Educación: solución contra los radicalismos extremos y la exclusión

Por: María Alejandra Ahumada. 

Estoy en el aeropuerto de Florencia esperando a tomar un vuelo hacia Múnich, ciudades dentro dos de los países (Italia y Alemania) que se encuentran bajo la amenaza del grupo yihadista conocido como ISIS (Estado Islámico de Irak y Siria) o Estado Islámico (EI).

Han pasado sólo 5 días desde los atentados terroristas en cadena que sacudieron Paris, una de las capitales de mundo, y que ocasionaron la muerte de al menos 129 personas, dejando 352 heridos y produciendo la conmoción, la rabia y el rechazo por parte de la opinión internacional.

En el aeropuerto se puede percibir la tensión y las miradas de desconfianza de los viajeros. Todos somos extraños en un mundo austero y peligroso. Todos, incluyéndome, tenemos miedo.

Ya en el aire, cuando observo la inmensidad de aquella marea de nubes blancas, una inmensidad que nos pertenece a todos, como el agua, el aire y la tierra (así lo limitemos, etiquetemos y le pongamos precio) es que me doy cuenta de lo que ese miedo significa y de sus efectos. Me duele enormemente la pérdida sufrida por los familiares de la víctimas de estos ataques, pero también me duele que muchos consideren que unas vidas son más importantes que otras y que por temor, egoísmo e ignorancia, se escuchen comentarios anti inmigrantes, racistas y discriminatorios como: cierren las fronteras, todos los musulmanes son culpables o hay que destruir oriente medio.

Pienso en el discurso que escuché hace unos días en un taller sobre la situación actual de los refugiados en el mundo, dado por una profesora de letras y filosofía, Anna di Gusto, quien reflexionó sobre el cubrimiento mediático de los atentados del viernes pasado. La docente aplaudió el esfuerzo de los medios de comunicación por dar a conocer a detalle la historia y las vidas de las víctimas de París. Sin embargo, condenó el olvido al que han sido sometidos los muertos que deja todos los días la guerra en Siria y los más de 3000 ahogados o desaparecidos, en lo que va del año, que yacen en el mar mediterráneo sin caras y sin identidad.

Di Gusto también mencionó un punto que llamó mi atención: desde el origen de la humanidad la esencia del hombre ha sido el movimiento. Sin embargo, el movimiento que permitió al primer hombre proveniente de África comenzar a poblar el mundo, hoy es un privilegio y un derecho del que sólo las naciones desarrolladas o los ciudadanos más adinerados pueden gozar.

Es decir, ni elegimos donde nacer ni eligimos donde vivir. Al menos no la gran mayoría.

La mayoría de refugiados vienen desde un mundo emprisionado por la guerra y la violencia. Vienen huyendo de lo mismo que nosotros tanto tememos. Huyen de la muerte. Porque huir, para ellos, es la única manera de subsistir.

Serigne, un refugiado proveniente de Senegal que hoy trabaja como operador dentro del programa de recepción de asilados de Oxfam Italia, dice en el mismo encuentro sobre refugiados: “los inmigrantes NO dan miedo. No podemos entenderlos ni juzgarlos porque no conocemos sus historias. Estamos hablando de personas que lo han perdido todo y que han padecido atrocidades en su camino hacia un lugar seguro. Hablamos de vidas humanas que necesitan ayuda”.

El presidente de Francia, Francoise Hollande, y sus países aliados pueden ordenar bombardear Siria o la capital del EI, pero ¿qué pasa después? ¿Seguiremos viviendo con más guerra y más violencia dentro de un ciclo de odio y rencor que no tiene fin?

No podemos continuar evadiendo el conflicto en Siria o las acciones criminales del Estado Islámico. Se debe informar a la opinión pública sobre lo que es y lo que no es ISIS para evitar generalizaciones absurdas y, sobretodo, se debe seguir ayudando. Ayudando no sólo con la acogida de refugiados, sino con su inserción dentro de la nueva realidad que los recibe. Los gobiernos del mundo deben estructurar un plan educativo a ser aplicado en escuelas, universidades, en centros de estudios y en casa, que adopte y promueva la equidad, el respeto y la inclusión social. La educación es la única solución a futuro ante la amenaza de los radicalismos extremos y el odio que hoy sigue como una espiral girando en círculos interminables.


 

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