La paz devela el arte mitológico oculto en las selvas de Colombia

Anacondas, jaguares y tortugas decoran una roca gigantesca que interrumpe la espesa selva amazónica. Son dibujos de la mitología indígena de Colombia que la sangrienta guerra mantuvo ocultos por décadas.

En el corazón del Guaviare se levantan los tepuyes del Parque Natural Chiribiquete y la serranía La Lindosa. Estas montañas erosionadas de la era terciaria que parecen tambores gigantes son parte del territorio que aún hoy se disputan grupos armados.


Serranía de Chiribiquete, .Colombia. AFP PHOTO / GUILLERMO LEGARIA


Diseminadas en el océano verde esmeralda del sur colombiano, en un territorio casi tan grande como Suiza, se resguardan miles de murales rupestres de un valor inestimable para el entendimiento de la Amazonía.

Trabajar en el Guaviare ha sido bastante complicado dado que ha sido el epicentro (…) de la guerra en Colombia en los últimos 50 años. Existieron exploraciones a principios del siglo XX, (pero) estas dejaron de ser sistemáticas puesto que la situación no lo permitía: Ernesto Montenegro, director del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh).

Los investigadores pudieron aventurarse a escudriñar una vez más los tepuyes para entender los petroglifos rituales -dibujos de los pueblos amazónicos asentados en la piedra desde hace al menos 12.000 años- gracias al acuerdo de paz firmado en 2016 con la exguerrilla FARC.

Territorio de espíritus:

No todos los indígenas del lugar son bienvenidos a este santuario.

“Solo los sabios pueden acceder a esos sitios sagrados, habitados por los espíritus, la gente común ni puede ir por el pensamiento”, señala Andrés López.

Mientras habla, este historiador del ICANH recorre La Lindosa por un camino de barro que desemboca en una suerte de mural pintado en una roca de más de 100 metros de largo por 30 de alto, a una hora por trocha de El Raudal.

Este pequeño poblado de San José del Guaviare, la capital homónima, traza la línea que dividía la autoridad del Estado de la que ejercían las ya disueltas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. También es una zona de cultivo y fabricación de cocaína.

A esta localidad se puede acceder en bote. Aparece entonces una imagen que evoca los tiempos álgidos de la guerra. Lanchas militares equipadas con ametralladoras vigilan el torrentoso río Guaviare.

Pisar El Raudal es también rememorar cuando los desmovilizados paramilitares, que combatieron a sangre y fuego a las guerrillas hasta inicios de la década de 2000, rodeaban esta aldea. Y a su vez es un recordatorio de que por allí caminan disidentes del Frente Primero de la otrora guerrilla comunista.

Sin embargo, “hoy volvemos al Guaviare”, celebra Montenegro. “Los arqueólogos (…) somos parte de la población que se ha beneficiado por el proceso de paz”.

Cuando los disidentes, que a diferencia de las FARC no tienen un mando unificado, requisan a los exploradores, les delimitan un perímetro de operación y no parecen oponerse al estudio del patrimonio cultural aún por descubrir.

El control territorial que impuso la guerrilla terminó sirviendo paradójicamente de escudo de la biodiversidad colombiana, la segunda mayor del mundo por detrás de Brasil.

Sitios por descubrir:

A finales de mayo y por iniciativa del Icanh, La Lindosa fue declarada “área arqueológica protegida” por el Ministerio de Cultura.

El organismo también promovió la primera misión franco-colombiana que visitó el sitio, en cooperación con el Instituto Francés de Estudios Andinos (IEFA).

“Con el ICANH esperamos tener más contactos con arqueólogos, antropólogos (…) y un trabajo que pueda permitir explicar todo esto. ¡Queda mucho por descubrir!”, se entusiasma Céline Valadeau, antropóloga del IEFA, entidad adscrita al Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia.

Hay más lugares escondidos de los que existen según “evidencias fotográficas”, pero que han sido imposibles de “encontrar porque en esa época no había GPS” y los registros cartográficos son imprecisos, agrega.

Elaboradas a partir de una mezcla mineral rica en manganeso que al oxidarse da un color naranja, las pinturas son imposibles de fechar con precisión por la ausencia de componentes vegetales.

Las únicas pistas recaen en los restos de las hogueras de los aborígenes al pie de las paredes.

En cuanto al Chiribiquete, cuya inmensidad maravilla a los expertos que sobrevuelan este parque, solo comenzó a ser investigado arqueológicamente en las décadas de los ochentas y noventas, justo cuando arreció la guerra en Colombia.

Para preservarlo de la explotación minera y petrolífera, el Icanh pidió clasificarlo como Patrimonio Mundial de la Unesco. El veredicto es esperado para finales de junio. Este parque, que contiene no menos de 70.000 pictogramas, podría ser el noveno sitio colombiano en la prestigiosa lista de la organización y la primera maravilla precolombina del planeta.

A pocos días de la elección presidencial del 17 de junio entre el derechista Iván Duque y el exguerrillero Gustavo Petro, enfrentados por su oposición y apoyo al pacto de paz, Montenegro aboga porque los tesoros descubiertos en la selva no queden a la deriva.

“Cualquiera que sea el presidente tendrá que tener como horizonte el conocimiento de este territorio, que está constituido por enormes riquezas culturales”.


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