Presidente Santos recibe Doctorado Honoris Causa de la Universidad Camilo José Cela.

Palabras del Presidente Juan Manuel Santos al recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Camilo José Cela

Madrid, 3 nov (SIG) 

Cuando nuestro embajador en Madrid, Fernando Carrillo, me contó de la decisión de la Universidad Camilo José Cela de concederme un doctorado honoris causa, sentí una gran alegría y una profunda emoción.

 

El Jefe de Gobierno español y el rector de la Universidad Camilo José Cela haciendo entrega de la distinción.

El Jefe de Gobierno español y el rector de la Universidad Camilo José Cela haciendo entrega de la distinción. 

Alegría… porque entiendo esta distinción no solo como el reconocimiento a mi trayectoria pública y privada, o mi labor como gobernante, sino como la exaltación a una nación –Colombia– que hoy recorre, después de décadas difíciles, un camino de progreso y esperanza como pocas en el planeta.

Emoción… porque recibo este título honorífico de una universidad anclada en la tradición de la Institución Educativa San Estanislao de Kostka, con más de 120 años de historia, y muy particularmente, de una universidad española, de esta Madre Patria que tanto queremos y admiramos.

Es difícil explicar, en pocas palabras, lo que significa España para los colombianos, en todos los ámbitos de nuestra vida.

No solo es el país del que recibimos la hermosa herencia de la lengua castellana –que por cierto acaba de remozarse con la nueva edición del Diccionario de la Real Academia Española–.

No solo es la nación de nuestros ancestros, cuna de muchas de nuestras costumbres, molde de nuestros poblados y ciudades, antecedente de nuestra personalidad.

España está impresa, como sello indeleble, en nuestra alma y en los recuerdos que exceden la memoria porque viven en la sangre y el corazón.

España ha sido, además, un país amigo, solidario en las dificultades y residencia de miles de colombianos que han hecho de esta tierra su segundo hogar.

Ni qué decir de su arte y su literatura que –desde el Mío Cid o el Quijote– han forjado nuestros sueños, aventuras e ideales.

Un ejemplo de estos creadores, por supuesto, es el gran intelectual, escritor y periodista –en esto último nos identificamos– que fue Camilo José Cela, cuyo nombre da lumbre a esta universidad.

Obras como La Familia de Pascual Duarte o La Colmena nos ayudaron a ahondar aún más en el alma española y a entender también las tribulaciones de su historia.

Porque España, como Colombia, no ha estado ajena al dolor de la guerra y el conflicto interno.

Por eso ustedes comprenden, mejor que nadie, que en nuestro país estemos decididos a buscar y lograr la paz.

Hoy, en este escenario académico, rodeado por los hombres que han dirigido y dirigen el destino de esta gran nación quiero agradecer –al presidente Rajoy y a sus antecesores– el continuo apoyo, la sincera amistad, la constante preocupación que han mostrado por la suerte y el destino de Colombia.

Si hemos tenido un país amigo, en las buenas y en las malas, sin tener en cuenta el partido que lo gobierne, ese ha sido España.

Cuando hablamos de inversión, hay que resaltar el inmenso aporte en empleo y bienestar que representa la inversión española en campos tan diversos e importantes como la banca, las comunicaciones y la infraestructura.

Cuando hablamos de los vínculos que nos unen en el deporte, hablamos por ejemplo de los triunfos de nuestros deportistas que son la cara de una nueva Colombia que construimos día a día.

Ha sido una relación de doble vía. Alfredo Di Stefano “la saeta rubia”, sembró una semilla en Colombia y llegó a Madrid después de marcar una tradición en el futbol que luego cosechó España.

Hoy James Rodríguez en Madrid y Carlos Bacca en Sevilla, son la expresión de una Colombia alegre, próspera y con fe en su futuro. Los colombianos hoy entran a las elites de la excelencia como proyección de un país moderno que pisa fuerte en los escenarios globales.

Cuando hablamos de cooperación, también España ocupa un lugar de privilegio. Actualmente, se encuentran en operación en nuestro país 72 proyectos de cooperación española por 83 millones de euros.

¡Y quién más que España podría liderar en el seno de la Unión Europea la propuesta para eliminar requisito de las visas para los ciudadanos colombianos!

No nos cansaremos de agradecerle, presidente Rajoy, esta iniciativa pionera de su gobierno que está haciendo trámite exitoso en las instancias europeas.

Precisamente, la semana pasada la Comisión Europea adoptó los informes que concluyen que Colombia –y también Perú– cumplen con los requisitos para prescindir de visado de entrada en el área Schengen.

Esperamos que la eliminación de la visa sea ya una realidad. Estamos a muy pocos pasos de conseguirla. Así verán los españoles –y las naciones europeas– incrementar su turismo e intercambio con los hijos de una nación que nunca ha dejado de sentirse orgullosa de su hispanidad.

Bien dijeron nuestros intelectuales en una carta que escribieron –comandados por nuestro nobel García Márquez– cuando se implementó el requisito del visado:

“Nuestros clásicos son los clásicos de España; nuestros nombres y apellidos se originaron allí casi todos; nuestros sueños de justicia, y hasta algunas de nuestras furias de sangre y fanatismo –por no hablar de nuestros anticuados pundonores de hidalgo– son una herencia española”.

Y así como España ha deseado siempre lo mejor para Colombia, igualmente nosotros hemos deseado –y deseamos– siempre lo mejor para ustedes, y por eso me atrevo a enviarles un mensaje:

España es un gran activo en el panorama global precisamente porque es un gran país. Lo es por tamaño, por influencia y por su papel positivo en política internacional.

Si España se debilita, todos somos más débiles. Y si España se fortalece, todos somos más fuertes. Porque la España de hoy es una fuerza positiva para el mundo, y así debe seguir siendo.

Por eso apoyamos –y lo digo con toda claridad– el respeto del principio esencial de la integridad constitucional y territorial de España.

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Colombia busca hoy, con determinación y seriedad, la terminación de un conflicto armado interno anacrónico y absurdo que hemos sufrido por más de medio siglo.

Es un conflicto que ha dejado millones de víctimas, millones de desplazados de sus pueblos y terruños, y una estela de dolor y atraso que no tiene por qué seguir.

Por eso buscamos la paz a través de los diálogos con la guerrilla que adelantamos en La Habana desde hace casi dos años, y que han tenido importantes avances.

Muchos me preguntan: ¿y por qué usted –que fue tan eficaz como ministro de Defensa para golpear a los grupos armados ilegales– está ahora apostándole a una salida negociada al conflicto?

Yo les respondo: me tocó hacer la guerra y modestia aparte fuimos exitosos, pero hay un tiempo para la guerra y hay un tiempo para la paz.

Hoy sé que es más difícil hacer la paz que hacer la guerra, pero también sé que hacer la paz es la tarea más urgente de cualquier gobernante.

Pude haberme quedado quieto. Pude haber seguido la inercia de una guerra que sé dirigir y que da resultados visibles, mediáticos, aunque no definitivos.

Pero les confieso que no hubiera estado tranquilo.

Porque si existe una oportunidad, ¡tan solo una oportunidad!, de parar este desangre, hay que tomarla.

De lo contrario, no solo tendría que responder ante la historia, sino ante mi propia conciencia y mi propio destino.

Hoy el proceso está avanzando y hemos llegado más lejos que nunca antes.

De 5 puntos sustantivos que conforman la agenda de diálogos, ya hemos logrado acuerdos en 3 de ellos que tienen que ver con el desarrollo rural, la participación política y el problema de las drogas ilícitas.

En este momento se avanza en el punto 4 –que es el relativo a los derechos de las víctimas– y, simultáneamente, se han iniciado las aproximaciones sobre el último punto que corresponde a la dejación de las armas y la desmovilización, es decir, el fin mismo del conflicto.

Si logramos un acuerdo final –como esperamos–, no tengo duda de que el potencial de Colombia, que ya está en pleno desarrollo, se disparará hacia horizontes nunca soñados.

Piensen en esto: a pesar de sufrir este conflicto, Colombia es hoy la economía que más crece en América Latina, la de menor inflación, y una de las más altas receptoras de inversión extranjera.

A pesar de sufrir este conflicto –según el informe Doing Business 2015 del Banco Mundial que se conoció la semana pasada–, somos el país de América Latina donde es más fácil hacer negocios.

A pesar de sufrir este conflicto, Colombia es también el país de la región donde más ha disminuido la pobreza –casi 10 puntos porcentuales en los últimos 4 años, equivalente a 3 millones 600 mil personas– y el que más empleo ha creado en la región –en apenas 50 meses hemos generado 2 millones 800 mil puestos de trabajo–.

¡Imagínense por un momento a dónde podrá llegar Colombia si alcanzamos y consolidamos la paz!

Imaginen todo lo que podremos hacer si utilizamos los recursos que hoy se gastan en confrontar a los grupos armados ilegales en inversiones para mejorar el bienestar y las oportunidades de los colombianos.

Pero la paz de Colombia no será solo beneficiará a los colombianos o a la región latinoamericana… ¡Será un hecho positivo para el mundo entero!

¿Por qué? Porque una Colombia sin conflicto, una Colombia sin guerrilla, pasará de ser un factor preocupante a convertirse en un factor positivo en el combate a las drogas ilícitas y en la protección del medio ambiente.

Piensen en lo revolucionario que sería que el país que más cocaína enviaba a España y a las naciones europeas logre erradicar o disminuir a su mínima expresión la coca de su suelo, trabajando de la mano el Gobierno con la guerrilla ya desmovilizada, para sustituir cultivos ilícitos por cultivos lícitos.

Piensen en lo que implicaría para el medio ambiente detener la deforestación –el ecocidio– que implican los cultivos ilegales, que arrasan cada año con miles de hectáreas de bosque nativo.

La semana pasada estuvo en Bogotá el expresidente de México Felipe Calderón, lanzando el reporte sobre la economía y el cambio climático, y allí hablamos –precisamente– de la importancia estratégica que significa preservar los ecosistemas de un país que, como Colombia, es el más biodiverso del planeta por kilómetro cuadrado.

Entonces la paz de Colombia no solo significará tranquilidad, seguridad y bienestar para los colombianos, sino que también traerá beneficios tangibles a otros países, como España.

La paz de Colombia también implicará –ese es mi sueño– que llegue a su fin el último conflicto armado del hemisferio occidental.

*****

Los colombianos sabemos, sin embargo, que la consolidación de la paz no es solo el fin del conflicto armado.

La paz la estamos construyendo desde ya: reparando a las víctimas, restituyendo a los campesinos las parcelas que les arrebataron los violentos, incrementando las oportunidades para los más necesitados.

Y lo estamos haciendo dentro de una visión que he resumido en tres pilares: PAZ, EQUIDAD y EDUCACIÓN.

Estos 3 pilares dependen uno del otro y se refuerzan entre sí.

Porque una paz total no es posible si no hay equidad. Porque la única forma de lograr equidad a largo plazo es tener una población bien educada. Y porque un país educado es menos propenso a la violencia.

Apreciado señor rector Eduardo Nolla Blanco:

Al tiempo que le agradezco el título honorífico que se me concede –que me permite unirme a antecesores en esta distinción como el marqués de Samaranch, el científico Nicholas Negroponte o el cofundador de Apple Stephen Wozniak– quiero decirle que este evento me estimula aún más a trabajar por la educación como factor de cambio de la sociedad.

Usted, doctor Nolla, que es un reconocido académico y estudioso de la teoría política, gran tratadista de la obra de Alexis de Tocqueville, sabe muy bien que un pueblo educado es un pueblo con futuro.

Tocqueville sostenía precisamente que el cambio social es el resultado de la aspiración a la igualdad de los hombres. Y no hay herramienta más eficiente para luchar contra la desigualdad que la educación. Usted mejor que nadie lo sabe Señor Rector.

Por eso en Colombia hemos hecho una apuesta ambiciosa, que es la de ser en una década –para el año 2025– el país más educado de América Latina.

Estamos empezando por nuestros niños en la primera infancia y el objetivo es darles atención integral a todos, sin excepción, algo que esperamos lograr para el 2018.

Establecimos la educación gratuita en los colegios y escuelas públicos desde el grado cero hasta el grado once, y estamos trabajando decididamente para mejorar la calidad de la enseñanza, y para preparar y estimular a los docentes.

Y estamos ayudando a los jóvenes a que ingresen a la universidad, con créditos con interés real de cero o –incluso– con becas completas.

Hace un mes puse en marcha una iniciativa para que los estudiantes sin capacidad económica, con los mejores puntajes en las pruebas de Estado, reciban becas para estudiar la carrera que escojan en la universidad que escojan.

Es decir: los mejores alumnos, podrán estudiar, sin pagar un peso, en las mejores universidades.

Porque esta visión de Colombia –en paz, con equidad y mejor educada– es la que hoy perseguimos, ¡y la que vamos a lograr!, cerca de 48 millones de colombianos.

En nombre de ellos, por amor a ellos, por ese pueblo que en la distancia quiere y admira a España, acepto emocionado este grado honorífico que se me confiere.

Y termino recordando –cómo no– a Cela, e invitando a España y los españoles a acompañarnos en este camino de esperanza que hoy vive Colombia.

“No usemos la lengua para la guerra, y menos para la guerra de las lenguas, sino para la paz, y sobre todo para la paz entre las lenguas”.

Muchas gracias Presidente Rajoy, muchas gracias señor Rector.


Fuente: Sala de Prensa Presidencia de la República

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