A las personas migrantes de Centroamérica, gracias

Por: Elizabeth Stevens.

“Algunas personas creen que la gente de las caravanas somos criminales”, dice María del Carmen González. “Pero lo cierto es que somos personas que huyen de criminales”.

Conocí a María a principios de noviembre en el pueblo de Tecún Umán, en la frontera de Guatemala con México. Allí siguen llegando personas que migran desde Honduras, El Salvador, Nicaragua y Guatemala, algunas para buscar asilo en México, otras para cruzar el río Suchiate y viajar juntas más allá de las fronteras mexicanas.

Mi colega Alyssa Eisenstein y yo visitamos a la familia de María en un refugio para las personas migrantes que atraviesan el pueblo en su camino hacia el norte. Sus cuatro hijos parecían cansados y tenían el gesto serio. Los más pequeños permanecían junto a ella mientras charlábamos sentadas en el calor abrasador, subiendo y bajando de su regazo una y otra vez, probablemente deseando que hubiera alguien o algo más con lo que jugar.

La historia de María es bastante común: es de Honduras, donde una banda de extorsionistas ha dejado sin dinero a su familia. Durante años han amenazado con asesinarla o secuestrar a sus hijos si su marido y ella dejaban de pagarles un tercio de sus escasos ingresos. Que la banda intentase reclutar al mayor de sus hijos para vender drogas en el colegio fue la gota que derramó el vaso. Hicieron las maletas con lo poco que tenían y se encaminaron al norte. María se enteró que su huida ha molestado a quienes les amenazaban, por lo que ahora su hogar es aún más peligroso que cuando lo abandonaron. Todas sus esperanzas están puestas en que México les de asilo.

Salir adelante con oraciones y esperanza

Alyssa y yo visitamos los proyectos que Oxfam y nuestra organización socia Convergencia Ciudadana para la Gestión del Riesgo (COCIGER) llevan a cabo en el pueblo suministrando comida, colchones, filtros para el agua, letrinas, equipos de cocina, kits nutricionales para menores y productos higiénicos, como jabón y toallas. Pero lo que más hicimos fue escuchar historias.

Algunas de las personas que conocimos viajaban sin amigos o familiares, pero en todos los casos la familia era lo que principalmente movía a todas estas personas migrantes. Personas como el agricultor José Quiñónez, cuya madre está gravemente enferma. Pagar las facturas médicas le habría resultado difícil incluso si una banda de extorsionistas no le hubiera exigido la mitad de sus ingresos, como era el caso. “Algunas personas creen que nosotros somos la amenaza”, dice. “Creo que pensarían de forma muy diferente si conocieran nuestra situación”.

Estas situaciones son difíciles desde todos los puntos de vista. Ser objetivo de la violencia entre bandas rara vez es reconocido como motivo para solicitar asilo en los Estados Unidos, sin importar que las amenazas sean de muerte. Y los esfuerzos de la administración Trump por poner más dificultades a las personas solicitantes de asilo –en violación de la legislación estadounidense e internacional– suponen una perspectiva aún más sombría para las personas migrantes. Pero cuando la alternativa es aún más terrible, aprendes a salir adelante a base de oraciones y de esperanza. Y, en Tecún Umán, la esperanza es grande.


Alejandra Hernández sentada en un parque de Tecún Umán. “A pesar de lo pobre que somos, no estamos acostumbrados a dormir en la calle o a pedir comida. Pero la gente de Guatemala ha sido muy hospitalaria y nos ha dado comida a lo largo el camino”. Foto: Elizabeth Stevens/Oxfam.


No puedes estar triste

Alejandra Hernández, de 24 años, ha viajado a Tecún Umán desde Honduras con sus dos primos. Además de una única muda de ropa, lleva una Biblia que su madre le regaló. “Echo de menos a mi madre cada día. Hablé con ella hace poco y no paramos de llorar”.

Se dirige a los Estados Unidos. “Mis primos y yo decidimos unirnos a la caravana porque pensamos que sería más seguro y más barato viajar juntos”, dice. “Ha sido muy duro. A pesar de lo pobre que somos, no estamos acostumbrados a dormir en la calle o a pedir comida. A veces, por la noche, hace mucho frío. Pero la gente de Guatemala ha sido muy hospitalaria y nos ha dado comida a lo largo del camino”.

Mientras charlamos sentados en el parque del pueblo, los tres bromean como lo haría cualquier otro joven de 24 años. Se ríen como si no pasara nada. Como si su futuro fuera seguro y próspero. “No puedes estar triste”, dice Alejandra. “Tienes que salir adelante. En mi país decimos: ‘Si tienes pan, tienes suficiente para ser feliz’. Esa es nuestra actitud”.

Cuando una mujer indígena anciana del pueblo se acercó y nos pidió dinero, los primos no lo dudaron: sacaron sus carteras y cada uno le dio una moneda.

Un regalo

Alyssa y yo pasamos tres días con las personas migrantes. Tomamos fotografías y escribimos sus historias. Hicimos amigos y amigas. Durante nuestra última noche en Tecún Umán, escuchamos que el intento de cruzar la frontera sería inminente, por lo que al día siguiente madrugamos para estar presentes. Antes del amanecer, cerca de cien mujeres, hombres, niñas y niños se reunieron en el parque en silencio. Los acompañamos mientras se dirigían al río bajo la tenue luz del alumbrado público y, después, en la total oscuridad. Embarcaciones precarias les esperaban en la orilla. Los conductores les apresuraron para que todo el mundo se subiera a los barcos lo más rápidamente posible. En unos pocos minutos se habían ido, iniciando la siguiente y peligrosa etapa de su viaje hacia el norte.

Regresé a casa de Guatemala llena de preocupación, pero también de agradecimiento. Agradecimiento a los padres y las madres que arriesgan todo cuanto tienen para proteger a sus hijos; a los hijos e hijas que hacen lo mismo por sus padres; a las mujeres que dan algunas monedas a personas extrañas; a los habitantes de pueblos que, en un gesto de bondad y compasión, alimentan y dan cobijo a miles de visitantes inesperados. Me recordaron que nuestra humanidad es poderosa. Una fuerza prácticamente imparable. Saber esto es un regalo que espero no olvidar nunca.


Oxfam hace un llamamiento a los Gobiernos de Honduras, Guatemala, México y los Estados Unidos para que cumplan con su obligación de proteger y garantizar los derechos humanos de todas las personas migrantes, de respetar y garantizar los principios de unidad familiar y de prohibición de rechazo en frontera, de defender el derecho a la no devolución (el derecho a no ser obligado a regresar a un país en el que se es víctima de persecución) y de prohibir las expulsiones colectivas (más información).


Nota publicada en Oxfam, reproducida en PCNPost con autorización


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SOURCE: Los Blogs de Oxfam

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