El colapso de las inversiones (explicado)

Por: Robert J. Samuelson.

WASHINGTON – Una de las grandes decepciones de la recuperación económica es la tibia reactivación de las inversiones de las empresas —gastos en nuevos edificios, fábricas, equipos y propiedad intelectual (principalmente investigaciones y desarrollo, y software). Para Estados Unidos, esos gastos en 2014 fueron superiores al récord de 2007 en un 9 por ciento. ¿Suena bien, verdad? Pero no lo es. El aumento anual promedio es un poco más del 1 por ciento en los siete años pasados. Es prácticamente como decir que el capital ha entrado en huelga.

¿Por qué? ¿Puede hacerse algo al respecto?

Ahora tenemos un nuevo estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI) que sugiere algunas respuestas no muy alentadoras. Para comenzar, confirma que el colapso de las inversiones es un fenómeno global. No se trata sólo de Estados Unidos, sino de Europa, Japón y la mayoría de los países avanzados. Y lo que es igualmente importante, la causa principal del derrumbe de las inversiones está clara: Las empresas no se expanden porque pueden satisfacer casi toda la demanda con la capacidad existente.

Comparado con lo que se esperaba, la diferencia es enorme. El FMI examinó predicciones de inversiones futuras en 2007 y después las comparó con lo que ocurrió en la realidad. En los países avanzados, la diferencia promedió alrededor de un 20 por ciento entre 2007 y 2013. Las inversiones fueron alrededor de un quinto menos de lo que se había anticipado.

Hubo diferencias entre países avanzados que experimentaron crisis bancarias (Estados Unidos, Reino Unido, Irlanda y España, entre otros) y los que no (entre ellos, Japón, Canadá y Australia). Los países con crisis sufrieron una caída en los gastos de inversión —nuevamente, a partir de las expectativas previas— con un promedio del 22 por ciento, mientras el declive para países que evitaron las crisis bancarias fue del 16 por ciento. Eso implica que las recesiones en los países con crisis bancarias fueron más profundas que en otros países o que los bancos de esos países estaban menos preparados para otorgar créditos después de las crisis —o ambas cosas.

Lo que es más interesante es en qué medida las inversiones actuales se están comportando como en el pasado. Históricamente, los gastos de inversión durante las recesiones caen el doble o triple del porcentaje del declive total de la economía, dice el FMI. Ese patrón se mantuvo en la Gran Recesión, pero como el declive de la economía fue mucho mayor, el efecto sobre las inversiones también fue mayor. En crisis anteriores, las inversiones cayeron sólo un 10 por ciento, alrededor de la mitad del nivel de esta vez.

“Las inversiones de las empresas se han desviado un poco, si es que lo han hecho, de lo que se podría esperar dada la debilidad de la actividad económica en años recientes,” concluyó el FMI.

El resultado es un círculo vicioso: Una economía débil inspira inversiones mediocres; y las inversiones mediocres perpetúan la economía débil.

¿Podemos sacudir las inversiones de las empresas y sacarlas de su letargo? El FMI sugiere que un mayor “estímulo” económico (es decir, mayores déficits presupuestarios) reactivaría las inversiones de las empresas reduciendo el exceso de la capacidad. Quizás. Pero también es posible que los planes de estímulo temporario —como la mayoría lo es— no generen muchas más inversiones privadas precisamente porque los administradores corporativos los considerarían efímeros. ¿Por qué expandirse para servir una demanda que no perdurará?

Una perspectiva más plausible es que, si la recuperación avanza, el exceso de capacidad se reduzca gradualmente y eso convenza a las empresas de que pueden crecer. Las inversiones más fuertes podrían ayudar a que la economía mundial recobrara su tan necesitada energía. Esto es o bien un aspecto positivo en una situación sombría —o una expresión de deseos.


 

© 2015, The Washington Post Writers Group


 

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