Dos retos ambientales

Por: César Lorduy.

Alberto Duque López, un barranquillero que fue, entre otras cosas, un maravilloso escritor, nos cuenta en su novela Mi revólver es más largo que el tuyo (1977) que en la carretera que conducía a Puerto Colombia, Atlántico, fueron encontrados dispersos, a lo largo y ancho de esa vía, las partes del cuerpo de una mujer.

Todo indica que los hechos sobre los que se basa la novela sucedieron en 1955, pero hay dudas sobre la vía en la que encontraron las partes. Una probablemente corresponde a la que hoy comunica al barrio Las Flores (Barranquilla) con el corregimiento de La Playa, y en la que al borde de la misma, en límites con la Ciénaga de Mallorquín, estaban ubicadas las antenas y los trasmisores de varias emisoras de la ciudad.

La ciénaga llegaba en alguna época hasta el borde de la mencionada vía y por ello ambos lados de la misma están poblados de mangles que hoy son destruidos de manera pública, ilegal e indolente, para dar paso a rellenos sobre partes de la ciénaga que, de la noche a la mañana, han resultado ser apetecidos terrenos privados.

La otra posibilidad es que la vía, a la que se refiere la novela, sea la que hoy conocemos como la prolongación de la 51B y que nos lleva a lo que fuera otro paraíso conocido como el lago de El Cisne, que tuvo presencia de agua suficiente para que en el mismo practicaran, en su momento, deportes acuáticos, siendo la mayoría de ella, sino toda, originaria del arroyo León, el que desde mediados de la década de los 90, con la construcción y puesta en marcha de la Estación Depuradora de Aguas Residuales de El Pueblo (EDAR), terminó sirviendo de botadero del efluente del sistema de lagunas de oxidación que recoge las aguas servidas del suroccidente de Barranquilla.

En su momento la Ciénaga de Mallorquín fue el sitio en el que depositaban las basuras de la ciudad, que llegó a rellenar 14 hectáreas de la misma. Y el lago de El Cisne, por su parte, se convirtió en un apéndice de la EDAR en épocas de sequía, toda vez que solo se alimentaba de las aguas del León que se servían sin tratamiento, y al que también le llega una parte de los 10.000 metros cúbicos de sedimentos que el arroyo deposita en esa cuenca por año.

Pareciera que todas las fuerzas operaran en función de acabar con los pocos cuerpos de agua que tenemos. Como si lo anterior fuera poco aparecen funcionarios que, sin tener la competencia para ello, son capaces de expedir permisos para talar una parte de la costa del lago de El Cisne, como el concedido por un exsecretario de planeación de Puerto Colombia, que hoy es candidato al Concejo de este Municipio, quien, en vez de estar en campaña, debería estar respondiendo ante las autoridades.

Recuperar la Ciénaga de Mallorquín, que presta muchos servicios ambientales a la ciudad, del daño que se le ha causado y que se le sigue causando, ya que también es depósito de aguas negras, y lograr que el llamado lago de El Cisne –su nombre es Ciénaga del Rincón– vuelva a tener agua para disfrutar de su paisaje, así la tengamos que traer del río, no solo debe ser un propósito de las autoridades competentes, sino de todos los que pensamos y actuamos en función de construir un presente, que nos agradecerán por su beneficio las generaciones futuras.


 

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