Histeria Millenial

Por: Eduardo Lleras Losada.

En un arranque de franqueza escribo para confesarles que en los últimos meses estuve sumergido en una especie de desbalance psicológico que me ocupó gran parte de mi tiempo y mis preocupaciones. Venía anticipando el problema en los últimos años, pero le atribuía mi estado a mi disminuida resistencia para soportar los guayabos después de una noche de copas.

Como sé cuidarme, recurrí a mi adorada psicóloga de cabecera para que me ayudara a entender mis angustias, pánicos y ansiedades. Cuando le conté de mis síntomas hizo una mueca extraña de preocupación y se dio a la tarea de desenmarañar mi agotado cerebro.


millennials


Primero -a palo seco-, me indagó en conversaciones sin mayor resultado. Recurrió luego a su conocimiento sobre mí y su profunda intuición para desnudar mis cuentos y ponerme en evidencia, y nada de nada, la ansiedad seguía gobernándome. Ante mi preocupación, mi galena del alma tomó una decisión atrevida que sería su última medida antes de medicarme. Me tendió en el piso y me sumió en una especie de meditación regresiva que me permitiría encontrar los eventos de mi pasado que dispararon mi ansiedad.

Lentamente me llevó a un estado de consciencia profunda y alerta, y cuando estaba a punto de dormirme -o morirme- me dijo: ahora pídele al responsable de tu ansiedad que se presente y te diga su nombre. De manera inmediata, como un rayo agazapado en la oscuridad, brilló en mi cabeza con luces fluorescentes de neón la palabra Millennials. Joder, me quiero morir –exclamé – , y de un brinco acrobático me puse de pie. En ese momento las fichas incompletas de mi compleja trascendencia armaron el rompecabezas inconcluso de mi existencia y ansiedad.

A la velocidad asombrosa de mi edad, recorrí mentalmente los dos últimos años de mi vida, para así darme cuenta de la cantidad de artículos, documentos y estudios que he leído sobre esta asombrosa generación. Entendí que las causas de mi enfermedad mental se asociaban a la inevitable conclusión de los expertos, de que el mundo y la humanidad colapsarán si no nos adaptamos a esta generación de mutantes súper humanos que parecen salidos de la saga de X-men. Y yo que pensaba que en el reposo de mi edad adulta tendría algo que aportar a este convulsionado mundo.

Desde ese momento, la inseguridad me invade, siento que estoy atrapado en un espacio de tiempo en donde todo el esfuerzo que he hecho por entenderme a mí y a otros seres humanos es inocuo y obsoleto. Maldigo a mis padres por haberme hecho el mayor de mis hermanos y no haberme permitido nacer unos veinte años después y así gozar del cambio cuántico evolutivo y genético del que disfrutan los Millennials.

Mis inseguridades florecen y se hacen evidentes, pero no frente a grupos de ejecutivos de alto nivel. Hoy en día sudo, gagueo y encuentro dificultad de expresión facilitando procesos a estudiantes y ejecutivos que están en un rango de 25 a 35 años de edad.  Ni hablar de discutir con un Millennial, salgo en polvorosa ante cualquier insinuación de debate y me refugio en un rincón oscuro a chupar dedo en el anonimato. Para sumarle a la ansiedad he hecho el cálculo del tiempo faltante para mi pensión y para mi sorpresa aún estoy lejos. ¿Qué será de mi obsoleta existencia si ni siquiera puedo gozar de mi condición de pensionado borracho y deprimido?

Pero como le pago bien a mi psicóloga para ayudar a ver las cosas desde otra perspectiva, la obligué a mantener conversaciones largas de alta densidad para ayudarme a eliminar mi histeria Millennial.

Lo primero en aparecer fue una profunda rabia que me invitaba a titular este escrito como ¨Fuck the Millennials¨, y en el cual me disponía a tomar una por una las características generacionales de estos jóvenes adultos y destrozarlos. Quería decir que son consentidos, perezosos y verseritos. Que no hay tal sentido de propósito, colaboración, colectividad e inquietud. Y por último, que por estas tierras ser Millennial es cuestión de estrato.

Pues bien, gracias al escándalo de Odebrecht el presente artículo se me refundió y tal vez se avinagró o maduró en las cavas de mi laberinto mental cerca de las reservas del Casillero del Diablo. Mi atención se desvió, y decidí hacer fiestas con mi generación, es decir con la generación que se jacta de estudiar y entender a los Millennials.

Empecé a entender que al tratar de definirlos terminamos definiéndolos, es decir, mostrándoles cómo deben ser. Les decimos que nos les gusta casarse ni tener compromisos, que les gusta cambiar de puesto, trabajar en equipo, aprender de muchas cosas, viajar y llenarse de experiencias. ¡¡A quién no!!, pensé, y ahí mismo caí en cuenta de que lo que verdaderamente estamos haciendo es enviándoles un mensaje, un mensaje de una generación frustrada que no pudo vivir la maravillosa vida que les planteamos al querer definirlos. En términos psicológicos estamos haciendo transferencia, queremos que ellos hagan lo que no hicimos, lo que hoy mismo creemos que estaríamos haciendo si tuviéramos una segundad oportunidad en esta tierra.

Pues bien, en nuestra cochina obsesión de encasillar, definir e imponer nuestra visión del mundo, estamos perdiéndonos de la maravillosa experiencia de relacionarnos con individuos únicos y variopintos. Tratamos a toda una generación como ganado y ni siquiera diferenciamos entre ellos quiénes pueden ser variedad lechera o de ceba.

Con pretensiones de sabios sociales, nuestra encumbrada generación pretende plantear transformaciones radicales cuando en realidad está invitando a toda una generación (los Millennials) a la frustración, el desencanto y el desamor. Con tanta precisión y documentación los hemos definido, y tanta importancia les hemos dado, que cualquier desviación del comportamiento de uno de estos jovenes (como querer casarse antes de los 30, por ejemplo) será entendida por ellos mismos como una traición a su generación, un acto que no se pueden permitir.

Y es ahí mismo, en el conflicto que me plantea el quién soy y quién quieren que sea, que la belleza de la individualidad se marchita, se apaga el brillo de los ojos y nos llenamos de hombres y mujeres grises.

La verdura revolución está en y con cada individuo, ¡Fuck Generation X! Debería entonces decir.


 

Debes loguearte para poder agregar comentarios ingresa ahora