Pensando en grande

Por: Francisco Manrique.

En mi Post anterior, Bangkok y Kuala Lumpur ejemplos para Bogotá, comenté sobre el desarrollo que he podido observar en países del Sureste Asiático. El común denominador de todos ellos, es que se han atrevido a pensar en grande. Los aeropuertos, las autopistas, los sistemas de transporte masivo, más allá de resolver problemas de manera efectiva, son la manifestación de una forma de pensar, de una sociedad.

Hace cincuenta años, el Asia era sinónimo de pobreza y atraso. China se encontraba postrada por la visión de Mao. La India sufría hambrunas permanentes. Japón se comenzaba a recuperar de los estragos de la II Guerra Mundial. Corea tenía índices de desarrollo inferiores al Perú. Otros países asiáticos estaban comenzando su vida como repúblicas independientes, como fue el caso de Singapur, Vietnam, Malasia e Indonesia.

En escasas cinco décadas, la China tiene una economía tan importante como la de los Estados Unidos. El informe especial sobre este país, de la semana pasada en el Economist, es impresionante porque muestra la inmensa transformación que ha permitido incorporar a mas de 300 millones de personas, a la clase media. Para la prestigiosa revista inglesa, China “is the powerhouse of manufacturing” en el mundo. Y como va el crecimiento del consumo interno, muy rápidamente será el líder en servicios y un centro financiero cada vez más importante.

La India es un país de tremendos contrastes. En ella se ve la opulencia de los Marahas y la miseria absoluta en las calles de Calcuta. Con más de 1.300 millones de personas, la mayoría jóvenes, en menos de cinco años será el país más poblado del planeta. A diferencia de otras economías afectadas por los precios del petróleo, se espera que la economía India crezca por encima del 7%. Empresas indias como Tata son líderes mundiales en varias áreas, como el software.

Singapur, país sobre el cual tuve la oportunidad de escribir varios blogs con Semana hace tres años, pasó de ser un pequeño país sin agua y aislado de sus vecinos, para convertirse en un centro financiero global, y un referente mundial en temas como el manejo de los puertos, los desperdicios, y el tratamiento del agua.

Tailandia y Malasia aprovecharon las décadas de los ochenta y los noventa para darle un impulso muy importante a sus economías. Se convirtieron en los nuevos tigres asiáticos, siguiendo la línea de Corea, Taiwán, Hong Kong y Singapur. Como lo describí en mi pasado Post, estos países le sacaron partido a su cuarto de hora para dar un brinco con garrocha, en la curva del desarrollo.

Corea del Sur y Taiwán, dos de los cuatro tigres asiático iniciales, hoy son líderes mundiales en manufactura electrónica. Las Chebol coreanas como Hyundai, LG, y Samsung, han sobre pasado a las empresas japonesas en ventas, innovacion y agresividad comercial. Sus nombres son tan reconocidos mundialmente como Apple o IBM. Ambos países muestra indices de desarrollo de los más altos del mundo.

Lo interesante de todos estos países, es que lograron avances sociales y económicos muy rápidos. Fueron capaces de acortar significativamente el camino de más de un siglo, que le tomó a sus homólogos europeos y norteamericanos lograr altos niveles de desarrollo. El caso de la China es asombroso. En menos de tres décadas desplazó al Japón como la segunda economía más grande, y en menos de un lustro, se calcula que su economía será la más grande del mundo.

También es muy interesante ver que todos estos países lograron estos resultados sobresalientes, en medio de una inmensa diversidad de sistemas políticos, religiosos, étnicos y geográficos. Sin embargo, en todos ellos hay un común denominador: sistemas políticos con figuras muy fuertes de autoridad, sin importar si la ideología era de derecha o izquierda.

Pero también hay algo en común, con variaciones y matices en cada caso, que no se pueden subestimar. Los resultados obtenidos fueron una consecuencia de proyectarse en el largo plazo, y pensar en grande. Ejemplos como el de Singapur, Corea, Malasia y China, son especialmente interesantes como referentes en estos temas. El largo plazo es una constante en las decisiones que tomaron y que continúan haciendo. Y el ponerse unas mentas muy ambiciosas, que hoy se reflejan en la magnitud de las obras de infraestructura emprendidas y los niveles de crecimiento económico sostenido alcanzado.

En todos estos casos, los asiáticos han demostrado que dejaron atrás la mentalidad colonial, y las heridas sufridas por la ocupación foránea destructiva por muchas décadas, como fue el caso de la China. En todos los casos, estos países nos demuestran lo que se puede alcanzar cuando se abandona el complejo de inferioridad y la cultura del “nadadito de perro” que tanto mal le ha hecho a America Latina. Estos dos temas son especialmente preocupantes en nuestro caso en Colombia. La evidencia: la manera como hablamos y hemos actuado desde nuestra independencia.

No es en balde que el siglo XXI se perfile como el periodo histórico, donde la China recupera su importancia histórica milenaria. Pero también la India, con su inmensa población, y a pesar de tener mucho más dificultades internas para lograr consensos, se sumará para crear entre solo estas dos economías, un mercado inmenso de gente con capacidad adquisitiva cada vez mayor. Si a estos dos colosos se les suman los demás países del área asiática, no es difícil entender para donde va el mundo en las próximas décadas.

El mercado asiático, no sólo será el más grande del mundo, sino que es fácil observar como se está convirtiendo en el más sofisticado. El crecimiento de una clase urbana educada, y cada vez más exigente, es el caldo de cultivo para que emerjan compañías altamente competitivas, que estarán dominando el mercado en varias áreas estratégicas. Nombres que hoy nadie reconoce, estarán irrumpiendo el mercado internacional con productos innovadores altamente competitivos. Remito al lector al informe especial sobre la China del Economist para ver el tsunami que se viene encima.

Las lecciones para Colombia son muchas. La primera de ellas es que no estamos leyendo correctamente las dinámicas globales del desarrollo. Chile desde hace más de dos décadas así lo entendió, Perú igualmente ha dado pasos importantes en esa dirección. El reto para ellos está en ofrecer productos y servicios con más alto valor agregado, para no depender solo de la venta de comoditis. La crisis actual de las economías latinoamericanas es consecuencia de ello.

Pero la segunda lección es mas importante aún. Siempre le atribuimos a factores externos los problemas que hemos tenido para nuestro desarrollo. No hemos abandonado la cultura de menospreciar lo que tenemos. Somos igualmente prisioneros del sentimiento de inferioridad con el que nos vemos con otros países. Esta combinación es fatal porque se traduce en decisiones cortoplasistas. Pero también, en que pensamos en pequeño para solucionar los grandes problemas de la sociedad.

El estado actual de Bogotá, es una consecuencia de los puntos anteriores, magnificados durante los gobiernos de izquierda de los últimos doce años. Sacar a la capital colombiana de la olla en que se encuentra, cuando se le compara con las ciudades asiáticas mencionadas en mi blog anterior, va a requerir proyectarla en el largo plazo, y atreverse a romper los viejos paradigmas, para desarrollar los proyectos a la escala que la ciudad se merece. Bogota se merece PENSAR EN GRANDE.


Bogotá. Imagen de José David Parra. CC BY-SA 2.0


 

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