Memorias reparadoras, la clave para seguir

Por: David Trujillo Patiño.

Relatos de víctimas y familiares de desaparecidos del Magdalena Medio buscan hacer memoria con un objetivo: que sus historias no se repitan. Proyecto piloto para generar un modelo de memoria que motive a los protagonistas a seguir tejiendo sus vidas personales y comunitarias.


PesquisaÁngela perdió a su familia en Puerto Berrío (Antioquia) por culpa de la violencia. Estaba en embarazo cuando la guerrilla la sacó a patadas de la casa junto a su esposo. Por los golpes perdió al bebé y el hombre, que no se volvió a levantar, murió a los quince días. Diez años después, los paramilitares desaparecieron a su hijo, y la hija, quien presenció el terrible acto, quedó traumatizada. Dejó de hablar y de comer y al poco tiempo murió.

Testaruda y obstinada, esta mujer de 65 años ha sido formada por las ONG de derechos humanos que visitan la zona. Cuando el profesor Roberto Solarte, líder del grupo de investigación Pensamiento Crítico y Subjetividad, la entrevistó, supo que detrás de ese discurso bien armado para exigirle reparación al Estado había un inmenso dolor.

Solarte y sus colegas empezaron un proceso cercano con Ángela de reconstrucción de memoria. Motivada, se acogió a las reparaciones simbólicas que el Ministerio de Cultura hace a víctimas de violación de Derechos Humanos y, con el dinero recibido, montó una casa en donde los afectados por la violencia, a través de diálogos colectivos y talleres de socialización, pueden contar sin temor sus historias de vida. Hoy en día el proyecto persiste y Ángela ayuda a otros a hacer memoria. “Se siente reconocida”, afirma el profesor.


Fotografía: Fernando Grisales. Revista Pesquisa, Universidad Javeriana

Fotografía: Fernando Grisales. Revista Pesquisa, Universidad Javeriana


Otra forma de reparación

El Magdalena Medio, territorio que abarca 33 municipios de cinco departamentos (Santander, Antioquia, Bolívar, Boyacá y Cesar), sufre un alto nivel de violencia desde mediados del siglo pasado. De acuerdo con el Registro Único de Víctimas (RUV), de la Unidad Nacional de Víctimas, desde 1984 en esta región se han presentado 262.335 casos de victimización por el conflicto.

“Lo que hace el Estado es clasificar y cuantificar a las personas sin ningún impacto transformador real”, dice Solarte. “La gente no está reparada, pero legalmente sí lo está porque ya firmaron documentos, fueron a talleres y recibieron plata por tres meses. Son campesinos que no saben qué hacer en la ciudad, no consiguen empleo y no tienen ningún tipo de ayudas”, asegura. En 2014, varios investigadores de la Universidad Javeriana empezaron a preguntarse por nuevas estrategias que generaran cambios favorables en las comunidades víctimas de la región y así surgió Memoria del Futuro en el Magdalena Medio, proyecto construido por diferentes grupos de investigación con funciones, aportes y responsabilidades diversas. Dicha iniciativa buscó “crear una mirada reparadora del pasado con un efecto positivo en las vidas de las víctimas de la violencia”, explican los investigadores.

La idea del título, Memoria del Futuro, surgió de un texto sobre la reparación de mujeres víctimas de la guerra en Bosnia Herzegovina. Estas personas eran invitadas a contar sus historias y las de sus muertos para compilarlas en un gran documento de divulgación. Al ver el trabajo concluido, expresaron que esas eran memorias para el futuro, porque tenían el potencial de evitar que algo tan horrible volviera a suceder.

Así, se ha venido diseñando un modelo piloto de memoria regional construido a partir de los relatos biográficos de las víctimas como alternativa de reparación. Una de estas historias es la de Elkin Flórez, desaparecido por paramilitares el 26 de enero de 2006 en Barrancabermeja (Santander). Tenía 35 años y transportaba a dos hombres en su taxi cuando fue visto por última vez. Horas después encontraron su vehículo en llamas, pero de él no había ningún rastro. Desde entonces, sus padres, su hija adolescente y sus amigos esperan noticias de su paradero. Todos lo recuerdan como una persona servicial, pacífica, dedicada a su trabajo, con muy buen sentido del humor y una gran pasión por las aves. “Si yo pudiera decirle algo a mi hijo, le diría que siento mucho su ausencia y que siempre estoy luchando por conocer la verdad”, dice Adalberto, su padre.

Compilar memorias biográficas como la de Elkin y de otras tantas víctimas de la región ha motivado a las comunidades a reconocerse, reconstruir sus lazos y trazar un plan para su futuro que sea acogido por organizaciones comunitarias o instituciones regionales. Además, claro, es un escudo para que la violencia no se repita.

La investigación se enfocó, en primer lugar, en comunidades desplazadas de corregimientos y barrios de San Pablo (Bolívar) y Barrancabermeja (Santander). Incluyó además a familiares de desaparecidos de toda la zona: en el caso de Puerto Berrío, por ejemplo, de acuerdo con los testimonios orales, los violentos desaparecieron a un cuarto de la población y “¿cómo es posible que las memorias de estas víctimas sean opacadas por versiones hegemónicas de casos de violencia emblemáticos?”, dicen los investigadores y añaden que muchas de estas personas no figuran en listas oficiales de víctimas y tampoco han participado de los eventos protocolarios de La Habana (Cuba).

El diálogo, base del método

No hubo encuestas ni formatos pesados. El equipo siempre tuvo claro que la investigación se desarrollaría mediante metodologías participativas que dieran prioridad a las voces de las personas. Por eso se recurrió a entrevistas a profundidad, grupos focales, sesiones de diálogo y talleres. La información que salía de estas actividades se compartió con las comunidades para que decidieran la mejor forma de convertirlas en herramientas pedagógicas y comunicativas: trabajos fotográficos, crónicas, documentales, entre otros productos.

“Estas víctimas necesitan hablar y no que les impongan un olvido que no se merecen”, insiste Solarte. Por eso, el documental se convirtió en una herramienta útil con la que se empoderó a las comunidades. Carlos Angarita, profesor de la Facultad de Teología de la Universidad Javeriana, afirma que si bien el proyecto no planeaba elaborar este tipo de productos, se dieron las circunstancias y se conformó un equipo para realizarlos. No son solo herramientas, explica, “pues si se hacen con criterios estéticos, tienen el valor de una obra artística”.

Estrategias de divulgación

El documental El retorno de un boga cuenta la historia de José Beleño, un agricultor, pescador y líder social de Ciénaga del Opón que, 14 años atrás, escapó milagrosamente de la muerte cuando los paramilitares se apoderaron de la zona. Esta violencia, además de desintegrar a su familia, lo obligó a irse a la zona urbana de Barrancabermeja, de donde nunca se sintió parte. A pesar del miedo y la incertidumbre, José y otros desplazados decidieron volver al lugar donde pertenecían y empezar de nuevo. Su valentía a la hora de hacer memoria los han llevado hoy a iniciar una lucha pacífica para recuperar lo que habían perdido. “Beleño ha contado bien nuestra historia”, dijo un líder campesino al terminar de ver el documental; agradeció además que, después del trabajo de investigación, la Universidad volviera para entregarles un producto concreto. “Nuestros hijos y nietos ya podrán saber qué fue lo que pasó acá”.

Las comunidades entienden este lenguaje porque es el suyo y, por consiguiente, se pueden ver y escuchar en él, explica Angarita. De manera espontánea, dice, las personas han empezado a complementar la historia de El retorno de un boga con sus propios relatos. “En ese sentido, este documental funciona como un dispositivo que activa la memoria”.

Sin embargo, los investigadores están lejos de darse por satisfechos. “El desplazamiento es un proceso de empobrecimiento forzado”, afirma Solarte. Las personas mayores están completamente abandonadas y en los más jóvenes “se ha desdibujado su ser campesino”. En el caso de los desaparecidos, el esfuerzo consiste en recuperar nombres, fotos e historias. “Pero muchos de los sobrevivientes se rehúsan a hablar, viven sumidos en el miedo, máxime en una zona donde los actores armados —los paramilitares en particular— ejercen poder sobre las comunidades”.


Para leer más:

www.opi.org.co (página del Observatorio de Paz Integral). En el enlace ‘Desaparecidos’ se encuentran las biografías de desaparecidos del Magdalena Medio construidas a partir de las memorias de sus familiares.


Nota publicada en Pesquisa Javeriana, reproducida en PCNPost con autorización


SOURCE: Pesquisa Javeriana

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