Bogotá sin norte

Por: Lorenzo Zanello.

La capital ha perdido el rumbo y ha perdido la esperanza.


Siempre he abogado por la descentralización política y económica en Colombia, pues considero que en un país de heterogéneas regiones se deben dar espacios autónomos para poder impulsar el desarrollo de la periferia y generar un proceso de convergencia nacional.

Sin lugar a dudas, las medidas proteccionistas de gran parte de la segunda mitad del S. XX no lograron consolidar un mercado interno nacional; más bien, concentraron la población y la industria alrededor de Bogotá. Esto llevó a una mayor centralización de la actividad nacional, condición estructural que hoy nos pesa de cara a integrarnos comercialmente al mundo globalizado.

Pero dejando a un lado los cuestionamientos históricos de aquellas situaciones que consolidaron a Bogotá a costas de las demás regiones, hay que dejar algo claro: Bogotá es la capital de Colombia y por ende es un punto de referencia para todos los nacionales. Sin importar de qué región vengas, llegar a Bogotá siempre genera una expectativa, pues en ella se palpita la situación del país.

Mas percibir Bogotá desde los medios de comunicación genera una imagen incompleta de su coyuntura. Luego de estar unos días en la capital me queda un sin sabor. Encontré una ciudad que ha perdido el rumbo; pero aún peor, una ciudad que ha perdido la esperanza. Hablando con taxistas, industriales, funcionarios públicos y demás personas, algo me quedó claro, ninguno está conforme con la situación actual de su ciudad. Hasta ahí no discrepa de situaciones vividas en otras ciudades del país; pero lo que me generó el mayor impacto es que ninguno está esperanzado en que las cosas puedan cambiar, ni en el corto ni en el mediano plazo.

Hoy Bogotá “colapsó” (término utilizado reiteradamente por mis interlocutores). Las razones parecen esgrimirse desde tres problemáticas: (i) movilidad, (ii) seguridad y (iii) relación entre clases sociales. Por una parte los problemas de movilidad han escalado hasta el punto de hacer perder horas en tiempo de conmutación y la percepción de inseguridad hace “vivir” la ciudad con temor; pero lo que más llama la atención es la fuerte división social que se evidencia.

Actualmente la ciudad acapara la prensa por las próximas elecciones de burgomaestre, proceso que ha fragmentado y distanciado el espectro político, agravando la fuerte división que se evidenció en las últimas elecciones presidenciales. Hoy la Unidad Nacional parece no estar tan unida, el Centro Democrático sigue sin un candidato que no dependa exclusivamente de la base electoral de Uribe, a los Progresistas les pesará Petro y al Polo las últimas alcaldías que ejerció; por lo que la propuesta más fresca puede estar en el Partido Verde, quienes, conscientes de esto, han decidido no perder su percepción de independencia política.


Epílogo:

Mientras que escribía este texto el ex ministro de trabajo Rafael Pardo, uno de los aspirantes al segundo cargo público más importante del país afirmó que “Dirigir la ciudad es un asunto de gerencia, no de ideología”. Yo respetuosamente discrepo, pues considero que la gerencia por sí sola no es suficiente; hoy falta cohesionar a casi ocho millones de personas en torno a una visión de ciudad compartida por los diferentes espacios políticos.

Para una persona perder la esperanza es morir en vida; para una ciudad, que sus habitantes la pierdan es darse por vencida y volverse indiferente a su misma realidad. Colombia necesita de una capital fuerte y persiguiendo, a paso firme, el sueño de mejorar la calidad de vida de todos.


 

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