Cambio civilizatorio como respuesta para afrontar estructuralmente el cambio climático

Por: Rodrigo Arce Rojas.

El concepto de adaptación al cambio climático encierra tres ideas fundamentales

  • Ajustarse al clima
  • Moderación del daño
  • Aprovechamiento de las oportunidades

Por su parte el concepto de mitigación alude a dos conceptos

  • Reducir las fuentes de emisiones de GEI
  • Incrementar los sumideros de GEI

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AFP PHOTO / PAUL J. RICHARDS


Veamos las implicancias de cada uno de estos elementos:

  • Ajustarse al clima: Parte por reconocer que el cambio climático es una realidad que se manifiesta al presente y que se proyecta al futuro por lo que no queda otra cosa que tomar las medidas necesarias que hagan compatible la vida (humana y no humana) con estos cambios.
  • Moderación del daño: Implica desarrollar las acciones necesarias para disminuir la intensidad de los daños que ya se están dando (o de todas maneras se van a dar).
  • Aprovechamiento de las oportunidades: Esta es una perspectiva en la que los cambios pueden ser usados a favor del interés humano y que dice que no hay que dejar pasar los aspectos positivos que genera el cambio climático.
  • Reducir las fuentes de emisiones de GEI: apela al reconocimiento que la causa del cambio climático refiere a los GEI generados tanto por el ser humano como por factores naturales y que existe la necesidad de detener los procesosexcedentarios de producción de GEI
  • Incrementar los sumideros de GEI: implica mejorar la capacidad de captura y retención de C02.

Del análisis de los componentes de la mitigación y adaptación al cambio climático se desprenden las siguientes premisas:

  • El cambio climático es fundamentalmente producto de un proceso histórico de emisiones excedentarias de GEI y que se proyecta amenazadoramente sobre la vida en la tierra.
  • En tanto fenómeno complejo que ya está aquí no queda otra opción que aceptarlo y hacer todo lo necesario para reducir los impactos negativos.
  • Los cambios del clima no siempre son negativos y existe la necesidad de aprovechar las oportunidades que se generan.

Una lectura crítica de las premisas identificadas señala dos situaciones. Una que refiere a una visión de resignación que dice que es un problema del cual no podemos desprendernos y que existe la necesidad de actuar para ajustarse a los cambios y otra visión optimista que señala que los efectos del cambio climático también generan nuevas posibilidades de desarrollo para la gente y los inversionistas. Esta segunda situación se ve reforzada por el optimismo tecnológico que dice que no importa cuán grave sean los problemas y que el ser humano siempre ha encontrado soluciones a partir del poder de la ciencia y la tecnología.

En el abordaje convencional (conservador) de la mitigación y adaptación al cambio climático no hay un cuestionamiento al modelo civilizatorio ni al modelo económico hegemónico que son precisamente los factores claves que han producido el cambio climático.  En tanto se considera que el sistema económico predominante es sólido y efectivo para generar riqueza entonces la lógica predominante para hacer frente al cambio climático es resolver el problema incorporando las leyes fundamentales del sistema económico que tienen que ver con valorar, dar precio, dar propiedad y favorecer la libre transacción económica.

En la lógica de mercado del carbono no importa dónde se generan ni tampoco dónde se captura el carbono excedentario (Espósito y Zandvliet, 2013) ello ha dado pie a que se genere un mercado del carbono. La mercantilización de las soluciones de mercado permite que procesos económicos puedan mantener sus esquemas de producción emisoras de GEI a cambio de pagar sus culpas con dinero, en una suerte de modernas indulgencias. Al respecto Magrin (2015) señala que:

En la región es muy frecuente que al momento de planificar las intervenciones para disminuir la vulnerabilidad ante el cambio climático se piense en opciones específicamente dirigidas a reducir los impactos de eventos climáticos adversos como medidas tecnológicas, de cambios de hábito, de infraestructura, y de transferencia del riesgo. Pero, generalmente, se ignoran las medidas que aumentan la capacidad adaptativa y reducen la vulnerabilidad subyacente relacionada con factores socioeconómicos (acceso a los recursos, disponibilidad de información y conocimientos), e institucionales (8).

Para completar el enfoque de Magrin habría que señalar que no se analiza con suficiente profundidad las bases que han generado el cambio climático y por tanto comprenderla a plenitud implica comprender sus fundamentos epistemológicos, teóricos y metodológicos pues las alternativas generadas surgen a partir de la matriz cultural predominante.

La economía neoclásica ha sido cuestionada por reduccionista y por basarse en premisas que no siempre se sustentan en la práctica. En su afán de parecer científica, la ciencia económica trata de saldar sus deficiencias epistemológicas a través de métodos cuantitativos cada vez más sofisticados (Abreu, 2014). Dos corrientes económicas que tratan de dar respuesta a las críticas de la economía neoclásica son la economía verde y la bioeconomía. Para el UNEP (2012), desde la perspectiva de la economía verde, las respuestas para hacer frente a los problemas ambientales pasa porque los bienes y servicios de los ecosistemas ingresen a la dinámica de los mercados. De ahí la importancia que le dan a la valoración de los servicios ecosistémicos.

Según Campos (2010) la economía verde no va en contra ni del mercado ni del libre comercio, simplemente trasciende el modo de producción actual al incorporar variables sociales y ambientales en él. La pregunta es si es que esta renovada sensibilidad por las dimensiones ambientales y sociales es genuina o si es otra de las variantes de un “desarrollo sostenible” que se inscribe en una propuesta de ecología superficial y sustentabilidad débil. La pregunta surge a raíz del mantenimiento de la apuesta extractivista de la naturaleza, la fuerte dependencia a la energía procedente de los combustibles fósiles, la transformación del bosque para destinarlo a monocultivos agroindustriales, entre otras manifestaciones. Como señala Ugarteche (2018) el tema con la “economía verde” es que no busca variar un ápice el modelo de globalización basado tanto en el Consenso de Washington como en el Consenso de los Commodities (109).

En este contexto, la bioeconomía aparece como una formulación superior a la economía verde. Aramendis et al. (2018) presentan las principales características de la bioeconomía:

La bioeconomía promueve nuevas formas de organización de las cadenas de valor asociadas a la biodiversidad (bio-cadenas) y la generación de flujos de economía circular. Busca reducir la dependencia de los recursos fósiles y promueve la producción y utilización intensiva del conocimiento que se tiene de los recursos, procesos y principios biológicos, para el suministro sostenible de bienes y servicios en todos los sectores de la economía (bioenergía, agrícola y bioinsumos, alimentos, fibras, productos para la salud, productos industriales y bioplásticos). Reconoce el rol primordial del conocimiento científico-tecnológico como motor fundamental para redefinir las relaciones entre el sector agropecuario, la biomasa y la industria. Se reduce o elimina producción de residuos, se generan nuevos productos y servicios y se crean nuevas fuentes de crecimiento económico y social equitativo (4).

Aunque la bioeconomía se constituye en una propuesta que supera la visión de dependencia hacia los combustibles fósiles y destaca el valor de la biodiversidad como opción de desarrollo (entiende la sustentabilidad como la descarbonización de la economía) no se aprecian los derechos de la naturaleza y por lo tanto tampoco aparece explícitamente la dimensión ética.

Las dificultades que se han encontrado en las Conferencias de las Partes para arribar a acuerdos sólidos para hacer frente al cambio climático radican en que no se han guiado por la responsabilidad o la ética ambiental sino por no afectar los intereses de las grandes corporaciones multinacionales (López, 2015: 6)

Existe por tanto la necesidad de generar propuestas transformadoras que aborden el cambio climático desde una perspectiva más sistémica y sustentable. Ello podría estructurarse haciendo la correlación del cambio climático con cada uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y entendiendo las interrelaciones e interdependencias. Al respecto, Merlinsky (2017) menciona que:

Considerando que son las crecientes tasas de extracción de recursos naturales y la quema de combustibles fósiles las principales causas de la mayor inestabilidad climática, la sostenibilidad global depende más que nunca de un cambio de naturaleza eco-política (1)

Eso quiere decir que no es un problema técnico, legal o institucional únicamente sino un todo integrado en el que no puede evadirse el tema del poder. El reto es cómo abordar el cambio climático desde la perspectiva de la justicia ambiental, desde los derechos humanos y los derechos de la naturaleza.

Más que contentarse con procesos de adaptación de manera pasiva, acrítica y superficial se requiere incorporar un espíritu crítico y transformador que lleve a una genuina sustentabilidad. Es obvio que en esta perspectiva no se elimina la dimensión económica sino que se articula efectivamente con las dimensiones sociales y ambientales en un enfoque interdimensional, multiescalar y multitemporal. De lo que se trata es de desarrollar propuestas de economía y mercado social y culturalmente pertinentes que implica acompañarlo de equidad, justicia y ética.

Por tanto, además de desarrollar capacidades para la mitigación y adaptación al cambio climático se requiere fortalecer las capacidades de resiliencia. Según el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente del Gobierno de España et al. (2016) la resiliencia es la capacidad de un sistema socioecológico de afrontar un suceso o perturbación peligrosa respondiendo o reorganizándose de modo que mantenga su función esencial, su identidad y su estructura, y conservando al mismo tiempo la capacidad de adaptación, aprendizaje y transformación (47). Estamos hablando resiliencia del socioecosistema por tanto estamos haciendo referencia a la resiliencia ambiental y resiliencia social.

En esta precisión conceptual las capacidades de aprendizaje y transformación son claves porque implica ponerle pensamiento complejo (que incluye una diversidad de formas de pensamiento incluyendo el pensamiento crítico) y no quedarse en un esquema de pensamiento lineal y determinista que sólo entiende de la lógica de mercado. Aquí es cuando se valora los espíritus que buscan posibilidades, incorporan la creatividad e innovación, se atreven a pensar más allá de lo establecido o instituido.  En esta perspectiva inclusiva cobra real sentido los aportes de los conocimientos tradicionales y de las mujeres.

En esta perspectiva amplia y religante se incorpora la ética del cuidado como una manifestación de profundo respeto a todas las manifestaciones de la vida y no sólo aquello que tiene utilidad para el ser humano. Además, no todo puede tener precio ni todos los elementos son internalizables.

Se concluye entonces que para hacer frente al cambio climático hay que repensar la apuesta civilizatoria, repensar el pensamiento y el conocimiento para generar posibilidades que vayan más allá de lo instituido. No podemos seguir con la premisa de crecimiento ilimitado e insensible al mundo natural (del cual nosotros mismos formamos parte).


Referencias bibliográficas:

Abreu, Pedro. (2014). Crítica a la epistemología de la economía neoclásica. SAPIENS vol.15 no.1 Caracas jun. Disponible en: http://www.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1317-58152014000100002

Aramendis, Rafael; Rodríguez, Adrián; y Krieger, Luiz. (2018). Contribuciones a un gran impulso ambiental en América Latina y el Caribe: bioeconomía. Santiago de Chile: CEPAL. Disponible en: https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/43825/1/S1800540_es.pdf

Campos, Melina. (2010). Economía verde. CEGESTI. N° 151. Disponible en: http://www.cegesti.org/exitoempresarial/publicaciones/publicacion_151_060611_es.pdf

Espósito, Carla y Zandvliet, Hans (2013). Las negociaciones sobre Cambio Climático en Naciones Unidas y la realidad de las emisiones. Perspectivas desde el Sur global. En: Espósito, Carla [et.al.]. 2013. Crisis socioambiental y cambio climático.  1a ed. – Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO, 2013. Disponible en: https://www.crop.org/viewfile.aspx?id=496

López, Aida. (2015). Cambio climático y conflictos ecológicos distributivos en regiones indígenas de México. El caso de la industria eólico en el istmo de Tehuentepec, Oaxca. Tesis para optar el grado de Doctor en Sociología. Universidad Autónoma de Barcelona. Disponible en: https://ddd.uab.cat/pub/tesis/2016/hdl_10803_384605/allg1de1.pdf

Magrin, Gabriela. (2015). Adaptación al cambio climático en América Latina y el Caribe. Santiago de Chile: CEPAL Unión Europea.

Merlinsky, Gabriela. (2017). EL CAMBIO CLIMÁTICO COMO PROBLEMA ECO-POLÍTICO. Megafón. N* 18/3 | Octubre. Disponible en: https://www.clacso.org/megafon/pdf/Megafon_18_3_Gabriela_Merlinsky.pdf

Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente del Gobierno de España, Fundación Biodiversidad y la Oficina Española de Cambio Climático (2016). Cambio climático. Informe de síntesis. Guía resumida del Quinto Informe de Evaluación del IPCC. Basado en materiales contenidos en el Quinto Informe de Evaluación del IPCC. Madrid: Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente del Gobierno de España. Disponible en: https://www.mapama.gob.es/es/ceneam/recursos/mini-portales-tematicos/guia-sintesis-resumida_tcm30-376937.pdf

Ugarte, Oscar. (2018). Modelos de desarrollo alternativos actuales y emergentes. En: COEECI & ANC. (2018). Desarrollo y Democracia en el Perú: La contribución de la cooperación internacional y el rol de las organizaciones de la sociedad civil. Lima: COECCI & ANC.

UNEP. (2012). Economía Verde en el contexto del desarrollo sostenible y erradicación de la pobreza: Una perspectiva desde América Latina y el Caribe. Quito: Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente Oficina Regional para América Latina y el Caribe. Disponible en:

http://www.pnuma.org/forodeministros/18-ecuador/Reunion%20Expertos/Informe%20Economia%20Verde/ESPANOL%20Economia%20Verde%2016%20DEC%202011.pdf


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