Presupuesto “made in” Las Vegas

Por: Eduardo Lleras Losada.


Una vez al año las empresas entran en un especie de acuartelamiento de primer grado por espacio de un mes . Reuniones van y vienen. Duras negociaciones y estrategias de expertos jugadores de póker son el día a día. Se adelantan las cartas al niño Dios llenas de peticiones y con picardía algunos sonríen cuando se salen con la suya. El resultado final, una cifra impuesta en la que nadie cree y que ninguno tiene claridad de cómo alcanzar. Lo llaman presupuesto, es el coco, el Karma, el insensible yugo que los golpeará mes a mes con enorme crueldad.

Al observar a las personas en estos meses críticos me he dado cuenta de que el ejercicio de la elaboración de un presupuesto organizacional está sustentado sobre una relación deshonesta entre los actores (ojo que no dije personas deshonestas). La malicia indígena aflora, se esconden y/o inventan cifras, se frenan las ventas del periodo (para que no sea mucho mas exigente el próximo año), no se dice qué es lo que esperamos, se crecen o reducen los mercados, se inventan oportunidades nunca vistas y cada personaje tiene al menos tres cuadros de Excel distintos: el mío, el nuestro y el de mi jefe. El sistema se corrompe y lo único que no está presente es la mera verdad pues nadie ha sido capaz de hablar de ella y se hace por lo tanto casi imposible inducirla. Parece mas una versión amateur del juego de póker de texas holdem, que un ejercicio serio, de hombres serios, hablando de negocios.

De lo que no somos conscientes es que este juego (mas digno de un casino en las Vegas), trae unas consecuencias para la organización que con el paso del tiempo van minando la capacidad de la empresa de mantener altos estándares y crecimientos sostenidos. Algunas de las consecuencias las menciono a continuación:

  • En muchos casos las conversaciones no giran sobre lo importante, estratégico o sostenible. La cifra final del período es el actor principal, el villano que destruye la capacidad creativa de repensar el negocio y proyectarlo de manera armónica al futuro.
  • Si se dan las conversaciones sobre lo importante, el día a día y afán del cumplimiento absorben como un agujero negro la innovación y sostenibilidad. Año a año declaramos las mismas necesidades, y como personajes de tragedias griegas repetimos nuestro presente y diseñamos nuestro futuro, sustentados en un pasado que no necesariamente nos ayudará a dar saltos importantes en la evolución.
  • Las distintas áreas de la empresa entran en una especie de lucha y competencia por los recursos. El pensamiento y la acción en silos se refuerza. El como voy yo en este juego es el lenguaje común que nos atraviesa de manera transversal.
  • Al darnos cuenta de la imposibilidad de alcanzar la meta recortamos todo aquello que nos dará una posibilidad de un futuro distinto. Abandonamos la inversión en el desarrollo de los líderes y los proyectos estratégicos se archivan con la esperanza de tiempos mejores que nos permitan abordarlos.
  • Creamos una organización desmotivada que se esfuerza como un hámster en una rueda por llegar al algún lugar y nunca lo logra. Patinamos sobre el mismo punto y la moral y confianza se caen al piso, victimas de la incapacidad de alcanzar el logro y su refrescante reconocimiento.
  • Sostenemos una cultura donde el incumplimiento es un rasgo determinante que se va impregnando en todas las capas de la organización. Incumplimos nuestros compromisos y diseñamos un sistema donde la responsabilidad individual y colectiva no existen, y lo que es peor, sin ningún tipo de consecuencia.

En los últimos tiempos he compartido esta teoría con algunos empresarios. Algunos me miran, sonríen y con cariño abrazan mi ingenuidad con frases como este es el nombre del juego y no soy yo quien lo va a cambiar. Algunos otros ingenuos como yo le apuestan a algo distinto.

Será el futuro quien nos juzgue, yo por mi parte iré a las Vegas a hacer lo que se hace en las Vegas y lo que pasa en las Vegas se queda en las Vegas.


 

 

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