Una democracia esclava de las encuestas

Por: Juan David Cárdenas.

Las encuestas de opinión, gústenos o no, son un referente de los procesos de formación de la opinión pública en las democracias contemporáneas. En sociedades cada vez más atravesadas por el auge de los medios masivos de comunicación y la expansión de las tecnologías, la necesidad por producir constantemente información que trate de explicar el comportamientos social en distintos escenarios es algo a lo cual no podemos escapar.

Uno de esos escenarios en donde las encuestas cada vez cobran mayor relevancia, a mi juicio para mal, es en los procesos electorales en donde cada vez su impacto es más fuerte en la construcción de los escenarios de campaña.

Existen en nuestro país según el Consejo Nacional Electoral 188 firmas encuestadoras avaladas para la realización y divulgación de encuestas de opinión pública y electoral. En el actual proceso electoral se ha presentado una fuerte polémica por la publicación de distintas encuestas en fechas cercanas y con trabajos de campo realizados casi de manera simultánea con resultados muy diferentes, lo que agrego un nuevo elemento a la clásica suspicacia que de entrada ya se tiene en la opinión pública frente a las encuestas.

La primera discusión frente a las encuestas es metodológica y es más difícil de entender para el ciudadano del común que se atiene a los resultados publicados por los medios. Encuestas telefónicas vs cara a cara, márgenes de error distintos, muestras de solo 600 personas, son algunos de los aspectos que pueden mencionarse sobre el ejercicio de las encuestadoras en la campaña electoral en Bogotá.

La segunda discusión es política ya que se afirma en las campañas que las diferencias en los resultados obedecen a la financiación de las mismas, los intereses particulares y conflictos de interés (amistad, afinidad) entre los candidatos, los partidos y los dueños o gerentes de las firmas encuestadoras.

La tercera discusión en de carácter “periodístico-informativo” en donde se observa con preocupación una escasa o nula preparación de los periodistas para la interpretación y divulgación de los resultados de las encuestas en donde, seguramente, impulsados por el afán periodístico inventan u omiten empates técnicos, magnifican o subestiman distancias porcentuales entre candidatos y omiten permanentemente en sus medios la divulgación de la información técnica de los estudios que permita a un ciudadano crítico y vigilante del rigor informativo hacerse un juicio más acertado sobre el rigor de la información que le están trasmitiendo

Estos tres escenarios de debate nos llevan a plantear dos preocupaciones de cara a las distorsiones que se pueden presentar para la correcta implementación de los principios democráticos en las campañas electorales:

  1. Desinformación y baja participación: las encuestas parten de principios como la aleatoriedad para buscar que cualquier ciudadano pueda ser tenido en cuenta. La metodología de muchos de estos estudios omiten esta característica al mantener técnicas de recolección obsoletas como el teléfono fijo, o por el contrario, el privilegiar las nuevas tecnologías como Internet donde no es 100% posible garantizar el rigor del proceso. Esto redunda en que no todos son tomados en cuenta como posibles participantes de los estudios y luego la información encontrada se generaliza como si esto si se cumpliera.
  2. Limitación y segregación política: Tristemente las encuestas se han consolidado como el referente mediático para considerar la validez o legitimidad de un candidato para ser tenido en cuenta como fuente informativa en los medios, sobre todo para ser invitados o no a los debates cuya esencia, la deliberación pública, no debería hacerse en ausencia de partidos y candidatos, que si bien no son mayoritarios, si representan a sectores de la población y tienen el mismo derecho a buscar persuadir a los electores a través de estos medios.

A futuro se debe pensar en una regulación más fuerte frente a la actividad de las firmas encuestadoras buscando generar mayor transparencia y control del rigor metodológico de sus procesos. Estas firmas deben, a su vez, adaptar sus procesos a las transformaciones tecnológicas y los cambios culturales y demográficos para hacer trabajos de campo más representativos de la composición de la sociedad.

Los medios también tienen que revaluar la relevancia y el uso de las encuestas como principal insumo informativo en las elecciones siendo conscientes de las distorsiones que estos estudios pueden generar en la opinión pública y en los procesos democráticos.

Nuestra democracia no puede ser esclava de las encuestas.


 

Debes loguearte para poder agregar comentarios ingresa ahora