en la vida de mucha gente.  Hoy en día, no es nada  extraño, encontrarse con personas que lo tienen  y que les impide querer salir de nuevo a espacios públicos por temor a contagiarse. El miedo y la ansiedad se han vuelto en sus compañeros permanentes en estos meses. El tema es especialmente más grave en los adultos mayores que han estado solos durante este tiempo.

Ahora bien, los efectos de la ansiedad permanente también han sido ampliamente documentados: la dificultad para dormir y comer, o tener pensamientos suicidas. Afortunadamente, la tecnología como el Zoom que ha facilitado el trabajo en casa, también ha permitido hacerle un seguimiento  más cercano a pacientes que están manifestando serios  desórdenes psicológicos producidos por el aislamiento.

Las investigaciones que se comienzan a publicar, demuestran que estos fenómenos se están evidenciando en las personas que han sido aisladas durante la pandemia. Hay una pérdida en la habilidad de relacionarse con otras personas, situación que no es muy visible pero si es muy real y preocupante. Las señales están a la vista: la irascibilidad y la tristeza están a flor de piel, los conflictos se disparan por cosas sin importancia, el abuso del tiempo pegados al computador, etc.

Los efectos del aislamiento se han documentado también  en los casos de personas que han estado encerradas en cuarentena con sus familias por muchos meses. La ausencia de unas relaciones más amplias con otras personas, como las que ofrecen los espacios de trabajo, las reuniones sociales,  o el asistir a espectáculos con mucha gente, donde hay la oportunidad de conocer otras personas y construir nuevas relaciones, tiene unas consecuencias negativas.

Es curioso que siendo un tema central que surge durante la pandemia, es muy poco lo que los medios han tratado en nuestro país, como lo pueden atestiguar los estudiantes en las universidades, donde el aislamiento social ha dejado secuelas muy complejas.


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