La tragedia de Argentina

Por: Francisco Manrique.

A lo largo de los seis años que llevo escribiendo mi blog, me he propuesto poner por escrito mis impresiones de los viajes que hago. De ahí surgió el nombre de mi blog: Ciudadano Global. Siendo consecuente con esta decisión, voy a iniciar el 2015, comentando mis impresiones del viaje que hice en estas vacaciones a la Argentina. Para complementarlas, tuve la oportunidad de leer el libro de Dorison y Robinson: Porque fallan las Naciones y utilizar unas notas que había tomado de una edición especial del Economist, publicada hace un año titulada ” La tragedia de Argentina”.

Lo primero que me impresiona cada vez que visito ese país, es la brecha desconcertante entre la realidad vista con los ojos del turista, y la que se ve con los anteojos interpretativos de los analistas internacionales y las noticias que difunden los medios de comunicación.

Como turista, uno no puede dejar de impresionarse por las características europeas de una ciudad como Buenos Aires, o por las bellezas de sus paisajes en zonas tan distantes a nosotros, como son la Patagonia argentina, o las zonas andinas del Norte del país. Su riqueza natural y la calidez de su gente, especialmente en las regiones, hace que sea una excelente experiencia viajar como turista, por la Argentina. En el caso de Buenos Aires, ahora que lo recorrí a pie y en bicicleta, ví con mucha envidia el diseño de sus avenidas y parques, su sistema de transporte, y la arquitectura señorial de muchas zonas de la ciudad, que la hacen tan parecida a París. Ya quisiera uno que Bogotá tuviera una infraestructura urbana similar.

Sin embargo, la realidad de Argentina mirada por analistas y medios de comunicación, en el contexto latinoamericano y mundial, muestra aspectos muy preocupantes de un proceso histórico de declive muy marcado que llama mucho la atención. Este proceso es el que definió el título del informe especial sobre este país hace un año el Economist. Por estas razones, para entender mejor el problema, vale la pena recordar algunos aspectos de su historia, a partir de la segunda mitad del siglo XIX.

Durante 46 años seguidos, hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914, Argentina tuvo la tasa de crecimiento más alta del mundo durante todo ese período. Su desarrollo se basó en la exportación de carnes y productos agrícolas como el trigo a Europa, con especial foco en Inglaterra quien fue su principal cliente de la época. Hacia 1890, el país llegó a estar entre los más ricos del mundo, emulando el desarrollo de países como los Estados Unidos, Canadá y Australia. Su nivel de riqueza estaba a años luz de otros países latinoamericanos, de hecho su PIB en esa época, fue cuatro veces el del Brasil.

Como consecuencia de esta prosperidad, la Argentina se convirtió en un imán para los emigrantes. A principios del siglo XX, la mitad de los habitantes de Buenos Aires eran europeos. Hoy, los diferentes apellidos que se escuchan muestran sus orígenes italianos, ingleses, alemanes y de otras nacionalidades del viejo continente.

Sin embargo, la riqueza acumulada no vino acompañada de instituciones modernas que la acompasaran. Y su inversión en capital humano tampoco estuvo a la par. A pesar de que la Argentina tuvo el nivel de escolaridad primaria mas alta del mundo, a principios del siglo XX, no logró el mismo empuje en la educación secundaria y universitaria. La interpretación que hacen los analistas de esta situación, la atribuyen al escaso interés de tener una mano de obra que fuera mas calificada. Los niveles más altos de educación eran una prerrogativa para las élites.

Para poder explicar lo que le sucedió a Argentina durante los cien años que siguieron a su época de oro, me parece conveniente utilizar la teoría de Robinson, cuando afirma que, la trayectoria histórica de este país, se fundamentó en el desarrollo de una institucionalidad económica y política extractivas. Las instituciones extractivas son “aquellas que están diseñadas para extraer recursos y riqueza de un subconjunto de la economía, para beneficiar a otro diferente”. El resultado es un nivel de riqueza concentrado en pocas manos, y unas instituciones diseñadas para mantener esta situación.

Como señala Robinson en su libro, los países que tomaron el camino de tener este tipo de instituciones, no son capaces de generar las condiciones donde florezca la innovación que le haría sostenible su desarrollo. La Argentina utilizó las tecnologías de la época de bonanza para construir sus ferrocarriles con la ayuda de los ingleses, y montar un sistema logístico de frigoríficos avanzados, para exportar mas de 400.000 toneladas anuales de carne a Europa. Sin embargo, no se sentaron las bases para el desarrollo de universidades y centros avanzados de investigacion, para generar tecnologías propias, como si se hizo en ese entonces en los Estados Unidos.

Otra particularidad del desarrollo de la Argentina de “la Belle Ēpoque”, fue la dependencia del capital internacional, unas muy bajas tasas de ahorro, y un comercio abierto, especialmente con Inglaterra para su productos agrícolas. Cuando estalló el conflicto en 1914, y durante las siguientes tres décadas que cubrieron la Gran Depresión y la II Guerra, estas bases colapsaron. Hasta ahí llegó el milagro argentino para no volver. A principios del siglo XX, su ingresos per capita era del 97% del promedio de las 16 economías más ricas del mundo. Cincuenta años después, el ingreso cayó a menos de la mitad.

Y cuando el mundo comenzó a girar de nuevo hacia una economía más abierta a partir de 1947, el gobierno de Perón tomo la decisión de cerrarla, favorecer a los trabajadores con quienes construyó su base de poder, y apoyar la industria nacional. En las siguientes décadas se afianza una tendencia intervencionista del Estado, con una sola interrupción a principios de los 90 durante la Presidencia de Menen. Como decía Robinson refiriéndose al caso argentino: se tomaron las decisiones de manera desincronizada con la realidad mundial.

En las siguientes décadas que siguieron a la post guerra , la situación económica muestra mucha inestabilidad, manejo errático e incertidumbre. Como lo demuestran las gráficas del Economist, durante muchos años la economía argentina ha sido una especie de montaña rusa, situación que se agudizó a partir de la década de los 70. Mega inflaciones de más del 700% en el 76, a más del 2000% en el 89, lo que llevó a decretar la paridad del peso con el dólar en el 91 para resolver la crisis, en que estaba metido el país.

El problema se presentó durante la siguiente década, cuando los costos de los bienes exportables subieron y las importaciones se dispararon. En el 2001, el manejo macroeconómico se hizo insostenible. El país tuvo que suspender los pagos de las obligaciones con entidades internacionales. El gobierno de ese entonces, tomó la decisión arbitraria de congelar las cuentas bancarias y acabar con la paridad cambiaria, lo que hizo perder a los argentinos el 75% de sus ahorros. En la historia, se conoce esa crisis con el nombre de ” el Corralito”. A la gente se le acorraló y se le engaño sin dejarles ninguna opción al congelar los depósitos y después devaluar el peso.

Los primeros catorce años del siglo XXI, han sido igualmente una montaña rusa para el Economia de la Argentina. La crisis del 2001 que ya se mencionó, fue el abrebocas del nuevo siglo, con efectos muy graves para la reputación y confiabilidad de su manejo económico, que todavía subsiste. De hecho, Argentina está enfrascada en una pelea con fondos “buitre” especulativos que compraron muy barata su deuda del 2001, y que llegado el momento de pago, el Gobierno ofreció un cambio de condiciones a las cláusulas de cumplimiento pactadas. Para efectos prácticos, Argentina ha logrado labrarse un pésima reputación en los mercados financieros internacionales, gracias a su cuestionable manejo y su falta de seriedad.

Al cierre de los mercados de capitales, hoy se le suma la caída en los precios de sus productos agrícolas de exportación. Hoy, la situación no es tan seria como lo fuera al principio de este siglo, pero si muestra unas tendencias muy graves: una inflación de más del 30%, que el Gobierno no reporta ni reconoce, un dólar que se vende en el mercado negro a un 70% por encima de la tasa oficial, una gran desconfianza en el peso, unas reservas internacionales a niveles muy bajos para las necesidades de su economía, y una presión muy grande sobre los salarios.

Los indicadores macro económicos de Argentina contrastan mucho cuando se les compara con los de otros países de la region. A pesar de también estar afectados por la caída de los precios del petróleo, el cobre y los productos agrícolas, Colombia, Perú y Chile muestran tasas inflacionarias menores del 5%; si ha habido una devaluación de sus monedas, pero muy inferior a las cifras argentinas; y la confianza en el manejo de sus economías se mantiene estable. El mercado internacional las percibe como creíbles, serias y transparentes. La excepción regional es Venezuela que tiene el mismo perfil argentino, pero con cifras mucho peores.

La tradición intervencionista del Estado en la Economía ha sido una constante de la historia económica argentina, con solo algunos periodos cortos de liberalización de los mercados, como sucedió en la época de Menen en los 90. En la actualidad, esta política se ha aumentado en relación al sector agrícola exportador. Han habido enfrentamientos fuertes con la Presidente y su Gobierno por el cobro de altos impuestos, o porque se ha limitado la salida de los productos fuera del país.

Las consecuencias no se han hecho esperar. Hace nueve años Argentina era el cuarto exportador de trigo a nivel mundial. Como consecuencia de el intervencionismo político, hoy ocupa el décimo lugar . Mientras en otros países se invita a los agricultores a aumentar sus siembras, en este país se les limita , desestimula y se les ordeña, como me decía un argentino con quien conversé. Este caso es copia fiel de las políticas sobre el campo implantadas por Chaves. Sus efectos no son todavía tan nefastos, lo importante a resaltar es la tendencia y su impacto en la economía.

El electrocardiograma de la historia política argentina, a partir de 1930, muestra igualmente una situación tremendamente inestable. De hecho, durante más de cincuenta años, el país pasa por las manos de seis dictaduras. Solo hasta 1989, hay una transición democrática donde el presidente en ejercicio le entrega el poder a su sucesor elegido por votación.

Volviendo a citar a Robinson, no es de extrañar que el comportamiento de la historia política argentina esté en sincronía con el de su historia económica. De hecho, la característica de las economías extractivas, es que requieren de una institucionalidad política similar, que se retroalimenta mutuamente. A la luz de este caso, se puede validar la teoría de porqué fallan los países, sustentada en el libro de este autor.

Perón llega al Poder en 1943, después de un golpe de estado, y consolida una base política muy importante, donde Evita su mujer, se convierte cuando no había cumplido los treinta años, en un factor determinante para conseguir el apoyo de “los descamisados” de las bases populares. A partir de la fecha, y a pesar de las dictaduras de los 70 y los 80, cuando el movimiento trabajador sufrió fuertes golpes, el Partido Justicialista como se le conoce, ha sido la fuerza política más influyente en La Argentina.

A lo largo de los años, el partido peronista ha demostrado una capacidad camaleonica para cambiar de políticas sin sonrojarse, ni pagar los costos correspondientes. En los noventa, con Menen en el poder, se jugó a la economía abierta para sacar al país de la crisis del 89. En la última década del siglo XXI, los Kirchners manejando las riendas de su partido, le jugaron a una economía redistributiva y cerrada, al estilo Chávez de Venezuela. Esto explica la ayuda del coronel a la reelección de esta pareja y el escándalo de la valija diplomática con dólares para la campaña. En cualquier caso, el Peronismo es un aparato político que se ha mantenido en el poder repartiendo favores, puestos y contratos. En el 2015, este sistema se estará poniendo a prueba con la elección de un nuevo presidente, donde la sra Fernandez no tiene un claro sucesor.

El cortoplacismo es la nota predominante del sistema implementado por muchos años en Argentina y el dinero está concentrado en el centro. El foco ha sido el gasto público y no la inversión para el crecimiento según el ex presidente Fernando de la Rúa. A diferencia de Chile, en la época de Pinochet, a pesar de lo traumático que fue para la Democracia, se sembraron las bases de un crecimiento sostenido de largo plazo. Hoy Chile ha logrado mantener esta línea de política pública con partidos de izquierda y de derecha que sucedieron al dictador después de 1989.

Para algunos analistas, el entender la historia política argentina necesita tener en cuenta que esta es el resultado de un pacto histórico entre las élites de las zonas apartadas del país, con las de Buenos Aires. En la época de oro, se hizo un acuerdo: “hagámonos pasito”, como lo expresa el dicho popular. Esto explica el porque, personas como Menen o los Kircheber, que hicieron su cauda política en regiones no muy destacadas, como La Rioja o Santa Cruz, lograron vencer a los políticos del Gran Buenos Aires y dominar la agenda durante tantos años.

La debilidad institucional, que se refleja en el manejo político del país, y que ha caracterizado la historia de Argentina por más de sesenta años, también se evidencia por sus efectos en el sistema de Justicia. Se ha utilizado para cambiar varias veces las reglas del juego democrático en el pasado. Este fue el caso de Perón en 1946, cuando logró sacar a cuatro jueces de la Corte Suprema de Justicia , con la complicidad de la Cámara de Diputados, porque la Corte había declarado inconstitucional a la Junta de Relaciones Laborales propuesta por Perón.

A partir de este punto de la historia, la dictadura no tuvo restricciones. Se volvió costumbre que el Presidente escogiera a las personas que ocupan la posición de magistrados en la Corte Suprema de Justicia. Este tema tuvo su momento histórico en la época de Menen, cuando aumento de cinco a nueve los miembros, y logró tener una mayoría para cambiar la constitución y así lograr su reelección.

Es interesante subrayar, que estos cambios institucionales, han contado con la complicidad del Congreso en diferentes momentos, sin que haya habido una oposición fuerte y el apoyo de la sociedad para evitar estos atropellos, como sucede en los Estados Unidos. De esta manera, la Corte Suprema y la institucionalidad en general, han perdido la legitimidad y el respaldo que deben de tener en una democracia sólida. La práctica ha continuado con los Kirchners en el poder.

Al no existir un equilibrio de los poderes del Estado, como sucede en cualquier democracia moderna, la expropiación hecha a Repsol, de su inversión en la compañía petrolera YPF, o el congelamiento de las cuentas y la devaluación posterior en el 2001 en la época de Corralito, se han podido hacer en Argentina con total impunidad. Al no haber controles fuertes del sistema jurídico, a los abusos de poder y la arbitrariedad, se tipifica otro de los criterios de las sociedades con políticas y económicas extractivas mencionadas por Robinson.

El sistema democrático existe mas en nombre que en una realidad, ya que no es pluralista, concentrando el poder en un solo partido como paso en México con el PRI. Las instituciones políticas han sido diseñadas para dar ingreso a los partidarios peronistas, no para generar un campo de juego mas parejo para todos.

Pero hay otros aspectos del manejo político de la Argentina que son muy disientes y que refuerzan aun mas la teoría de Robinson y que son reportados por Economist.

Al igual que en Venezuela, la sra Fernandez ha buscado silenciar a los medios de comunicación. Como al diario El Clarín. Cualquier crítica contra ella se considera una anatema, al igual que sucede en Venezuela

Otra manifestación muy preocupante, que demuestra una falta de seriedad y de transparencia, es el manejo de las estadísticas oficiales, donde los datos reportados tienen grandes discrepancias con la realidad, lo cual ha promovido serias críticas de los organismos internacionales como el FMI y el Banco Mundial. Entiendo que en Venezuela el Gobierno dejó de reportar los datos de la inflación.

Los estimados del presupuesto los cambia el Ejecutivo a voluntad sin que esto genere mayor rechazó nacional y sin un control mucho más estricto del Congreso. A nivel internacional el tema es a otro precio, lo que explica la tremenda desconfianza para invertir en el país.

Teniendo en cuenta esta historia muy abreviada de la realidad argentina, es muy interesante el análisis comparativo con Australia que hace el Economist en su informe especial. Ambos países tenían situaciones similares a finales del siglo XIX y principios del XX. Grandes extensiones, dependencia de recursos naturales, una historia de grandes emigraciones. Sin embargo entre 1930 y 1975, Australia diversificó su economía y creció más rápidamente que Argentina en el mismo periodo.

La gran diferencia fue la arquitectura institucional que Australia desarrolló para manejar de manera incluyente los intereses en conflicto que surgen en una sociedad, con representación de los trabajadores, un sistema de capacitación laboral fuerte y organismos independientes, como la Junta de Tarifas, para asesorar al Gobierno en temas relacionados con el comercio internacional. Consistencia, continuidad y transparencia institucional son tres palabras que caracterizaron el desarrollo australiano y que aún hoy están ausentes en el caso argentino. Es clara la afirmación que hace Robinson: no es lo mismo ser un país rico, a ser un país con una institucionalidad moderna y operante, que le de sostenibilidad a su desarrollo. O si no, miren a Venezuela que complementa muy bien el retrato argentino.

Las similitudes no paran ahí. Nuestro vecino tiene las más grandes reservas de petróleo del mundo y sin embargo, no tienen papel higiénico en los supermercados. Argentina tiene la tercera reserva mas grande de petróleo recobrable ( shale oil&gas). El problema es que necesita gran inversión para poderlo extraer, pero con el ambiente y los antecedentes descritos, no es algo que hoy pueda suceder, además que hay un entorno de precios de petróleo que están por debajo de US 50 el barril. Como diría mi abuela, tan ricos y sin embargo tan pobres.

Esta historia muestra que un país rico en recursos naturales, pero pobre en su institucionalidad política y económica, puede cometer los mismos errores una y otra vez a lo largo de los años. Como lo decía un Premio Novel en Economía: hay países desarrollados, en vías de desarrollo, Japón y Argentina. Esa es la tragedia a la que se feria el Economist sobre este último país.

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