¿Y si lo digo qué?

Por: Giovanna Fuentes.

Un tema recurrente en las sesiones de coaching tiene que ver con la forma como nos comunicamos a diario y la creencia errónea de que no es saludable decir lo que se piensa o se siente. Alguna vez has sentido un enorme deseo de decirle a alguien una par de cosillas y te has reprimido de hacerlo por temor a quedar en ridículo o exponerte en tu trabajo, con tu pareja, amigos en fin… Y luego a pesar de que querías decir lo que pensabas has preferido callar. ¿Cuántas personas optan por llevar la cruz a cuesta antes de exponer sus opiniones?.

Conocí una vez, una mujer que después de hacer su proceso de coaching, descubrió que no pasaba nada, más que ganar amor propio si se atrevía a decir lo que durante años callo.  Esto cambio su vida y eligió vivir con una frase que inspira su alma: ¿y si lo digo qué?.

mujer coaching

StockSnap / Pixabay

Sin embargo, por ese mismo condicionamiento social y la búsqueda de aprobación de los que te rodean se opta por callar para evitar el conflicto. Es verdad que hay que invocar a la prudencia.

Pero como lo dice mi sabía amiga, Lily Sánchez, hay un hilo muy delgado entre la prudencia y la cobardía.  Hay momentos en que es necesario expresar lo que se siente o aquello que incomoda o ponerle límites a aquella persona o  situación que ha traspasado las barreras del amor propio, el respeto y tus derechos fundamentales.

Pero claro, te has quedado callado (a) para no tener problemas y no perder la amistad, la pareja o el trabajo. Sin embargo, tu poderoso SER interior te hace reconocer que te estas engañado. Ya que tu cuerpo grita de otra manera lo que  callan tus labios.

Recuerdo algún coachee (cliente) que tenía un padre bastante autoritario y pese a que ya tenía 50 años y había heredado la gerencia de la empresa no se atrevía a contradecir las ideas de su progenitor. Vivía a su sombra y no había tomado el valor de ponerle límites y hacerse sentir en sus decisiones.  El mandato o creencia que lo dominaba rezaba de la siguiente forma:  No puedo faltarle al respeto a mi padre. Guardaba una reverencia exagerada ante el carácter dominate de su padre.   Luego descubrió que podía cambiar ese paradigma haciendo consciencia que para guardarle respeto a otro, tenemos que empezar por respetarnos nosotros mismos.

Es cierto que no suele ser fácil decir lo que se siente ante determinadas figuras de autoridad, por aquel condicionamiento, manipulación y creencias sociales aprendidas durante la infancia.  Pero también puedes cambiar ese condicionamiento y expresar lo que sientes desde un plano asertivo a partir de recuperar, sí recuperar tu poder personal, como hijo del todopoderoso.

Cuando se habla desde ese lugar, desde la comunicación empática entonces comprenderás que si lo dices, nada sucederá y tú te habrás liberado de resentimientos y cargas emocionales que solo te contagian de resentimiento, culpa, castigo y critica consigo mismo. Sobre todo cuando interiorices que no eres responsable de la manera como las personas eligen sentirse y de sus emociones. Sino que más bien eres responsable de cómo eliges sentirte ante determinadas situaciones.

Es sanador y liberador decir lo que se siente y piensa desde la postura del amor y cuando hablo de amor, quiero decir que cuando te atreves a expresar aquello que has pensado y sientes, apoyas al otro ser humano a construir a descubrir facetas de las que tal vez no es tan consciente y a su vez le brindas la oportunidad de convertirse en una mejor versión de sí mismo.        

Tener una buena autoestima, está relacionado con ser coherente, con expresar aquello que se siente. Obviamente aprendiendo a no tomarse las cosas de manera personal, a ser impecable con nuestras palabras, a no suponer, sino a tener la valentía de preguntar y a dar lo máximo de nosotros mismos, como lo reza la sabiduría tolteca en los cuatro acuerdos.

Te gustaría saber cuáles son los motivos más habituales por los que no se dicen las cosas.

Necesidad de aprobación. Desde niños vamos construyendo nuestra autoimagen de acuerdo a la retroalimentación de los adultos.  Entonces si los padres eran duros en los cuestionamientos tal vez esos cuestionamientos hayan hecho mella en la autoestima del niño.  Tal vez, no lo hicieron para dañar, sino que buscaban una mejora en el bienestar del pequeño.

Nuestros padres tal vez fueron los primeros en transmitirnos esa necesidad. Es verdad que no lo hicieron por herirnos, sino porque así se lo enseñaron a ellos también. Cuando niños construimos nuestra imagen a partir de las opiniones de los demás.

Por ejemplo, hacías algo y eso molestaba a los adultos y te tildaban de niño malo.   Por la misma manipulación de los adultos a los niños. Frases como: eres un grosero,  eres desconsiderado con tus padres, no sirves para nada, eres un niño bueno cuando haces lo que yo quiero, entre otros temas, hicieron que pensarás que necesitabas afecto y aprobación de los demás.

Perfeccionismo:    Hay personas que piensan que es malo tener emociones como el miedo, la ira, tristeza, ansiedad. Pero en realidad todas las emociones y sentimientos cumplen un propósito. No hay emociones negativas y positivas, solo emociones. Hay unos que reconocen sus emociones y las expresan de manera natural, pero otros las ocultan porque piensan que es de débil expresar sus emociones y mostrarse vulnerable, cuando el poder está precisamente en habitar las emociones y tener la maravillosa capacidad de sentirse vulnerable. No existe la perfección, existe la imperfección, que es lo más natural del ser humano.

Miedo al rechazo:  Tiene a veces que ver con la incapacidad de mostrar sentimientos y evitar conflictos.  Hay una fuerza de carácter cuando la persona posee la personalidad para mostrar sus opiniones y ser contundente con sus valores y manera de ver la vida.    Tiene claro su amor propio y su valor como ser humano, se  ha aprobado así mismo y no está buscando la aprobación afuera, porque sabe que la más importante es su aprobación consigo mismo.

Miedo al conflicto:  No digo lo que pienso, lo que siento, por temor a dañar a los demás, a que se incomoden o se enfaden.   Hay momentos en que hay que enfrentar las situaciones de la vida. Se da más prioridad a los demás, que a sí mismo. No se ve el valor personal.  Por lo tanto se vive atrapado en sus miedos. Recuerda que habrá un momento en que necesitas recuperar tu poder personal. No puedes estar entregándoselo a los otros.

Asumir y hacer juicios:  A veces en vez de preguntar con claridad, se busca asumir o suponer lo que la otra persona desea.  Vaya actitud errónea.   Por eso, en la sabiduría tolteca, se hace hincapié en atreverse a preguntar, antes de hacerse películas de acuerdo a sus creencias, valores y observador personal.  Lo mejor es preguntar para evitar asumir o suponer. También hacer consciencia de no juzgar, sino que primero hay que escuchar y conocer la historia del otro antes de ir dándole rienda suelta a los juicios.


La pregunta del Coach: 

¿Cuántas cosas te gustaría gritar a los cuatro vientos?

¿Qué hace que te calles y no hables sobre lo que piensas o sientes?

¿Cómo te has sentido cuando callas aquello que grita tu cuerpo?

¿Qué tan consciente eres de que aquellas emociones y palabras reprimidas afectan tu salud?

¿Qué harías diferente hoy, sabiendo que tú eres tu propio carcelero?

¿Y si lo digo qué?

¿Qué quisieras decir que no has dicho?


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