La situación de los NEETs

Por: Robert J. Samuelson.

WASHINGTON – Entre los fenómenos económicos y sociales dignos de causar inquietud están los NEETs. ¿Nunca oyeron hablar de los NEETs? Yo tampoco lo había hecho. Es uno de esos términos creados por burócratas y sociólogos del gobierno para designar un grupo, una condición social o un problema político —para después oscurecerlo envolviéndolo en la jerga burocrática. NEET es la sigla en inglés de “ni empleado ni estudiando ni en capacitación.” El grupo abarca aproximadamente a 39 millones de individuos en 33 de los países industriales avanzados del mundo, según un nuevo informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Escribí anteriormente sobre los problemas de la generación del milenio en Estados Unidos —los adultos nacidos después de 1980. Son víctimas de una mala sincronización y de políticas públicas indiferentes. Como llegaron a la adultez en medio de una crisis económica, encontrar trabajo (especialmente trabajo para el que estén capacitados) les resulta difícil. Millones de ellos viven con sus padres y postergan bodas, hijos y compra de viviendas. Muchos llevan la carga de pesados préstamos de estudiantes. Los que tienen trabajo subsidian a los ancianos, en mejor situación económica, por medio del Seguro Social, Medicare y el impuesto a la nómina.

Permítanme repetir lo que ya he dicho anteriormente. Traten las generalizaciones generacionales con escepticismo. A muchos miembros de esta generación les va estupendamente; otros, tendrían problemas aún en el mejor de los tiempos. Aún así, sus perspectivas colectivas son “sustancialmente peores que las de generaciones de norteamericanos [recientes]”, sin culpa alguna de su parte, como escriben Diana Furchtgott-Roth y Jared Meyer en “Disinherited”, su libro sobre los milenios.

Los NEETs representan un fenómeno similar a escala mundial. Tanto en Reino Unido, Francia y Estados Unidos, los NEETs formaron el 16 por ciento de la población entre 15 y 29 años en 2013, informa la OCDE. En Corea del Sur e Irlanda, la porción fue del 19 por ciento; en Italia, España y Grecia fue un poco más del 25 por ciento. Lo que es igualmente perturbador, de los que tenían trabajo, para un cuarto era empleo temporario.

Es cierto, la adultez joven en las sociedades ricas, es un momento en la vida en que la gente busca el trabajo adecuado, la vivienda adecuada, el compañero adecuado. Hay más cambio de empleos, más mudanzas y más ociosidad. Aún así, el grupo de jóvenes desocupados parece ahora inflado, lo que sugiere dos preguntas obvias.

La primera es si su desempleo infligirá daños permanentes para posibles empleos futuros o para sus ganancias. Un puesto de trabajo no es sólo un cheque todos los meses. Es también una educación. Algunas destrezas son simples pero esenciales: presentarse puntualmente; aprender a recibir instrucciones; tratar con clientes y compañeros de trabajo. Otras destrezas son especializadas y muchas de ellas se enseñan o se perfeccionan en el trabajo, no en la escuela.

Cuanto más tarden los trabajadores en adquirir esas destrezas, más difícil es tener éxito en el mercado laboral. No desarrollan los contactos personales que les ayudan a encontrar y conservar un puesto. Son menos atractivos para las empresas. Se vuelven estigmatizados. Los empleadores se preguntan por qué no han tenido trabajo durante tanto tiempo.

La segunda pregunta es más profunda. ¿Erosiona el desempleo prolongado (y quizás la dependencia de los padres) su confianza? ¿Socava su capacidad de formar relaciones durables y radicaliza su política? Estar fuera de la corriente económica principal puede convertirse en una situación semi-permanente que ejerce una penetrante influencia en sus creencias y conducta. Pueden vivir en la periferia de la sociedad.

Pueden convertirse en una “carga para sus países … desde bajos ingresos fiscales, más pagos de bienestar social y la inestabilidad social que puede surgir cuando parte de la población está sin trabajo y desmoralizada,” advierte la OCDE.

Sin duda hay maneras de corregirlo. Los puestos de trabajo son primordiales. Los trabajadores mayores se jubilarán o morirán, abriendo nuevas vacantes para los jóvenes. La lenta recuperación económica global podría reducir lentamente las filas de los desempleados. En Estados Unidos, esa reducción ya ha ayudado.

Otra posibilidad: Los avances en los servicios de trabajo digitales (los futuros Monster.coms y LinkedIns) podrían facilitar la búsqueda de trabajo de trabajadores calificados. La semana pasada, el McKinsey Global Institute —la rama de investigaciones de la conocida compañía consultora— emitió un estudio que predice que las nuevas tecnologías “podrían acortar el tiempo de búsqueda entre empleos, reduciendo la duración del desempleo.”

¿Es eso sólo una expresión de deseos?

Lo que sabemos con certeza es que muchos países —ricos y pobres— tienen una obcecada superabundancia de jóvenes desempleados. Según los cálculos de la OCDE, aproximadamente la mitad de los NEETs ni siquiera está buscando trabajo. Es una triste señal de advertencia que indica un fatalismo político y personal. La veintena es una edad demasiado temprana en la vida para haber abandonado la esperanza. Muchas democracias avanzadas tendrán que someterse a la prueba de promover un sentido de propósito e independencia en este grupo.


© 2015, The Washington Post Writers Group


 

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