La acuicultura amenaza seguridad alimentaria de los países en desarrollo

Salmón, merluza, dorada.. numerosos peces de cría en piscifactoría se alimentan con harina hecha a partir de otros peces menos solicitados por los consumidores, a riesgo de poner en peligro la seguridad alimentaria en los países en vías de desarrollo, según un estudio.

“Entre 1950 y 2013, el 25% de las capturas de pescado en el mundo (…) fueron reducidas a harina y aceite” de alimento para peces, indica la oenegé francesa Bloom en un informe llamado “El lado oscuro de la acuicultura”, realizado junto a los investigadores canadienses Megan Bailey (Dalhousie University) y Tim Cashion (University of British Columbia).

“En la actualidad, es el 20%”, precisa a la prensa Frédéric Le Manach, director científico de Bloom, apuntando que una parte creciente de la harina y el aceite empiezan a provenir de desechos de pescado.

En Europa “se han producido grandes cambios” asegura un profesional francés de la acuicultura que prefiere no dar su nombre: “Hace 15 años, poníamos entre el 50 y el 60% de productos de pescado en los alimentos; actualmente, estamos a menos del 20%”.

Bloom teme, no obstante, un repunte en el uso de estas harinas y aceites en los próximos años, “debido especialmente al desarrollo de la acuicultura en Asia, donde los productores se han dado cuenta de que incluyendo pescado en la comida de los peces de piscifactoría herbívoros, tiene mejor sabor y crecen antes”, indica Le Manach.

“El aspecto más escandaloso y problemático de la pesca industrial es que el 90% de las especies capturadas para convertirlas en harina son comestibles”, subraya Claire Nouvian, presidenta de Bloom.


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Grave amenaza

Los busques, generalmente barcos-industria, entran en competencia directa con las pescaderías alimentarias de las poblaciones locales, subraya la oenegé.

Sobre todo porque “hacen falta cuatro kilos de pescado salvaje para hacer un kilo de pescado de piscifactoría”, indica Nouvian.

Se trata de volúmenes de pescado descomunales para alimentar una acuicultura que suministra más del 50% del pescado consumido en el mundo, añade.

Según Bloom, la acuicultura es la principal destinataria de las harinas de pescado (en torno al 57% de la producción mundial), por delante de porcina (22%) o el sector avícola (14%); el resto se emplea en la alimentación de animales domésticos y de visones.

Pero la pesca industrial también tiene “consecuencias dramáticas” para los ecosistemas, lamenta la oenegé.

Los pequeños peces capturados son en efecto “pescado-pienso” del que se alimentan numerosos predadores (otros peces, aves marinas, mamíferos marinos).

Por otro lado, “al principio se enfocaron en las sardinas, las anchoas, los espadines… ahora lo hacen en los verracos, los peces linterna y los kril”, especie de camarones de la Antártida esenciales en la cadena alimentaria, subraya Manach.

Permitiendo esta expansión geográfica y específica, se pasa de una actividad que reposa en una fuente salvaje, no controlable, a una actividad que se basa en una fuente productiva, controlable (…). Se vuelve un plan de negocio. Las instancias de cada país han establecido cortafuegos, a nivel estatal e interprofesional: Claire Nouvian, presidenta de Bloom.

“En Europa es relativamente significativo, desde hace mucho tiempo”, pero fuera “a veces es un poco el Salvaje Oeste”, admite, subrayando que se trata de un mercado mundial

Según Bloom, “todo el ciclo de pesca industrial (…) es contrario al código de conducta para una pesca responsables establecido por la  Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura” (FAO), que estipula que “la pesca debe contribuir a la seguridad alimentaria”.

La oenegé recomienda prohibir el certificado “pesca sostenible” a la pesca industrial, de luchar contra la sobrecapacidad pesquera y de fabricar harinas proteinadas a partir de insectos.

La organización aboga por una “acuicultura integrada” basada en el modelo de la practicada antaño en China, donde los peces se alimentaban con los desechos de la agricultura y fertilizaban a su vez las plantas con sus deyecciones. AFP